Menos, mucho menos que el dictador de la República Dominicana, Rafael Leónides Trujillo, con mil mujeres.
Pero más allá de la complejidad sicológica de cada uno, Picasso fue un genio entre los genios. Y gustaba a las mujeres. Y las mujeres, incluso, lo disputaban.
DOS. “Después de Picasso, Dios”
Una de sus amadas amantes dijo: “Después de Picasso, Dios”.
Otra exclamó: “Sin Picasso, todas las mujeres no son nada”.
Otra dijo: “Yo soy la preferida; la número uno”.
Otra amante, quien enloqueciera luego de la ruptura con el pintor, caminaba en las calles y avenidas de París, sollozando la siguiente frase bíblica: “Yo soy Madame Picasso”.
Y ni siquiera, vaya, los perritos la seguían como, digamos, en la Alameda de la Ciudad de México a Nahui Ollín, la primera mujer que posara desnuda para un fotógrafo en México.

TRES. Disputado por mujeres

Una examante avisaba a las demás: “Cuando Picasso te deja… te vuelves invisible”.
Otra, alertó a las otras: “El día cuando Picasso pinta la cara de otra mujer significa que ya te cambió”.
Pintaba Picasso su mural Guernika. Entonces, dos mujeres llegaron a su estudio riñendo para saber la preferida, pero más aún, que el pintor dijera con quién de ellas se quedaba.
Dijo el pintor:
“Yo no tengo quejas de ninguna de ustedes. Ustedes, arréglense”.
Y las dos mujeres se volvieron hembras y se agarraron a madrazo limpio.
Picasso, las miraba y sonreía, complacido.

CUATRO. Gran seductor

Era Matisse uno de sus pintores contemporáneos. Entonces, Matisse le dijo:
“Déjame pintar a tu esposa”.
Picasso lo miró con rabia. Se calmó, volcán en erupción que era. Luego, reposado, le dijo: “Tú también déjame pintar a tu esposa. Pero ya sabes, las mujeres que posan para mí posan desnudas”.
Matisse dio marcha atrás.
La esposa de Modigliani solicitó a Picasso permitiera que en su exposición pictórica incluyera unos cuadros de Modi… esperando los vendiera.
Picasso fue concreto: “Sí, sí, claro. Pero posas para mí”.
Y posó.

CINCO. Cuidaba de sus mujeres

Era un hombre encantador. Renegaba de Dios, pero se enternecía con el vuelo de una mariposa. Jugaba a las escondidas con sus hijos menores. Se ponía flores en las orejas y hablaba como un gay. Bailaba, solito, delante de su pareja en turno.
A todas, sin excepción, inmortalizaba con sus cuadros pictóricos.
A una de sus mujeres compró una mansión en un poblado rural, a orilla del mar. Pagó con un cuadro pictórico. “Tú, decía a la mujer, vales un cuadro”.
Entonces, pintaba varios cuadros y se los regalaba. “Ten para tus ahorros” les decía.

SEIS. “Soy más grande que Dios”

Nacido en 1881, a los 8 años de edad pintó su primer cuadro. Y hacia 1973, cuando falleciera su producción artística era la siguiente:
Trece mil pinturas. Cien mil impresiones. 34 mil ilustraciones. 300 esculturas.
“Soy más grande que Dios”, decía. Y lo decía en serio, porque, argumentaba, creaba personajes imaginarios y recreaba personas reales. Y les daba nueva vida.
Fue un genio y ninguna mujer resistía a sus encantos. Y cuando alguna que otra mujer le amenazaba con abandonarlo, si le importaba, le lloraba “a moco tendido” hasta que las lágrimas las compadecieran.
Lo aceptaban. Pero él seguía con la infidelidad. El pintor infiel de la historia…