El crimen se ha extendido por todas partes trastocando la vida cotidiana de toda la sociedad.
Creemos que no es útil negar la realidad. Tampoco culpar a tiempos pasados de lo que nos ha tocado resolver ahora”.
Lo escribieron por el asesinato de dos jesuitas y un laico en la sierra tarahumara y por lo que, caray, insólito, los partidos políticos se pelearon.
Pero al mismo tiempo, retrata a plenitud a Veracruz.
Primer lugar nacional en feminicidios, secuestros y extorsiones.
Tiradero de cadáveres como el nuevo paisaje urbano y suburbano e indígena.
Los ríos y lagunas, convertidos en panteones particulares de los malosos.
La iglesia levantando la voz. El arzobispo Jorge Carlos Patrón Wong y el obispo Rafael Palma Capetillo como el Jesucristo que tomó el látigo y latigueó a los mercenarios y fenicios transfigurando el templo en un burdo tianguis.
Pero con toda la fuerza moral y social de los ministros de Dios, mucho se duda que el comunicado expedido el domingo 26 de junio incida e influya en la vida gubernamental.
Ene número de veces se han aplicado. Y como escribiera Jaime Torres Bodet en poema inmortal. Todo sigue igual. Incluso, peor.
Casi casi como si el aparato gubernamental tuviera el camino libre con su política de abrazos y besos y que como dijera el jesuita delante del cadáver de los colegas y compañeros ejecutados en Chihuahua, desde hace ratito ya fue rebasada.
Veracruz, como el resto de la república amorosa, sigue oliendo a pólvora y sangre.

UNA VOZ QUE DESDEÑA LA AUTORIDAD

El arzobispo y obispo reconocen, digamos, su error.
“No hemos hecho lo suficiente en la evangelización de los pueblos y es necesario redoblar esfuerzos”.
Claro, nueva estrategia, nuevo cabildeo, nueva táctica de lucha social por la vía pacífica y tranquila.
Y es que al momento, de nada o poco ha servido la voz de la iglesia para frenar, disminuir, achicar, el tsunami violento en que estamos “atrapados y sin salida”.
Por el contrario, feligreses secuestrados en la misa dominical del mediodía. Asaltadas mujeres rezando el rosario en la iglesia en las tardes. El robo de alcancías. El robo de la Eucaristía. El robo, caray, hasta del Niño Jesús.
Y el asesinato en Veracruz, claro, de sacerdotes.
Y hasta victimizados y satanizados que por debilidades sexuales.
Dice el comunicado:
“Queremos sumarnos a las miles de voces de los ciudadanos de buena voluntad que piden un alto a esta situación violenta.
“No podemos ser indiferentes ni ajenos a los que nos está afectando a todos”.
Ok.
Pero… ¿cómo, de qué manera, pueden los Ministros de Dios recrear una vida cotidiana tranquila, sin sobresaltos, temores, incertidumbre, zozobra?
De por medio está el prestigio y el nombre de la iglesia.
Y en el otro lado, la supervivencia de MORENA como partido político encumbrado con el poder sexenal.
En todo caso, únicamente “con una estrategia de máxima presión” sería, será garantizado el respeto a los derechos humanos “en un país (en un Veracruz) sometido a una asfixiante tiranía hereditaria” (Jan Martínez Ahrens).
La narco/tiranía.
Y si “las cosas de Dios” inciden en la vida cotidiana, entonces, la elite eclesiástica ha de empujar la carreta para el más bello día en la historia nacional como es una entidad donde pueda vivirse, respirar y trabajar sin miedos ni temores.
Quizá, digamos, un cabildeo más intenso de la iglesia con el gobierno federal y los gobernadores. Plantones y marchas con los feligreses. Incluso, el cierre de templos para zarandear el aparato gubernamental.
Nada más efectivo hubiera sido (claro, el “hubiera” no existe) que el Sumo Pontífice, Francisco Primero, asistiera al sepelio de los jesuitas ejecutados en Chihuahua.
Gran medida de presión diplomática para que las tribus políticas en el poder se apliquen combatiendo la ola de violencia en que está manifiesto han sido y son incapaces.

TIEMPO DE ESCUCHAR

“Es el tiempo de escuchar (con hechos concretos y específicos) a la ciudadanía, a las voces de miles de familiares de las víctimas, de asesinados y desaparecidos, a los cuerpos policiacos maltratados por el crimen”.
El comunicado plantea acciones lacónicas para alcanzar la paz. La ruta crítica está expuesta con claridad.
Los derechos humanos, que la izquierda sobredimensiona como eje rector y vaso comunicante, están mancillados y golpeteados en la república amorosa y en Veracruz.
Y, bueno, caray, si las voces de la iglesia son desoídas por el gobierno de Veracruz y el gobierno federal, entonces, es el tiempo de perder toda la esperanza para el advenimiento de un bello día, el día del respeto a la vida, el día, ajajá, de “Amarse los unos a los otros”, el día, ajá, de repartir abrazos y besos.