El anacoreta de Cantarranas
•Alergia a “Las mañaneras”
•Mejor cambiar de canal
UNO. El anacoreta del pueblo
El anacoreta de Cantarranas lo confiesa: desde hace ratito, ha dejado de leer y escuchar los discursos de “La mañanera”.
Pronto, demasiado pronto, llegó al desencanto social, económico y político, igual, igualito, que cuando le sucediera en sexenios anteriores.
Luis Velázquez
Cada vez que de pronto, buscando un programa televisivo se topa con “El preciso” en rueda de prensa, pronunciando un discursito, en gira, etcétera, en automático cambia de canal.
Y si en el canal próximo también reproducen el mismo chorizo, de nuevo brinca al siguiente.
Y si en el siguiente la misma cantaleta, entonces, el anacoreta de Cantarranas apaga la tele. O en todo caso, brinca a los canales de las películas para ver si por ahí estuviera Demi Moore en la película “Streap-tease”.
DOS. Vivir sin el discurso oficial
El anacoreta, quien vive en una cueva a orilla del río Jamapa, desea vivir la libertad a plenitud y como pronto se hartó de la “tozuda terquedad” del Edén, entonces está seguro que la felicidad superior es vivir lejos, lo más lejos posible, del discurso oficial.
Y entre menos información y conocimiento tenga de “la cosa pública” y de las tribus políticas más enaltecerá su calidad de vida… casi casi como los monjes en el monasterio.
TRES. Una vida sencilla y fascinante
En su cueva tiene una estampita religiosa de José Mujica, el ex presidente de Uruguay.
Uno, porque en su momento fue, y así entró a la historia y a la inmortalidad, el presidente más honesto, honesto entre los honestos, del continente.
Segundo, por la vida tan simple y sencilla que llevaba.
Por ejemplo, manejando él mismo su viejo automóvil VW desde las goteras de Uruguay donde vivía al Palacio Nacional, incluso, dando el aventón a los vecinos en el camino.
CUATRO. El mesías esperado
Tercero, porque tenía un jardín donde sembraba y cultivaba flores, pero también hortalizas, para alimentarse.
Cuatro, porque tenía un perrito, al que faltaba una pierna, y que adoptara en la calle.
Cinco, porque nunca en su discurso el rollo populista, mesiánico ni demagogo.
Sexto, porque jamás “se tiró incienso a sí mismo” ni permitió que el gabinete legal y ampliado lo hiciera.
Séptimo, porque los más de veinte años como preso político en las cárceles de Uruguay, estuvo acompañado de su esposa, también presa política.
CINCO. Vivir lejos del bullicio
Pero cuando el poder se ejerce dándose “golpes de pecho” de purificación moral, satanizando a los adversarios y enemigos, repitiendo el mismo discurso excluyente desde hace tres años, entonces, de nada se pierde el ser humano.
Por eso, el anacoreta de Cantarranas prefiere leer y releer sus viejos libros y pasar los últimos años en el campo, sembrando maíz y frijol, y ordeñando una vaquita para tomar lechita fresca en cada nuevo amanecer.
SEIS. Dos muditas de ropa
El anacoreta mira películas en la tele. Desde filmes nacionales con los clásicos hasta extranjeros.
Vive acompañado de un perrito que también levantó en la calle y andaba solo y todos los días está a su lado en el surco y también en la cueva.
Y únicamente tiene dos muditas de ropa y un par de zapatos tenis. Una mudita es color café y la otra azul. Y una usa y la otra lava. Y gracias al solecito se secan pronto y rápido.
Y en el pueblo tiene un hijo que le cobra la pensión y le lleva el dinerito, pero en puro bastimento.