13 hijos de una pareja
•Vivir y soñar
•Todos salieron adelante
UNO. 13 hijos de una pareja
Era una familia de campesinos que crearon y procrearon trece hijos. El padre era jornalero y sembraba una parcelita con maíz y frijol. La mitad, para vender y guardar los centavitos para comer en el transcurso del año. La otra mitad, de autoconsumo.
Luis Velázquez
La madre, campesina también, aprendió a coser y a hacer pantalones y camisas y significaba un ingresito más.
Así, pudieron, “con la medianía del salario” y viviendo apretados empujar la carreta.
Pero el padre murió de un infarto cuando apenas los trece hijos se seguían unos a otros con un año de diferencia.
El mayor, trece años. El menor, un año.
DOS. Vivían como una Comuna
La madre fue prudente y mesurada. Y tomó decisión estelar. Enseñó a la hija mayor a cocinar y ella guisaba todos los días.
La siguiente hija, aseaba la modesta y sencilla casita.
La otra hija, lavaba y planchaba.
Las hijas de diez y nueve años cuidaban de los niños menores.
Aquella familia practicaba en el rancho la más alta experiencia humana de la Comuna, tan soñada por Tomás Moro y Emiliano Zapata. Y Carlos Marx y Federico Engels.
TRES. Migró del rancho
La madre se fajaba el lomo desde que “Dios amanecía hasta que anochecía” haciendo pantalones.
Más porque una amiga, su paisana, había migrado del pueblo y avecindado en la ciudad y contratada por una fábrica de ropa para coser.
Y como la demanda era alta compartía la tarea y la chamba con la señora O., madre de los trece hijos.
Tanto que, de pronto, la producción de pantalones aumentó y “quemó sus naves” en el pueblo y migró a la ciudad.
Y migró jalando a los trece hijos.
CUATRO. Vivir y soñar
Hijos de “la cultura del esfuerzo” entre todos pateaban la pelota en el día con día y se abrieron paso.
Años después, dos hijos trabajaban en la Armada de México, abierta la posibilidad por un tío.
Una hija, fotógrafa. Otra, puso una tiendita en la casita que alquilaban en una colonia popular, y en donde todos vivían, amontonados en la cocina, la sala y par de recámaras tamaño Infonavit.
Soñaron tanto que un hijo estudió Ingeniería y una hija Medicina en la Universidad Veracruzana.
CINCO. La madre, flama votiva
Dos hijos, ya grandecitos, de unos quince y dieciséis años, decidieron volver al pueblo donde vivían y se instalaron en la casita original.
Y ellos siguieron cultivando la parcela y empleándose de jornaleros.
El campo los atraía más que la ciudad. Bañarse en el río Jamapa.
Pero los trece hermanos, abriéndose paso, llenos de optimismo y energía y vitalidad, sin dar tregua al desaliento y la desesperanza.
Una historia admirada y admirable.
Además, y lo más fascinante, todos unidos. Nada de celos, recelos, envidias, rencillas, entre ellos.
La madre, sembrando la concordia. Sin espacio para la discordia. Con una entereza moral fuera de serie.
SEIS. Una familia bíblica
Muchos años después, ya casados, con hijos, los hijos jubilaron a la madre. Y entre todos cada quincena aportaban una cuota para que ella viviera tranquila.
Incluso, un hijo, divorciado, quedó a vivir con ella para estar pendiente y los doce hermanos restantes le daban una cuota mensual equivalente, digamos, a su salario si trabajara en una empresa, un negocio, un comercio, un taller, una fábrica.
Los fines de semana eran sagrados. Y los trece hermanos con sus hijos se reunían en la casa familiar con su señora madre y la madre era feliz con tantos nietos.
Aquella familia parecía extraída del relato bíblico.