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Diario de un reportero
Sábado 27 noviembre, 2021

Rezar, único consuelo

Cadenas de oración
•Misas televisivas
•Realidad atroz


DOMINGO
Rezar, único consuelo



Los familiares de los secuestrados y desaparecidos, los parientes de las personas asesinadas, los carnales de los sepultados en fosas clandestinas, ya perdieron la fe en el aparato gubernamental.
Entonces, únicamente les queda apostar a la oración. Rezar el rosario al mejor estilo de Juan Pablo II quien todos los días rezaba ocho horas acumuladas en el transcurso de la mañana a la tarde/noche.
Y rezaba, además, hincado, arrodillado, y con la cara entre las manos, avergonzado del palpitar del mundo.
Así, los familiares de tantas víctimas en Veracruz han integrado cadenas de oración.
Y varios días a la semana se ponen de acuerdo y juntas a través del WhatsApp y los tuits y los Facebook y cada uno, y en el tiempo del COVID, reza en casa.
Y todos, entrelazados vía electrónica.

Luis Velázquez

En cadenas de oración están tocando el corazón y las neuronas del Ser Superior para ver si pudiera darse espacio y tiempo y frenar, detener, disminuir, achicar, desaparecer el tsunami de violencia en el Estado jarocho, allí donde floreciera “La bamba” y “El tilingo lingo”, y de los que ya nadie, pocos, excepcionales, se acuerda por los días y noches llenos de oscuridad.
Veracruz, oliendo a pólvora y sangre.

LUNES
Fe en la religión

Los familiares de los plagiados, desaparecidos, ultrajadas si son mujeres, asesinados y sepultados en fosas clandestinas (“Veracruz, el peor fosario del país” ha dicho José Alejandro Solalinde Guerra), han multiplicado la fe en la religión.
Y además de rezar, también escuchan misa por televisión.
A veces, entre semana. Pero sin falta, el domingo hacia las 8 de la mañana cuando inicia la transmisión de la misa completa, incluida una homilía incendiaria.
Y en la medida que la misa camina, las señoras, sobre todo, la escuchan con un rosario en la mano, rezando, y atentas.
Segundo, poniéndose de pie e hincándose y dándose golpes de pecho en la medida que el sacerdote lo va solicitando.
Tercero, escuchando con devoción la homilía.
Y cuarto, enviándose un WhatsApp cuando el oficio religioso ha terminado para desearse lo mejor con las amigas en la red.
Y siempre pidiendo porque los desaparecidos regresen a casa el día y la hora menos pensada.

MARTES
Blindadas con mensajitos

Los familiares de las víctimas de la violencia en Veracruz se han blindado.
Además de las cadenas de oración y la misa televisiva todos los días, apenas, apenitas, amanece, se envían mensajes afectivos y cariños, pero también, religiosos vía WhatsApp, para animarse y reanimarse en la búsqueda frenética de los suyos con la esperanza aleteando por delante.
En cada nuevo amanecer, todas buscan videos y mensajitos y dibujitos de amor y paz y consuelo y esperanza en el archivo digital y en las páginas, digamos, ligadas a la religión, y en las efemérides y en las páginas web con tarjetitas postales.
Y luego, se los envían.
Claro, se dan los buenos días. “Bendiciones mil”, dicen. “Dios contigo” se desean.
Así caminan en el día y en parte de la noche cuando el insomnio domina y predomina sobre las neuronas y los corazones.
Saben, entonces, que al otro lado del celular hay personas en igualdad de circunstancias de sufrimiento y dolor por el hijo, la hija, secuestrada y desaparecida.
Y están conscientes de que no están solas. Que también hay madres y padres e hijos y hermanos con la misma angustia y desesperación individual, familiar y social.

MIÉRCOLES
Cobijadas en la iglesia

Las señoras en cadenas de oración, también solteras, suelen caminar en cada nuevo amanecer a la orilla del bulevar, alrededor del parque de la esquina, en la cancha de fútbol o estadio de beisbol, en los camellones.
Entonces, y cuando han terminado el ejercicio matutino (caminar para conservarse en forma y con ganas recicladas de seguir empujando la carreta y pateando el balón), buscan una iglesia cercana… para ver si el sacristán, el presbítero, el sacerdote ya abrió las puertas.
Les alienta y anima el hecho de que por las mañanas las iglesias están solitarias.
Y rezan oraciones improvisadas dando gracias a su Ser Superior por un nuevo día. Y al mismo tiempo, convocando la justicia divina para la posibilidad de la justicia terrenal, aquella que depende de la Fiscalía General para, quizá, acaso, frenar el oleaje impetuoso y bravío de la impunidad.
En la iglesia permanecen unos quince minutos. Si van acompañados, entonces rezan al mismo tiempo. De lo contrario, rezan solas.
Y como si tuvieran un encuentro exclusivo con su Dios… aunque Dios bien pudiera estar ocupado en África, Somalia y Afganistán.

JUEVES
Realidad atroz

Los familiares de los secuestros, desaparecidos y asesinados rezan y rezan porque ya perdieron la fe en la autoridad.
Y la perdieron, por ejemplo, luego de que el Colectivo “Madres en Busca”, de Coatzacoalcos, asegurara que en Veracruz hay unas 5 (cinco) mil personas desaparecidas.
Y luego de que el Observatorio Universitario de Violencia documentó que con la 4T van 569 (quinientos sesenta y nueve) desaparecidos, más 77 (setenta y siete) feminicidios, más 66 (sesenta y seis) mujeres asesinadas.
Y la perdieron luego de que la Comisión Nacional de Derechos Humanos, CNDH, ubicara a Veracruz en el segundo lugar nacional de feminicidios.
Más después de que el góber de la 4T en Veracruz aseguró, sin rubor ni pudor, en el III Informe de Gobierno efectuado en Tlacotalpan que en el Estado jarocho (¡Ay, Agustín Lara con su “noche tibia y callada”!), las mujeres pueden continuar soñando.
Soñando, claro, con pesadillas truculentas, sombrías y siniestras, y a las 2, 3, 4 de la mañana, la hora más pesada de la noche, cuando la lucha entre el inconsciente y el subconsciente es feroz y reñida.

VIERNES
Entre la fe y la razón

La fe, ya se sabe, pierde ante la fuerza de la razón. Y la razón también sale derrotada ante la fuerza de la fe.
En teoría, la razón descarrila toda esperanza. Pero al mismo tiempo, la esperanza cumple con función básica de la naturaleza humana.
El derecho a soñar, abrigar utopías, tener ilusiones. Pensar, sentir, creer, que la vida puede ser mejor.
Y nada hace tanto bien como soñar con el advenimiento de un bello día. El día de la mujer. El día del hombre. El día de la humanidad.
El día y la noche cuando pueda vivirse sin sobresaltos, sin miedo ni temor a un secuestro, una desaparición, un asesinato, una fosa clandestina.
Y el día cuando cada elite, tribu, gobernante, cumpla con el Estado de Derecho garantizando la seguridad en la vida y en los bienes. Más, mucho más en la vida, pues los bienes van y vienen… si regresan.
Por eso, los familiares de tantas víctimas del tsunami desenfrenado de violencia apuestan a que rezando los hijos y parientes desaparecidos volverán a casa el día o la noche menos pensada.
O en todo caso, hallarán a sus hijos sin vida para darles sepultura en el panteón y tener un lugar donde llevar flores y oraciones.
¡Qué difícil es vivir!


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