PASAMANOS: Se llamaba Antonio Urbieta Ramírez. Tenía 43 años. Era director de Maquinaria y Parque de Vehículos en el Ayuntamiento de Tres Valles.
Los malandros llegaron al ejido El Crucero, donde vivía, con la familia.
Miraba la televisión cuando de pronto escucharon el ruido de unos vehículos en el patio. Luego, se oyeron los disparos.
Eran las siete de la mañana del jueves 28 de julio.
Un maloso entró a su casa y lo mató delante de la familia, en tanto otros dos vigilaban.
Luego, se perdieron en la mañana salvaje de la Cuenca del Papaloapan, pues ni siquiera, vaya, el milagroso Cristo negro de Otatitlán pudo evitar la tragedia.
Unos hijos más, huérfanos. Una pareja más, viuda.

CORREDORES: 43 políticos ejecutados en los últimos tres años y siete meses. Y todos, en la impunidad.
En contraparte, el alardeo del gobierno de Veracruz que detendrán hasta los asesinos intelectuales, vuelto ya puro cuento.
Incluso, el crimen más duro y rudo y canijo, la ex alcaldesa y ex diputada local de Cosoleacaque, Gladys Merlín, y su hija, Karla Enríquez, seis presuntos homicidas detenidos a la fecha, pero el asesino intelectual en su paraíso terrenal.
Nunca esclarecido el asesinato del diputado local y líder de la Liga de Comunidades Agrarias, Juan Carlos Molina Palacios.
Un detenido, ajá, y luego, liberado por la falta de pruebas. El homicida intelectual, en el limbo.

BALCONES: El estilo personal de los malosos sembrando terror y miedo, dueños de la plaza que son o parecen ser.
Antes, mucho antes, los crímenes eran en la calle, el camino vecinal, la carretera.
Ahora, y como estrategia terrorífica, en el domicilio de la persona asesinada.
Doble, triple, terrorismo, entonces, pues en automático los vecinos quedan más atemorizados que nunca.
La famosa política de abrazos y besos de la república amorosa, en el fracaso total y absoluto en el Estado de Veracruz.

PASILLOS: Con todo, incluso, que el director de Maquinaria del Ayuntamiento de Tres Valles anduviera, digamos, en malos pasos.
Se mata y asesina y ejecuta hoy… con la misma impunidad del siglo pasado.
La población, indefensa. Expuesta a la peor violencia.
La intolerancia, en su máxima expresión. Lo decía Javier Duarte: “Aquí no pasa nada”…, aunque ocurriera.
Cada vez cuando un político es asesinado se derrumba la última esperanza social de que la vida pueda cambiar.
En política, y de entrada, el ajuste de cuentas. La venganza. El resentimiento y el odio.
Los vientos son desfavorables para la libertad humana. El legítimo derecho a vivir en paz, sin sobresaltos.

VENTANAS: Con tantas feminicidios, políticos asesinados, y activistas, y líderes partidistas y ediles y tiradero de cadáveres, el terror lleva, parece llevar, al delirio de persecución.
El miedo, incluso, a una bala perdida. Un clima abrumador del “miedo al miedo” como escribiera el poeta español, León Felipe, asilado en México con el presidente Lázaro Cárdenas del Río.
Descanse en paz Antonio Urbieta Ramírez. Una cruz más en el panteón municipal. Perdió la vida en el tiempo del “Amaos los unos a los otros”, el “No matar” y la purificación moral y la honestidad valiente.
¡Hosanna, hosanna, un infierno llamado Veracruz!