Circo de enanos
•El enano más chiquito
•Alcalde ocurrente
ESCALERAS: La felicidad colectiva se instaló en el pueblo cuando llegó un circo de enanos. Eran unos diez y entraron por la calle principal desfilando en fila india. Uno tras otro. Del más alto al más diminuto. Del más viejo al más joven.
Atrás de ellos, un par de elefantes viejos y reumáticos. Y un león más viejo que en el desfile la pasó dormitando en su carroza con todo y que la tarde era tibia y fresca.
Según la versión que de inmediato corrió de boca en boca los diez enanos buscaban a su “Alicia en el país de las maravillas” de pueblo en pueblo.
Luis Velázquez
PASAMANOS: Iban por quince días y quedaron un mes, el suficiente, en efecto, para encontrar a su Alicia en la tierra soñada.
Fue una chica de unos 20 años de edad, soltera, bonita, hermosa, fascinante, de piel blanca y caballera larga que a veces se la pintaba de amarillo oro y otras ocasiones de café.
Y, bueno, aun cuando el corazón le aleteaba con el jefe de los enanos más bien se fue con ellos por simpatía, digamos, soñando con volverse la Alicia del siglo XX.
CORREDORES: En la tarde y noche daban par de funciones. Todos eran payasos. Tres, cirqueros. Y hacían maromas en el aire pero a un metro de la tierra y con una colchoneta abajo para caer en tierra suave y segura.
Tres chicas eran modelos y tenían en aquella diminuta estatura un talle juncal y se movían a ritmo candente luciendo sus caderas como una chica de color bailando salsa.
La virtud de los enanos era que tenían chiste y gracia para contar con gracia y donaire los mejores chistes de su repertorio, tantos, que durante aquel mes nunca los repitieron, según contó tiempo después el cronista del pueblo, un profesor de escuela primaria.
BALCONES: En uno de aquellos días, el presidente municipal agarró la jarra en una comelitona y con los suyos llegó al circo a la función de la noche, entrado en copas.
Entonces, a la mitad de la función se puso de pie y preguntó a la concurrencia si les parecía un concurso del enano más chiquito con un premio que daría el Ayuntamiento de tres mil pesos.
Y como todos votaron a favor y con aplauso, los enanos enfurecieron por la ocurrencia edilicia, pero ni modo, ante los aplausos de la gente aceptaron.
El jurado fue elegido entre los asistentes y el secretario del Ayuntamiento dio fe del aquel raro y extraño y ocurrente certamen.
Ahí mismo fueron entregados los tres mil pesos al enano más chiquito.
Dos, tres días después, los diez enanos levantaron el circo y se fueron sin decir adiós. Pero llevándose a su “Alicia en el país de las maravillas”.
PASILLOS: En la segunda mitad del siglo pasado, el circo de los enanos fue la noticia de ocho columnas confirmándose la teoría sociológica de que “pueblo chico infierno grande” y como nada nuevo sucedía, entonces, los enanos significaron una emoción social.
VENTANAS: Nunca más volvió a saberse de ellos. Se retiraron del pueblo heridos y molestos con la ocurrencia del alcalde borracho.
Incluso, Alicia, la chica, jamás regresó a la población para estar con los suyos. A veces, enviaba cartas a la familia, pero más bien eran telegramas diciendo que estaba bien de salud y a gusto con los enanos.
Nunca quiso enredarse con alguno de ellos por temor a tener un hijo enano.