País de resignados
•Ciudadanos dóciles
•Cero protestas
UNO. País de resignados
Durante siglos, el país “ha sido entrenado para la impotencia y la resignación”.
Y la resignación significa, entre otras, cruzarse de brazos ante la adversidad y los vientos huracanados y esperar la muerte.
Los trescientos años de la conquista española.
Luis Velázquez
Los 33 años de la dictadura porfirista. Los 15 años de Benito Juárez. Los 71 años de la dictadura priista, interrumpida por el panismo con Vicente Fox y Felipe Calderón y que fue otra forma dictatorial.
El resultado social es fatídico. 6 de cada diez ciudadanos, en la pobreza, la miseria y la jodidez.
Lo peor entre lo peor, medio millón de habitantes de Veracruz analfabetas.
DOS. Reparto del botín
En el otro lado del palenque, las tribus políticas repartiéndose el botín.
Caray, insólito, las cúpulas eclesiásticas en los 300 años de la dominación española, dueñas de los diezmos y que les permitieron coleccionar bienes materiales, como casas, edificios, ranchos, ganado, y de ñapa, hasta prestamistas se volvieron.
Luego de la dictadura porfirista, tan solo en Veracruz, hacia el año 1930, y durante aquella década, unos cuarenta mil ejidatarios asesinados porque defendían su legítimo derecho a la parcela como parte de la enconada lucha agraria con los latifundistas.
TRES. Muchos años de dominación
Más de cuatrocientos años hemos pasado dominados por los clanes políticos, militares y eclesiásticos.
Perdimos el legítimo derecho humano a vivir con dignidad y con mejor calidad de vida.
Pero también perdimos la capacidad de la protesta y la inconformidad social para exigir en la barandilla pública los derechos establecidos en la Constitución General de la República.
Insólito, por ejemplo, que hoy el país siga desangrándose con los secuestrados, desaparecidos, asesinados, sepultados en fosas clandestinas, cercenados, pozoleados con químicos y arrojadas las cenizas a los ríos para ser arrastradas aguas abajo y desaparecer todo rastro humano.
CUATRO. Represión igual a impotencia
Fuimos entrenados para la impotencia.
Por aquí se daba y concitaba una protesta callejera o carretera, en automático, la autoridad enviaba a la policía represora para que, a base del tolete, la macana, los gases lacrimógenos y la madriza aplacar toda insubordinación social.
Algunos casos, entre tantos otros: el movimiento estudiantil del 68, el diez de julio de 1971 con “Los halcones”, la guerra sucia, la protesta médica del Seguro Social, Ayotzinapa, Nochixtlán, Tlataya y San Fernando, Tamaulipas.
Nada tan indicativo hoy como la represión contra los migrantes de América Central (Honduras, Guatemala y San Salvador, y hasta de África y Haití) en la frontera sur para evitar que ingresen al país y caminen a Estados Unidos.
CINCO. Desdén oficial
La autoridad sueña con que los familiares de los desaparecidos, integrados en Colectivos con padres y familiares, dejen de exigir cuentas claras.
Es decir, reducir a todos a la resignación, casi casi, el fatalismo con aquella frasecita literaria de Carlos Fuentes Macías de que ni modo “¡Aquí nos tocó vivir y qué le vamos a hacer!”.
Por eso, el desdén y el menosprecio oficial a tantos y tantos desaparecidos.
SEIS. República amorosa de eunucos
Las tribus políticas serían felices con un país de eunucos. Que nunca, jamás, levantaran la voz y protestaran. Ciudadanos de a pie que fueran dóciles y sumisos.
Pero resignarse significa doblarse, arrodillarse, reducirse a la nada, hincarse ante el mando superior, llámese presidente municipal, gobernador o presidente de la república.
Más, cuando todos venimos a la vida para luchar y seguir luchando, sin tregua, con estrategia, para lograr el objetivo, y que es el derecho a una mejor calidad de vida.