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Escenarios
Jueves 10 junio, 2021

70 años de antigüedad laboral

•Caso insólito en el mundo
•Empujando la carreta...

UNO. 7 décadas de trabajadora doméstica

La señora Ruth Bonilla tiene 70 años de antigüedad como asistente doméstica y ha trascendido todos los parámetros de la Ley Federal del Trabajo.
La ley, por ejemplo, señala que a los treinta años de antigüedad

Luis Velázquez

la persona puede jubilarse.
Hay reformas por ahí que añadieron unos 5 años más.
Pero con todas las de la ley ella está más allá del bien y del mal. Nadie se equivocaría si pensara y sintiera que ella forma parte de aquel inventario familiar.
Por fortuna, la familia la trata bien y de hecho y derecho, parece un miembro más en aquel hogar.
Vio nacer y crecer y vivir atenta de varios hijos de la patrona.

DOS. Lúcida a los 80 años

Ella tiene ochenta años de edad y como su parentela es longeva está muy lúcida que hasta se acuerda del día cuando la bautizaron en la iglesia de su pueblo.
Pero también está sana. Y nada le duele. Ningún mal padece. Todos los días, en las tardes, camina una hora sin detenerse en una banca sobre el bulevar. Les da “veinte y las malas” a las amigas de la faena doméstica.

TRES. Trabaja desde los 10 años

La señora Ruth llegó con la familia asignada a los diez años de edad. Entonces, la patrona le puso un banquito de madera para treparse frente al lavadero de los trastes que le tocaba lavar luego de cada comida.
Después, pasó a la limpieza de la casa con la barrida con escoba y a pasar jerga.
Luego, lavar y planchar. Y de inmediato, la enseñaron a cocinar.
Hacia los quince años era la chef más respetada en el barrio con toda la enjundia y la energía inacabable de los años juveniles.

CUATRO. Miró nacer a los hijos de la patrona

Le tocó el nacimiento de cuatro de los hijos de aquel matrimonio y también se ocupaba de ellos. De hecho y derecho, como si fueran hermanos menores. Incluso, hasta le tocó jugar con ellos. Y cada noche, los arrullaba para dormirlos con una sonrisa.
Los hijos de aquel matrimonio fueron creciendo al lado de ella y varios años después los miraba y sentía como hijos.
Desde luego, cuando creció y fue tiempo del primer amor tuvo espacio y tiempo para la convivencia.
Y día llegó cuando contrajo matrimonio, pero al mismo tiempo, siguió trabajando con aquella familia pues significaba un ingreso más, su esposo un mecánico que ganaba el salario mínimo.

CINCO. Empujando la carreta

Doña Ruth construyó su vida alrededor de dos familias. La familia donde trabajaba y la familia formada con su pareja y dos hijos.
Sus padres le cuidaban a sus hijos y ella cuidaba a los hijos de aquella pareja.
Un día, cuando lo advirtiera, tenía ya cuarenta, cincuenta, sesenta años de antigüedad y como sucede cuando el cordón umbilical se entierra en el pueblo, resultaba una hazaña titánica deslindarse de la familia y los hijos donde laboraba.
Y siguió pa’lante empujando la carreta.

SEIS. Felices días

Ella también es la única mujer en el mundo con un par de hogares y en donde es feliz en ambos.
Además, feliz porque en los dos lados siente y vive y se alimenta de la reciprocidad, a tal grado que uno y otro hogar la reclaman como suya.
Ella es viuda. Sus dos hijos están casados y tienen sus hijos, nietos de ella. Y cada ocho días está con ellos y los días son felices y dichosos.


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