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Lunes 13 septiembre, 2021

Mejor escuela de Periodismo

•El teletipo y el linotipo
•Olor a tinta en la rotativa

UNO. Trío de máquinas prodigiosas

En el siglo pasado, un reportero confirmaba su vocación periodística para contar historias cuando estaba frente a un trío de máquinas prodigiosas, como si fuera el primer viaje del hombre a la luna.

Luis Velázquez

La primera era el teletipo que las 24 horas del día estaba prendida y por donde llegaban las noticias de los 5 continentes enviadas por agencias noticiosas del país y del extranjero.
Era maravilloso aquel prodigio de letras y palabras y oraciones y frases construidas por los trabajadores de la información y en donde el encargado iba recortando el papel con cada noticia y que clasificaba según el contenido.

DOS. Reportero en acecho

Muchos periodistas solían vigilar el teletipo para informarse “al rojo vivo”.
Uno de ellos fue Manuel Mejido, originario de Tierra Blanca, Veracruz, en Excélsior en la ciudad de México.
Entonces, y de pronto, empezó a leer montón de noticias sobre sospechosos movimientos en Chile y leyéndolos en conjunto tuvo la sensación y el olfato de que antes de que el gallito cantara tres veces, Chile sería noticia espectacular.
Entonces, tomó el avión a Chile y llegó días antes del golpe militar del general Augusto Pinochet a su amigo, el presidente Salvador Allende.

TRES. Milagro celestial

La otra máquina fabulosa era el linotipo. Un aparato gigantesco que parecía elefante y en donde el linotipista escribía las notas informativas mecanizando el proceso de composición de un texto para convertirlo en lingote e imprimirse.
Entonces, y en vez de que en el otro extremo del linotipo salieron renglones comunes en una máquina de escribir aparecían los lingotes de metal y que servían para formar las páginas de la edición del día.
Aquel viaje era prodigioso como si fuera un milagro celestial.

CUATRO. Adicto a la tinta del periódico

La tercera máquina, y la única que todavía se conserva en los medios impresos, es la rotativa, allí donde se imprimen los periódicos y las revistas.
Un genio metafísico la habría inventado. Un historiador dice que fue en 1845 Richard March Hoe, aun cuando luego, y como es lógico y natural, se fue puliendo.
Todo un mecanismo fascinante para imprimir el periódico paso a paso, de departamento en departamento.
Por eso mismo, una leyenda bíblica es que todo reportero o aprendiz que por vez primera huele la tinta de la rotativa nunca deja el periodismo y se vuelve un adicto.

CINCO. Tertulias en talleres

Albert Camus, premio Nobel de Literatura, fue director de un periódico clandestino en Francia. El diario “Combat”.
Camus era dichoso cuando luego de su chamba iba a los talleres para platicar con el linotipista y los compas a cargo de la rotativa.
Incluso, solía cenar tortas y tacos con ellos y luego fumar varios cigarritos contando la historia y los chismes de cada día. Y sonriendo y pitorreándose de todos y con todos nomás por el puro gustito.

SEIS. La mejor facultad de Periodismo

Carlos Denegri fue calificado por don Julio Scherer García como el mejor reportero del siglo pasado, pero “el más vil”, decía.
Y cada noche, en la madrugada, hacia la una de la mañana, Denegri llegaba a los talleres de Excélsior para dar la última revisada a la columna periodística que publicaba y en donde dada la amistad con el linotipista hacía cambios.
Nada enriqueció tanto la vida de los reporteros del siglo pasado como acercarse al teletipo, el linotipo y la rotativa.
Eran, con la calle y la sala de redacción, la mejor Facultad de Periodismo.


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