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Diario de un reportero
Sábado 24 abril, 2021

El albañil de la palabra

•El periodista y el político
•Amasiato por conveniencia

DOMINGO
El albañil de la palabra



Un reportero, como un novelista, un cuentista, un poeta, es un albañil de la palabra. Su oficio consiste en pegar ladrillo sobre ladrillo, palabra sobre palabra, hasta levantar un muro y lograr una página.
Las 28 fascinantes y mágicas letritas del abecedario son para el reportero lo que la cuchara, el ladrillo y la mezcla para el albañil. Instrumentos de trabajo.
Reportero y albañil son unos orfebres, ambos ligados al trabajo creativo. El albañil construye una casa, una mansión, un edificio, una torre, un puente. El periodista, una nota informativa, una crónica, un reportaje.
El reportero también es como un coleccionista de conchitas a la orilla de la playa y que era, por ejemplo, el gusto de Pablo Neruda quien tenía en Isla Negra unas quince mil conchitas recogidas en las playas en sus viajes alrededor del mundo, entre ellas, conchitas del Golfo de México, en Veracruz, cuando por aquí pasara.

Luis Velázquez

Hay quienes también dicen que el reportero es un coleccionista de flores. Por eso, la analogía aquella de que un albañil de la palabra puede dar flores pero también espinas y cardos, según las tome cada uno.
Como el caso, por ejemplo, de la colega Noemí Valdés, de Notiver, con el secretario General de Gobierno, Erik Cisneros, y el góber de la 4T.

LUNES
Palabras como espinas y cardos

Un reportero pasa la vida acomodando palabras en la computadora, antes, mucho antes, en la máquina mecánica que portátiles existían y podían cargarse al hombre como un fusil.
A veces, las palabras son acomodadas de tal manera que de la obra creativa emana el incienso. Las palabras, convertidas en miel, digamos, y siempre, para la gloria mundana.
Incluso, y por eso mismo, la frase bíblica en los clubes de reporteros y escritores de que “yo te alabo y tú también. Yo te cuestiono y tú igual”.
Pero las palabras también suelen juntarse una tras la obra como espinas y cardos. Y entonces, el reportero se vuelve incómodo e indeseable.
Más, mucho más, cuando se está en el poder público, encumbrado, en lo más alto de la cresta.
Con todo y que, por ejemplo, Héctor Lavoe, el gran salsero de América Latina, describe la vida efímera de las palabras, de las letras, del periodismo y del amor, claro.
“Tu amor es como el periódico de ayer. En la mañana noticia fresca. Al mediodía empieza a olvidarse. Y en la tarde ya nadie se acuerda”.
Por eso, en el templo de Minerva hay un altar dedicado al olvido.

MARTES
“Las palabras multiplican la vanidad”

Las palabras bien acomodaditas en la pantalla tecnológica pueden enloquecer a la persona. El novelista y periodista, Fernando del Paso (Noticias del Imperio, José Trigo, Palinuro de México) recuerda algunos casos.
Virgilio, el poeta romano, pensaba que las palabras lo llevarían a la fama mundial.
Schopenhauer se deleitaba con las palabras y enaltecía su amor propio.
Goethe se dolía de su impopularidad, insuficientes que habían sido las palabras, decía.
Voltaire vivió dolido contra quienes lo ignoraban.
Shakespeare soñaba que con las palabras tendría vida eterna.
Petrarca soñaba con sobrevivir a los siglos gracias a su oficio de albañil de las palabras.
Stendhal aseguraba que con las palabras dejaría una obra perfecta para la eternidad.
Gustave Flaubert se quejaba de la incomprensión de los lectores.
Oficio ingrato el de las palabras, nunca James Joyce, León Tolstói, Emilio Zolá, Italo Calvino y Jorge Luis Borges, fueron merecedores del Premio Nobel de Literatura.
¡Vaya paradoja!, todos los políticos buscan la fama. Y en la obsesiva obsesión, hasta forman un Cartel Mediático para ser cortejados con incienso a su paso.
Bien escrito está en el Eclesiastés. “Las palabras multiplican la vanidad”.

MIÉRCOLES
Incienso y loas

José Pagés Llergo, el periodista fundador del semanario Siempre!, decía que el reportero enfrenta dos caminos.
Uno, es fácil cuando, por ejemplo, utiliza las palabras para alabar a los políticos.
Y el otro, difícil, cuando el reportero cuenta los hechos y las historias como son, por más desgarradoras que sean.
En 41 ocasiones, el dictador Porfirio Díaz Mori encarceló al periodista y activista político, Ricardo Flores Magón, contra quien “a tiro por viaje” apretaba su Magnum contando historias duras y rudas en el periódico Regeneración.
En 36 ocasiones, Porfirio Díaz también encarceló a Filomeno Mata, el director general del “Diario del Hogar” y en donde se imprimía Regeneración.
Cada reportero y cada medio, entonces, decide su vida. Si lanza flores a las tribus políticas del momento, o por el contrario, escribe los hechos como son por más ríspidos.
Y como en el caso de Nohemí Valdés, si los investiga.
Quienes están en el poder se creen infalibles. Yo soy el Estado decía Luis XIV.

JUEVES
Amasiato por conveniencia

Juan Luis Cebrián, el reportero fundador del periódico El País, de España, decía que entre un político y un reportero hay una relación de acercamiento y distancia… de acuerdo con los vientos sexenales.
Julio Scherer García, el director de Excélsior que catapultó a la fama mundial, aseguraba que entre el político y el periodista existe un amasiato por conveniencia, pues ambas partes suelen utilizarse.
¡Ay, sin embargo, cuando el albañil de la palabra escarba debajo de las piedras los hechos que por razón natural el político suele esconder o tiende a ocultar!
Enfurecido con Mario Renato Menéndez Rodríguez, el director del semanario Por qué?, el presidente Gustavo Díaz Ordaz ordenó que las oficinas y los talleres fueran incendiados.
Luego, ordenó al capitán Fernando Gutiérrez Barrios encargarse del exilio del reportero incómodo y mientras las instalaciones de Por qué se quemaban lo trepó a un avión en el aeropuerto de la ciudad de México camino a Cuba.

VIERNES
El político y el reportero

Artesano del lenguaje, cada reportero elije la forma de acomodar las 28 letritas del abecedario para crear y recrear palabras en un texto.
Y si decide contar los hechos con la crudeza de que están arropados, entonces, sabrá que cuando se sale de noche suelen aparecer fantasmas.
Y es que los políticos, dueños del poder gubernamental, jefes máximos del presupuesto oficial y de parte de los poderes Legislativo y Judicial y de las corporaciones policiacas, se creen enviados de un Ser Superior para salvar la tierra.
Así es cada sexenio y cuatrienio y trienio.
Por fortuna, el cargo público dura, máximo, 6 años. Y aun cuando hay políticos trapecistas brincando de un cargo a otro, un reportero permanece toda la vida.
Y si hurga, consciente estará de enfurecer con sus letras y palabras a las tribus en el poder.
Y ha de vivir con mucha mesura porque los políticos son capaces de todo.
Manuel Buendía, asesinado por la espalda. Julio Scherer, lanzado de Excélsior con golpe de Estado. Mario Renato Menéndez Rodríguez, exiliado. 27 reporteros asesinados en Veracruz en los últimos 10 años, más 5 desaparecidos.
Desde el poder, los políticos hacen y deshacen, buscando siempre arrodillar a los demás.
Infalibles, sentados en la silla mágica que enloquece, marea y perturba, sueñan con un mundo color de rosa y con un ejército de eunucos y vasallos a sus órdenes.


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