El dictamen de la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer, delegación Veracruz, es concreto, específico, lacónico y macizo:
En el Estado jarocho fallecieron 32 (treinta y dos) niños con cáncer.
Y murieron simplemente por falta de medicinas.
En todo caso, medicinas a destiempo.
Medicinas, además, caras, muy caras.
Y muchos niños, hijos de padres con limitados recursos.
Limitados recursos, más, en el tiempo de la pandemia y la recesión con tantos negocios y empresas quebrados y cerrados y un desempleo galopante y descarrilado.
Y fue en el tiempo del COVID.
Peor, ante la falta de creación de empleos, errática política del gobierno de Veracruz.
Con todo, el gobernador de Veracruz lanza incienso y fuegos pirotécnicos al secretario de Salud, Roberto Ramos Alor (el Ramos Alor que fuera yunista) porque gracias a su trabajo... Veracruz nunca cayó, ajajá, en semáforo rojo brutal por el COVID.
El COVID que ha dejado, por ahora, más de catorce mil muertos de norte a sur y de este a oeste de Veracruz.
En el país, 400 (cuatrocientas) familias interpusieron amparos para que la autoridad los apoyara con medicinas en tiempo y forma.