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Diario de un reportero
Sábado 09 julio, 2022

El periodista soñador

Desencanto social
•Pan o Palo


DOMINGO
Historias desgarradoras



Hacia el final de la vida reporteril domina y predomina el desencanto social. Más, cuando un trabajador de la información cuenta los hechos como son, por más y más descarnados y truculentos.
Y es que el periodista escribe, y aun cuando, digamos, los lectores pudieran quedar informados, nada trasciende, nada pasa, nada cambia, nada mejora.Es el caso, por ejemplo y entre tantos otros, de los migrantes asfixiados en el tráiler de la muerte en San Antonio, Texas.
Y del creciente número de desempleados. Y de los mugrientos salarios de hambre y sin las prestaciones de ley.
Y de la mala, pésima, calidad de vida de la mayoría poblacional. Por ejemplo, 6 millones de los ocho millones 150 mil habitantes de Veracruz, en la miseria, la pobreza, los salarios de hambre, el desempleo, la jodidez, la baja calidad...

Luis Velázquez

educativa y de salud y de seguridad y procuración de justicia.
En cada nuevo amanecer, el reportero cuenta historias alrededor de. Y con frecuencia, historias desgarradoras.
Y del lado oficial, ninguna respuesta concreta y específica para dignificar la vida y enaltecer los días y las noches.
Entonces, el reportero se pregunta si tiene algún caso, razón de ser, escribir historias en cada nueva edición.

LUNES
Pan o Palo

En los 33 años de la dictadura porfirista existían dos leyes para la prensa.
La primera, “pan o palo”. Es decir, embutes, o en todo caso, encierro (con la cárcel, casos Ricardo Flores Magón y Filomeno Mata), destierro y/o entierro (el asesinato derecho, derechito, al panteón).
Fue, incluso, una política que luego aplicaron los presidentes Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Abelardo L. Rodríguez, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, entre otros.
Ahora, por ejemplo, está manifiesto en Sonora, donde el góber Alfonso Durazo, ex priista, impuso la Ley Mordaza y prohibió a los medios publicar notas de violencia… a reserva de que si por ahí brinca un rejego, entonces, “pan o palo”.
Y es que, ni hablar, la historia demuestra que las letras y las palabras causan mucho más daño que las R-15 y los malandros trepados en motocicletas para asesinar a las personas incómodas y salir huyendo en medio de los automóviles en la avenida y la calle.
Entonces, y por lo general, muchos trabajadores de la información, y también, los medios, suelen censurarse y la verdad se convierte en la primera víctima en tiempos intensos y volcánicos.

MARTES
El periodista soñador

Un reportero, como todos los seres humanos, está lleno de sueños, idealismos, utopías, ilusiones sociales.
Y desea un mundo mejor, con vientos favorables, para todos.
Digamos, lo básico y fundamental como es un empleo pagado con justicia laboral y en donde cada día se llegue a la fuente de trabajo con optimismo y buena vibra.
Y por añadidura, vivir sin sobresaltos, sin miedos ni temores a un secuestro, una desaparición, un asesinato, una fosa clandestina.
Y como todas las personas, el periodista también padece indignación crónica cuando de pronto se topa con injusticias y abusos y excesos del poder.
Y en vez de gritonear “Amaos los unos a los otros” desea como en el relato bíblico, tomar el látigo para lanzar del templo social a los fariseos y mercenarios del orden público.
Pero como las letras y las palabras son tan peligrosas, entonces, en automático sobreviene la respuesta oficial para acallar y silenciar a los trabajadores de la información incómodos e indeseables.
Y los sueños y las legítimas esperanzas de un periodista para publicar tales historias quedan frustrados y la posibilidad de que las cosas cambien terminan en el fondo del precipicio.
Por eso, el desencanto social de la prensa.

MIÉRCOLES
Historias en cada nuevo amanecer

Un reportero escribe contando las historias de cada día soñando despierto con una vida mejor y nada pasa.
Incluso, y cuando el periodista sigue narrando historias apegadas a los hechos por más duras y rudas que sean, la única respuesta oficial es que lo declaran adversario, mejor dicho, enemigo de la tribu gobernante en el poder sexenal.
Peor tantito: pasado un ratito otros colegas y por encargo oficial lo satanizan.
Es más, desde “La mañanera” lo exhiben hasta como la versión de Adolf Hitler en el siglo XXI.
Y de paso, le exigen que como si fuera funcionario público está obligado a publicar salario y declarar bienes patrimoniales.
Y ni hablar, “¡la vida es así y qué le vamos a hacer!” como exclama un personaje novelístico de Carlos Fuentes Macías.
En los tiempos sexenales, la vida ha sido tal cual y nada, absolutamente nada, anuncia un cambio.
Por el contrario, la discordia se multiplica y proviene en su mayor parte de las tribus políticas que sueñan a reporteros como sus vasallos, súbditos, empleados.

JUEVES
Prensa incómoda

Ningún político sería objeto y sujeto del interés periodístico si, por ejemplo, ¡vaya utopía!, cumpliera con su obligación social y moral.
Y de acuerdo con el Estado de Derecho, la elite gobernante ha de garantizar la seguridad en la vida (con empleos dignos) y en los bienes.
Un mundo lo más humanamente justo para todos por igual que iguales somos todos, pues como dice el viejito del barrio a la hora de morir “nada nos llevamos”… más que, claro, “lo bailado” si es que “lo bailado” sirve para engolosinar la vanidad y la soberbia.
Pero como la república amorosa ocupa el primer lugar mundial en corrupción política desde el tiempo priista, incluso desde antes cuando Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Pancho Villa y Emiliano Zapata, anexos y conexos, expropiaban ranchos de los hacendados y regalaban a las amantes, entonces, la prensa incómoda… incómoda es, ha sido y será.
Por eso, entre más se arraiga la cultura priista de “ordeñar la vaca” y “meter las manos al cajón”, más indeseable se vuelve la prensa que cuenta las historias de forma puntual.

VIERNES
Nuevos ricos sexenales

Nunca los atropellos y abusos del poder político ni la corrupción disminuyeron y/o se acabaron con las plumas de Ricardo Flores Magón, Ignacio Ramírez, Francisco Zarco y Filomeno Mata.
Tampoco con don Julio Scherer García, Manuel Buendía y Miguel Ángel Granados Chapa.
Ellos contaron las historias truculentas de su tiempo y al mismo tiempo, ¡vaya paradoja, vaya enseñanza de vida!, se multiplicaba el número de familias en la pobreza, la miseria y la jodidez.
Y en contraparte, en cada sexenio aumentaban los nuevos ricos y las nuevas fortunas familiares.
Y, claro, el número de reporteros intimidados, amenazados, secuestrados, desaparecidos y asesinados y hasta decapitados se incrementaba y han subido de norte a sur y de este a oeste de la nación.
Los grandes varones del periodismo nacional alentaron sueños sociales para un país habitado por gente dichosa… pues todos sin excepción venimos al mundo para ser felices el mayor tiempo posible.
Y fracasaron.
Dejaron, cierto, huellas imborrables como modelos reporteriles. Pero ellos estuvieron, fueron y trascendieron en los titulares y eran leídos con devoción religiosa.
Y sin embargo, unos fueron asesinados y otros fallecieron de muerte natural, y en la república amorosa, con tantas bendiciones, la injusticia social predomina y domina.


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