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Diario de un reportero
Sábado 06 noviembre, 2021

Desempleo universitario

Chambas inverosímiles
•¡Qué difícil es vivir!


DOMINGO
La aprendiz



Karla estudió la carrera de Contaduría. Desde un principio como estudiante quiso chambear. Buscó espacios en despachos contables. Dejó solicitudes. La llamaron del quinto. Auxiliar de un contador.
De entrada, le pareció buena oportunidad. Soñaba con aterrizar la teoría en la práctica. Aprender en el terreno de los hechos.
Pero el contador la utilizó para que le llevara su agenda particular. Sus citas en el día con día. Cursos de capacitación por ahí.
Visitas a clientes. La actualización de la Miscelánea Fiscal y las nuevas medidas hacendarias.
Además, con el pago de unos honorarios simbólicos. Y de 4 de la tarde a las 8 de la noche. Incluido el sábado hasta el mediodía.
4, 5, meses después, de plano, renunció. Más, cuando el jefe empezaba con el acoso sexual.

Luis Velázquez

Y siguió tocando puertas. Soñando con hacer camino al andar para cuando egresara. Ganar tiempo al tiempo.
Pasó a otro despacho y la historia se repitió. Eres aprendiz, la desdeñaban. Y nunca le asignaron tareas contables.
Además, el menosprecio. Serás una desempleada, le advertían. Sintió que miraban una competencia en ella y a corto plazo.
Y ni modo que ellos la capacitaran para luego hasta desplazarlos.

LUNES
“Pon tu despacho”

Terminó la carrera y siguió tocando puertas. De nada servía su alto promedio. Estudia una maestría, le aconsejaban en los despachos. Especialízate, recomendaban.
Pero necesito trabajar, argumentaba.
Pon tu despacho, le sugirió un contador, maestro en la Facultad de Contaduría y quien nunca lo había tenido.
Y con tantas puertas laborales cerradas apostó a llevar la contaduría de familiares, amigos, vecinos, conocidos.
Pero cuando hacia el final de la travesía aquella hizo el balance sumaron pocos los clientes.
Además, cubriendo bajos honorarios. Apenas para pagar impuestos porque también de alta fiscal se había dado.
Y sin una oficina. Trabajaba en casa. Sobre una mesita de madera que tenía de su época estudiantil.
Habló con sus padres y le dieron el visto bueno para migrar de Veracruz. Está en Cancún buscando oportunidad.

MARTES
Con el Dr. Simi

Ruth estudió en la facultad de Medicina. Cuadro de honor de promedio. El mundo le parecía a su servicio. Luego del servicio social, el infierno.
Creyó que las calificaciones le abrirían las puertas en el Seguro Social o en el ISSSTE. Y nada.
Y en el Hospital Regional de Veracruz, al lado de alguno de sus profesores. Y nada.
Tocó puertas en hospitales privados, y todas cerradas. Incluso, excedidos de personal.
Terminó en su pueblo abriendo consultorio en su casa.
Pero “ni las moscas se paraban”.
A veces, por ahí, un familiar. Otras, un paisano de colonia popular diciendo que porfis atendieran a hijo enfermo y que no tenían dinero para pagar la consulta ni para comprobar medicinas y que le obsequiaran medicinas de los agentes.
Volvió a la ciudad de sus estudios y aceptó chambita en farmacia del Dr. Simi. Incluso, tentada estuvo a disfrazarse de Dr. Simi.
Consultas, primero, pagadas a destajo. Y segundo, a comisión. Y tercero, el servicio médico si el paciente compraba en la farmacia del Dr. Simi.
Y, bueno, con tantos vientos huracanados, ahí está. Desde hace un año. Igual, igualito, que la mayor parte de su generación.

MIÉRCOLES
La IBM…

Jezabel estudió en la Facultad de Leyes. Primera oferta laboral, en un despacho jurídico y a comisión de los casos que le cayeran.
Nada, claro, le caía. Nadie la conocía. Nadie la buscaba.
Segunda oferta laboral: auxiliar de un litigante con la fama pública de que su despacho estaba en “El arbolito” que da sombra afuera de las Agencias del Ministerio Público y los juzgados.
Sí, el arbolito que está plantando en el camellón y en donde el litigante cita a los clientes con el pretexto de que enfrente están las oficinas jurídicas.
El abogado la utilizaba como “IBM”. Y veme… a traer unas copias. Y veme a engargolar este expediente. Y veme a traer un café. Y veme a traer una torta.
Y cuando iba al MP y/o los juzgados, la dejaba en la oficina de “El arbolito” por si llegaba un cliente.
Más que abogada, la miraba y trataba como secretaria. Ella que se sabía el Código Penal y Civil de memoria. Ella, hija de un abogado prestigiado.
Ni modo, quiso volar y buscó sus espacios. Pero tronchados sus alas en el frente de batalla, tocó la puerta, la gran puerta, de su padre. Y ahí está, en su despacho jurídico.

JUEVES
Fábricas de desempleados

Hay, por ejemplo, profesionales egresados de universidades trabajando como taxistas. Incluso, tiempo aquel cuando un chico que habla 4 idiomas, políglota, solo le quedó emplearse de taxistas.
Hay una chica vendiendo tupperware entre los parientes, los amigos, los vecinos, los conocidos y los recomendados.
Una chica como recepcionista de un despacho jurídico.
Caray, hay una chica con título profesional que en un momento estelar y definitivo de su vida decidió meterse de trabajadora sexual, porque en unas tres horas gana lo que en un mes en una chambita por ahí, atrás de un escritorio.
Inverosímil, hay egresados de colegios superiores trabajando con los carteles.
Por eso, la fama pública de que las universidades han terminado como fábricas de desempleados, pues “muchas cornadas dan el hambre”, la miseria, la pobreza, el desempleo, la recesión y la jodidez.
Además, una de las peores crisis de la educación superior es el mercado saturado y rebasado para los egresados.
El caos, por ejemplo, de las facultades de Comunicación.
Bastaría referir que en el estado de Veracruz hay veinticuatro escuelas, en tanto, cada vez medios escritos, hablados y digitales están cerrando y los periódicos más flacuchos.
Y nadie en la SEV, tampoco en la SEP, ni en la UNAM, que han otorgado los RVOE, aprieta tuercas.

VIERNES
¡Qué duro y rudo es vivir!

Marina estudió Comunicación. Entonces, se metió de reportera. Salario insultante. Ofensivo a la dignidad humana. Humillante. Y renunció.
Luego, primero vendió tupperwear. Después, organizó tandas. Lueguito, trabajó en un tendajón en la colonia popular donde vive.
Más tarde, puso fondita de picadas y gordas con cafecito de olla. Y que entra a la venta de ropa.
En su corazón y sus neuronas, también en el hígado, el rencor y el odio en contra de la facultad de Comunicación se le fue multiplicando.
Migró de Veracruz. Se fue a Estados Unidos, con unas amigas. Y allá sigue. Y ni modo trabaje en The Washington Post. O en Los Angeles Times que tantas oportunidades suele dar a los mexicanos.
Labora como trabajadora doméstica. Y la patrona está encantada con su sazón tan sabroso para la comida azteca en recuerdo de la fondita que tuvo aquí, en la tierra jarocha.
¡Qué duro y difícil y rudo es vivir! exclamaría el viejito del barrio.
Hace muchos años que estudiar una carrera universitaria dejó de ser garantía de una mejor calidad de vida.
Serán las universidades desfasadas por la realidad. Serán los planes de estudio. Será la formación académica que crea profesionales (y mal) para el empleo. Serán los mercados laborales saturados. Será el sistema económico, social y político. Serán tantos profesores improvisados. Será la mala suerte que buena se necesita.


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