Finos y elegantes, dijeron.
Otras aseguran que se fijan son en los zapatos. Si los zapatos están bien lustrosas significa que se trata de un hombre limpio y pulcro.

DOS. El hombre sin lonjas

Unas señoras clavan la mirada en el estómago. Si tiene panza, por ejemplo, es un hombre descuidado en los hábitos alimenticios y en el ejercicio físico diario para evitar las lonjas, con todo y que, como decía Rius, el caricaturista del siglo pasado, “la panza es primero”.
Y si por el contrario, es un hombre sin una lonja, entonces, habla de su disciplina diaria para cuidar el cuerpo, claro, pero también, para cuidar la boca a la hora de la comida.
Digamos, como proclama el yoga, hacer más ejercicio y comer menos. Y cuidar, claro, lo que se come.

TRES. Uñas limpias y bien recortaditas

Otras señoras dijeron que lo indicativo son las uñas de los hombres. Bien cuidaditas, incluso con manicure, expresa el orden y la pulcritud más elevada. Uñas largas y feas deja mucho que desear.
Hay señoras de la tertulia para quienes lo más importante es si usan ropa y zapatos de marca y reloj de marca y andan en un automóvil de lujo y último modelo.
También hay quienes desean saber si el hombre aquel es un político con cargo público jugoso donde tenga presupuesto para ejercer.
“Del resto me encargo yo” exclamó una de ellas, a tono con la proclama de Henry Kissinger, el poderoso secretario de Estado con el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, de que hay mujeres a quienes seduce el olor a poder.

CUATRO. En gustos se rompen géneros

Lo que para unas personas un hecho, una circunstancia, un atributo, una persona del sexo opuesto es viejo, para otras, es nuevo.
La vida es tan misteriosa (y fascinante) que, por ejemplo, hay parejas que se llevan de maravilla para arriba y la mujer es delgada y el hombre panzón.
Y la mujer bonita y el hombre feo.
Y la mujer rica, hija de padres con recursos, y el hombre jodido.
Y la mujer delgada, bonita y rica es fiel y el hombre panzón, feo y pobre, infiel en grado superlativo.

CINCO. Cuando el amor llega…

Las mujeres de la tertulia también pusieron en la mesa los casos de los galanes.
De acuerdo con ellas, podrán seducir mujeres. Pero pasado un ratito, son descubiertos, y entonces, rechazados, a menos, claro, el amor se atraviese.
O el deseo…, como aquella mujer bonita, mayor de edad, a quien cuando la pareja la quiso dejar le dijo: “A mí me dejas como estaba y vivía tranquila y en paz”.
Y/o como la otra mujer quien pidiera al galán que deseaba irse que “esperara un ratito mientras encontraba un sustituto”.

SEIS. Ninguna se aburre…

Ninguna de las señoras de la tertulia se aburre. Siempre tienen suficientes temas y asuntitos que platicar y de paso, echar tijera.
Por eso, y la más frecuentes, es que muchas llegan al desayuno, por ejemplo, a las diez horas, cuando se citan, y se levantan hacia la una o dos de la tarde de la silla en la mesa del restaurante.
Así son felices. En casa, la trabajadora doméstica cumple las órdenes “al pie de la letra”…