Son historias de vida que animan y reaniman en los días oscuros de Veracruz como, por ejemplo, migrantes que solo se fueron con dos muditas de ropa amontonadas en un morralito y con un titipuchal de esperanzas y utopías para estar, ser y trascender en el otro lado, la tierra prometida, el paraíso terrenal.

LUNES
Años luz de distancia

En un rancho de Texas vive Ciro Robles, con su familia. Todos ya, legalizados. Con carta de naturalización como norteamericanos. Y, claro, con la doble nacionalidad.
Ciro Robles trabaja de ranchero y vaquero. Y poco a poco, pian pianito, se fue ganando la confianza del patrón. Y el patrón le ayudó a legalizar papeles. Luego, a su esposa. Después, a sus hijos.
Incluso, los hijos estudiaron la universidad allá. Y trabajan en empresas de EU.
Una de las hijas dice:
“Nuestros viejos amigos en el pueblo también ya migraron a otras ciudades de México. Y aquí, nosotros, tenemos nuevos amigos. Y nadie de la familia queda allá”.
Y simplemente, ni siquiera, vaya, en vacaciones de fin de año han vuelto al pueblo.
Viven y se desarrollan en la nación más poderosa del mundo. Con todo y sus riesgos. Pero ellos, por fortuna, legalizados.
Es más, de los cuatro hijos las mujeres, dos, son casaderas.
Y, claro, con un norteamericano.
De Soledad de Doblado, el pueblo donde nacieron, a vivir en el estado de Texas.
Mil, dos mil, tres años luz de distancia.
Se fueron de Veracruz y de la república amorosa por la errática política económica, incapaz de alentar la creación de empleos pagados con justicia laboral y las prestaciones de ley.

MARTES
De Veracruz a Europa

Roberto N. estudió la carrera de Ingeniería en la Universidad Veracruzana.
Y luego de tocar varias puertas laborales, ninguna pudo abrir aquí en el Estado jarocho.
Entonces, migró a Morelos y en Cuernavaca fue aceptó en un laboratorio de Física.
Años ahí laborando. Luego, de pronto, el paraíso se abrió y tuvo oportunidad para un empleo en Estados Unidos.
En Washington. En otra gran industria de Física.
Y años después, en las grandes ligas. Hará unos diez años que vive en Europa y labora en una fábrica internacional de productos químicos.
Con la familia vivió en Estados Unidos. Y la esposa y los tres hijos aprendieron el inglés y cursaron estudios.
Y a partir de cuando se fueron a Ginebra a trabajar, también aprendieron el francés y dominan el inglés y el francés como si fuera español.
Incluso, un hijo está estudiando alemán, listo para irse a laborar a Alemania, ingeniero industrial que también es.
Cierto, pasan muchos años para estar de visita con su familia aquí, en la ciudad jarocha. Pero si aquí permaneciera, “del corredor, como las macetas, no pasaría”.

MIÉRCOLES
Comuna de paisanos en E.U.

En Carolina hay una colonia de paisanos de Veracruz. Todos, trabajadores de ranchos y en la industria de la construcción. Todos, huyendo de Veracruz por los salarios de hambre y el desempleo galopante y creciente.
Son jóvenes originarios de Jamapa, Medellín, Cotaxtla, Manlio Fabio Altamirano y Soledad de Doblado, entre otros poblados.
Unos, viven juntos. Todos los días, temprano, salen a la chamba y regresan en las tardes/noches a descansar y dormir.
Y entre todos aprendieron a guisar y ellos se guisan el desayuno y la cena y preparan el itacate para llevar a la chamba.
Son, digamos, una especie de Comuna. Aquella utopía de los apóstoles de Jesucristo formada en las goteras de Jerusalem donde todos se ayudaban en todo y con todo.
La utopía que luego fue de Tomás Moro. Y la utopía socialista de Carlos Marx, Federico Engels, Lenin y León Trotsky.
Incluso, entre ellos mismos se vigilan y cuidan para evitar que algún compañero caiga en el alcohol y/o en las drogas.
Y cuando algún fin de semana van por ahí a un bailongo con “la paisanada”, se acompañan. Y más, mucho más, se protegen.

JUEVES
Los Tuxtlas en Carolina

Es el mismo caso de la colonia de Los Tuxtlas en la otra Carolina.
Paisanos de Santiago Tuxtla, San Andrés Tuxtla y Catemaco, integrados en otra gran comunidad utópica.
Se fueron de aquí unos jalando a los otros. Además, solitos, sin ninguna ayuda oficial, con todo y que ahora el gobierno alardea de las remesas enviadas por ellos a sus familias asentadas en Veracruz.
Y allá, unos a otros buscaron oportunidades para los recién llegados.
Entre ellos, hay chicos que dejaron novia en el pueblo. Y como tienen planes de casarse, entonces, “le meten duro y tupido” al trabajo y cada quincena envían remesas a las novias para ir construyendo una casita.
Desde luego, hay jóvenes que ya terminaron de levantar su casita. Y, caray, hasta enviaron la foto de una casita que les gustó por allá para que los albañiles del pueblo la construyeran igual, igualita, previa aprobación, claro, de la novia.
Uno de ellos, de plano, cumplida la tarea en EU, erigida su casita, con unos centavitos ahorrados, ya regresó al pueblo de San Andrés Tuxtla para casarse y disfrutar su choza a plenitud.

VIERNES
“De tonto regreso a Veracruz”

Raymundo Martínez estudió Letras en Xalapa. Buscó trabajo como maestro en la universidad pública y privada y nada. En escuelas secundarias y bachilleratos, y nada. “Atrapado y sin salida” solo quedaba migrar a Estados Unidos.
Llegó a Los Angeles y al ratito fuer contratado como mesero en un changarro de comida mexicana.
Fue eficiente y eficaz. Honesto “a prueba de bomba”. Solidario. Amable y gentil y cortés.
Entonces, por la buena química de su carácter los cocineros le enseñaron el secreto de sus guisos.
Y aprendió. Y hasta chef se creía y sentía.
Dada su imaginación literaria creó y recreó platillos sabrosos y luego lo contrataron de chef en aquel restaurante de comida mexicana.
Al mismo tiempo, ahorraba lo más que podía. Incluso, quedándose a dormir en un rinconcito de aquel restaurante.
Más porque era y es soltero. Y para vivir, dice, sólo necesito dos mudas de ropa y par de zapatos. Un par negro y otro café.
Ahora, ya tiene su propio restaurante. Y cocineros y meseros. Y cada sábado, que reserva para sí, escribe y sigue escribiendo cuentos y más cuentos.
Y se alista para estudiar una maestría en Letras.
“De tonto regreso a Veracruz” dice.