En Alvarado, por ejemplo, tiempo hubo cuando la Casa de la Cultura imprimió un folletín con un número insólito, casi casi toda la población, de apodos contando la historia de cada uno de los habitantes del pueblo.
Ahora, el OPLE, Organismo Público Local Electoral, respetando la fuerza de la costumbre registró a candidatos a presidentes municipales y diputados con los alias, porque, claro, si quedaran inscritos con su nombre de pila, nadie los identificaría y nadie votaría por ellos.

PASAMANOS: En nota indicativa de Isabel Ortega, en AVC Noticias, enlistan algunos motes con que los suspirantes a un cargo de elección popular fueron registrados y así aparecerán en la boleta.
Entre otros, los siguientes:
El Pulques, Lady Pestañas, La Perra, La Zorra, El Piojo, El Pastelero, El Orejón, El Mapache, El Lobo, El Pulpo, Chuco Chacora y La Charra.

CORREDORES: En el tiempo de algunos gobernadores, la fuerza de la costumbre de los apodos era débil para llegar a la autoridad electoral.
De lo contrario, algunos candidatos habrían sido registrados con los sabrosos epítetos.
Fernando López Arias, El Chueco. Rafael Murillo Vidal, El Chocho. Rafael Hernández Ochoa, El Charro.
Fernando Gutiérrez Barrios, El Chulo. Miguel Ángel Yunes Linares, El Chucky.

BALCONES: En el año 2024, varios políticos están suspirando por la candidatura a gobernador de Veracruz.
Entonces, y de ser nominados, bien podrían registrarse en el OPLE con sus apodos.
Por ejemplo, Éric Patrocinio Cisneros Burgos, El Bola Ocho.
Zenyazen Escobar, El Strippero.
Miguel Ángel Yunes Márquez, El Chiquis.
Ricardo Ahued Bardahuil, El Arabe o El Hidalguense.
Julen Rementería del Puerto, El Vasco.
Joaquín Guzmán Avilés, El Chapito.
Quizá así, como ahora sus homólogos candidatos a presidentes municipales, pudieran escalar en la posibilidad electoral tanto interna en su partido político como en las urnas.

PASILLOS: Es más, “al paso que vamos”, la fuerza de los apodos está derrotando a la fuerza del apelativo.
Entonces, y en el tiempo de la 4T, valdría la pena una reforma a la Ley del Registro Civil, creada por Melchor Ocampo y palomeada por Benito Juárez cuando vivía en el puerto jarocho, para que cuando los niños nazcan en vez de un nombre y apellido sean registrados con un apodo.
Y, bueno, si el mote con que se bautice e inscriba en el Registro Civil sufriera la influencia de otro apodo, la ley es clara, si ahora la persona puede cambiarse de nombre también de apodo.
Caso indicativo y significativo. Ana Guadalupe Ingram cambió a Anilú y en el palenque político terminó identificado como Anilucas.

VENTANAS: Por encima de la ley, las costumbres, la idiosincracia y los hábitos en un pueblo está el ingenio, el pitorreo, el despapaye, el sentido del humor, el chascarrillo, incluso, la broma y el escarnio y que palabas mayores son considerando los derechos humanos.
En el caso, los apodos se impusieron a los nombres para el registro en el OPLE de los candidatos.
Y, claro, hay apodos pesados, duros y rudos, pero ni modo, la fuerza popular así fue imponiéndose y la persona aceptando su realidad.
Bien valdría la pena escribir un libro en cada pueblo con los apodos de cada habitante… como en Alvarado.