cargando

En twitter:

Martes 13 julio, 2021

Muere reportero de la vieja guardia

•Evaristo Gutiérrez Ramírez, periodista de la nota roja, falleció en el famoso barrio de La Huaca

•Ejerció el periodismo en medio de la revuelta duartiana de pólvora y sangre que acabó con la vida de muchas personas

•Le tocó cubrir la balacera donde murió el temible cacique Toribio "El toro" Gargallo

•Cronicó el frente de batalla con borrachos detenidos, maridos enloquecidos por los celos y balazos en colonia popular/Ignacio Carvajal

  • Evaristo Gutiérrez. QEPD

  • "Evagura", el último reportero de nota roja de la vieja guardia

Evaristo Gutiérrez Ramírez, Evagura, murió en el barrio de La Huaca, en el puerto de Veracruz, ciudad que amó y sufrió hasta el último día de su existencia.
Un día vio cómo sus amigos y colegas de trabajo, en El Duartismo, eran alcanzados por la violenta disputa entre cárteles de la droga en la zona conurbada: Los Zetas contra el Cártel de Jalisco y las fuerzas del Estado, en medio de toda esa revuelta de sangre y pólvora que acabó con la vida de muchas personas. A otra tantas las desaparecieron.
Soportó el asesinato de Roberto Marcos en 2006, allá por la zona de Antón Lizardo, pero cuando Veracruz fue declarado el peor sitio para ejercer el periodismo, Evagura hizo un alto en su vida y decidió retirarse del oficio.
Con todo el dolor de su alma, le quitó la torreta de ambulancia a su coche viejo -la que usaba para abrirse camino cuando iba a cubrir alguna nota, archivó su libreta de apuntes y colgó sus zapatos de reportero.
“Esto ya no es para mí, es mucha la violencia, mejor dedicaré el tiempo que me queda a mi familia, a viajar y a viajar”, contó alguna vez en una noche de copas, durante su dolorosa despedida, hace poco más de 10 años.
De Evagura fueron las calles de Veracruz, las escenas del crimen, los hechos de violencia, cuando el ejercicio del periodismo de nota roja no era tan riesgoso para el reportero.
Le tocó cubrir esa balacera donde el gobierno dio muerte al temible cacique Toribio El Toro Gargallo.
Le tocó cubrir toda historia del secuestro del hijo de Mauro Loyo Morales, uno de los más prolongados de la historia, pues el hijo del notable neurólogo estuvo privado de la libertad durante siete meses, después de que un comando armado se lo llevó a las afuera de su rancho, en Medellín de Bravo, durante el sexenio de Fidel Herrera Beltrán.
Fue reportero de la guardia nocturna que operaba en el puerto jarocho, en la que se cubrían desde el borracho que chocaba aparatosamente, la detención de maridos enloquecidos por los celos durante el fin de semana, balazos en alguna colonia popular o grandes robos a plazas comerciales.
Cuando se dio el cambio de gobierno de Fidel Herrera a Javier Duarte de Ochoa, las reglas del juego en la cobertura de la nota roja cambiaron.
Ejecutaban en las calles lo mismo a agentes de tránsito, abogados, policías, vendedores de droga… y reporteros.
Al poco tiempo Veracruz fue declarado como uno de los peores estados para ejercer el periodismo.
Mucho más peligrosos que países de África o de Medio Oriente, donde hay terrorismo y Estado Islámico.
Evaristo vio morir a su exjefe, Miguel Ángel López Velasco, y a su familia.
A su amiga, Yolanda Ordaz, reportera de Notiver que fue decapitada y cuya cabeza fue lanzada a las afueras de un diario en Boca del Río.
A su gran amigo Gabriel Huge, “El Mariachi”, quien gozaba infinitamente gastarle bromas pesadas a Evaristo, y después contarlas por la frecuencia a sus demás colegas.
Le dio el adiós a Juan Mendoza, El Cuervo, reportero de El Dictamen que de día manejaba un taxi al mismo tiempo que iba a cubrir hechos de policiaca, al que asesinaron por Colinas de Santa Fe, tratando de aparentar un accidente vehicular.
Y a su amado compadre y alumno, Pedro Tamayo Rosas, asesinado en Tierra Blanca cuando se encontraba cuidando a su nieto recién nacido.
Aquejado por las deudas, el comiendo de malestares en su salud, y sin el respaldo de la empresa periodística a la que dio años de su vida cubriendo la nota roja, Evaristo se abrió por completo de los medios de comunicación.
Su viejo coche que usaba para cubrir la nota del día, lo empleaba ahora para irse con su esposa Adela Miguel Gutiérrez, a las colonias populares del puerto de Veracruz para vender antojitos y montar un bazar de venta de ropa usada.
Durante años, mientras se daba la violencia contra la prensa en el estado de Veracruz, corresponsales de todo el mundo y de los medios de comunicación más importantes, intentaron una entrevista con Evaristo Gutiérrez, y dar a conocer la historia de que había dejado casi 30 años de carrera como reportero de nota roja, acosado por el temor de ser el próximo en la lista de periodistas asesinados.
En la plenitud de su carrera, reconocido en el gremio jarocho como reportero policiaco, y cuando casi todos los de su camada ya habían sido asesinados o mejor se habían desplazado de la ciudad para evitar ser asesinados, Evagura lo dejó todo para irse a vender empanadas y picadas entre las colonias pobres de Veracruz.
Los antojitos los preparaba su esposa y él se encargaba de poner la mesa, de cobrar y estar pendiente de lo necesario para el puesto y sus clientes.
En muchas ocasiones, se le solicitó dar una entrevista sobre sus vivencias como reportero, y que explicara la violencia que padecía la prensa en Veracruz, que ya les había costado la vida a varios, y nunca quiso figurar.
En el más absoluto silencio de un monje budista, Evagura se marchó del mundo de los medios de comunicación sin buscar el protagonismo que muchos de la prensa sí aprovecharon para hacerse de beneficios como becas, viajes, recursos en efectivo, etc.
Si alguien sabía qué había pasado con Veracruz, que se volvió tóxico para la prensa, era Evaristo Gutiérrez, que, de gran reportero de la nota roja, pasó a ser comerciante, y poco tiempo después, peluquero del barrio de la Huaca, donde tenía su domicilio.
Alguna vez contó que fue director del diario la Crónica de Tierra Blanca.
Había llegado hasta allá con la promesa de un buen trabajo y un capital para sacar adelante a su familia, y allá comenzó a realizar un periodismo crítico, combativo e incómodo para todas las élites sociales de esa ciudad de la Cuenca del Papaloapan.
Evagura en poco tiempo se ganó la incomodidad de buena parte de los potentados de la ciudad, y el respeto de los lectores.
Al grado de que, para sentirse cómodo, se hacía acompañar de una escopeta recortada para usarla como medio de defensa cuando andaba dando cobertura a sus notas.
Fue tal el odio que le tomaron los grupos políticos locales en Tierra Blanca, que un vez, desde el palacio municipal, para la quema del mal humor que daría inicio al Carnaval de Tierra Blanca, propusieron quemar al director del Diario de Tierra Blanca, como una forma de demostrarle que ahí, los ricos y los políticos, no lo querían.
Fue así como desde el cabildo se aprobó quemar una botarga de papel maché, alambrón y engrudo al que llamaron “El Evacronico”, en clara referencia a su persona y al diario donde trabaja.
Fue así como una turba alcoholizada se hizo de palos, fuego y piedras para llevar a una plaza pública al famoso “Evacronico”, al que le prendieron lumbre y todos bailaron y festejaron ese acto de protesta contra el director de la Crónica de Tierra Blanca que, al poco tiempo, mejor se regresó a Veracruz para seguir su carrera como reportero de nota roja.


Deja un comentario

Acerca del blog

Blog de noticias desde Veracruz.
Aquí, deseamos contar la historia de cada día.
Y cada día es un nuevo comienzo.
Y todos los días se empieza de cero...

Portal de noticias de Veracruz.