Las tribus rojas fueron las dueñas del país.
Crearon una cultura priista. Entre otras cositas, las siguientes:
El dedazo. El autodedazo. Las urnas embarazadas. La cargada. El robo de ánforas. Si perdían la elección en las urnas la ganaban en el tribunal. El nepotismo. El enriquecimiento ilícito. La impunidad.
Pero también, y a partir del inmenso poder único y absoluto que ejercieron, ellos crearon y recrearon la narcopolítica.

DOS. Narcogobernadores rojos

La historia de pactos de las elites priistas con el crimen organizado rebasa todas las fronteras.
El primer gobernador famoso en la historia por sus malas amistades fue Mario Ernesto Villanueva Madrid, de Quintana Roo, de los años 1993 a 1999.
También fue el primero en terminar preso. Tiempo aquel cuando Quintana Roo era propiedad de los malandros. Ellos gobernaban.
Los últimos gobernadores ligados al narcotráfico son de Tamaulipas, la entidad federativa de donde entraron los barones de la droga a Veracruz tirando doce cadáveres en el puente que une a Tampico Alto, Veracruz, con Tampico, Tamaulipas.
Ellos son Tomás Yarrington y Eugenio Flores Hernández.

TRES. Héroes de Peña Nieto

Javier Duarte, ex de Veracruz, y Roberto Borge Angulo, de Quintana Roo, junto con César Duarte, de Chihuahua, y Aristóteles Sandoval, de Jalisco, fueron definidos por el presidente Enrique Peña Nieto como los símbolos de la nueva generación política.
Duarte, preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, por lavado de dinero, entre otros delitos, mientras en la lista negra está el delito de desaparición forzada, que nunca prescribe.
Borge también está preso acusado del desvío millonario de recursos.
Igual que César Duarte.
Aristóteles Sandoval fue asesinado.
El descrédito del PRI en el centro del infierno.

CUATRO. Desaparición forzada

Además de la cultura de la narcopolítica, las tribus priistas también con la desaparición forzada, resultante de la alianza truculenta de políticos, jefes policiacos, policías y carteles y cartelitos.
Y es que como dice el periodista y escritor, Ricardo Ravelo Galo, todos los políticos encumbrados suelen tener un cartel preferido.
Y preferido, porque los financian.
El PRI arrastra como una maldición la historia de sus pactos con el crimen.

CINCO. Ajustaban cuentas

Las elites priistas ya estuvieron y ejercieron “a plenitud el pinche poder”.
Muchos, muchísimos se enriquecieron. Incluso, también crearon la gran leyenda real y auténtica, práctica, concreta y específica de que en cada sexenio aparecían nuevos ricos, nuevas fortunas.
Incluso, y lo peor entre lo peor, en la lucha por el poder aplicaron las prácticas del primer tramo del siglo pasado, tiempo aquel de Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón, y asesinaban a los adversarios.
Caso, Luis Donaldo Colosio Murrieta, en 1994. Caso, Rodolfo Torre Cantú, ejecutado en Tamaulipas en el año 2010.
Entre los casos, digamos, más famosos.

SEIS. Cruz muy pesada

Corrompidas las tribus políticas del PRI también corrompieron muchas dependencias y oficinas donde el crimen organizado asentara reales.
Se dirá que también hay, por ejemplo, gobernadores narcos en otros partidos como, por ejemplo, lo ha documentado Ricardo Ravelo en su último libro, Los narcopolíticos.
Pero el tricolor fue pionero. Y carga y arrastra la pesada cruz del desprestigio.
Y será muy difícil restablecer la confianza ciudadana.
Y cuidado, en la versión popular se empieza a decir que MORENA, el partido de AMLO, es el PRI del siglo XXI…