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Diario de un reportero
Sábado 20 marzo, 2021

Lucha contra la soledad

A madrazo limpio
•El tamalero del Papaloapan


DOMINGO
La soledad de un líder campesino




Durante varios años, César del Ángel, ya fallecido, fundador del Movimiento de los 400 Pueblos, estuvo preso en el sexenio de Patricio Chirinos Calero.
En menos de un sexenio fue circulado en tres penales para terminar en el penal de Pacho Viejo.
Antes de su captura, una obsesión para Chirinos, la policía detuvo a su señora esposa para obligarlo a entregarse, como fue, jugada siniestra.
Entonces, la terrible y crujiente soledad de adentro y de afuera de los hijos.
Primero, por la detención de la madre. Luego, por la estadía transexenal del padre.
Cada ocho días, los hijos, viajando de Álamo, el pueblo originario, a Xalapa, para estar con el padre, el líder campesino iniciado en el sexenio de Luis Echeverría Álvarez, tiempo aquel de la matanza de copreros en Acapulco y cuando fue refundido en el penal de Lecumberri.

Luis Velázquez

Famoso los 400 Pueblos porque los campesinos, mujeres y hombres, llegaron a desnudarse en la vía pública y hasta en el Congreso de la Unión y en las calles de la Ciudad de México y de Xalapa, como protesta social clamando justicia, de nada servía para sanar y cicatrizar la soledad de aquellos tiempos.

LUNES
La alcaldesa ejecutada

En Jamapa, la presidenta municipal del PRD, Florisel Ríos, fue asesinada, crimen todavía en la impunidad.
El esposo, está privado de su libertad. Y un hijo, se ha lanzado a la candidatura del sol azteca a la alcaldía.
La soledad de adentro haciendo estragos. Uno, las secuelas de la soledad que dejara el crimen. Dos, los estragos de la soledad con el padre detenido. Tres, los hijos, huérfanos de madre. Cuatro, los hijos, a la deriva económica y social.
En un dos por tres, de la gloria al infierno. Y el infierno de la impunidad.
Por ejemplo, ¿quiénes y por qué mataron a la señora Florisel Ríos?
Los asesinos físicos e intelectuales volaron al cielo.
La soledad del poder, empalmada con la soledad de la vida y en la vida.
Los días y noches, sin los padres.
Un amigo lo dice así:
El dolor y el sufrimiento por la muerte de una madre (más cuando es violenta) nunca se cura.

MARTES
Derrota y dolor

Aquella campaña de candidato a diputado del entonces priista, Fernando Arteaga Aponte, fue demoledora.
Primero, perdió en las urnas. Y segundo, lo más canijo, en la jornada cívica, su señora madre falleció.
La derrota y el dolor, yuxtapuestos, encimados, amontonados, devastando el corazón y las neuronas.
La derrota en las urnas, claro, fue derrotada por el fallecimiento de su madre.
Con todo y la soledad de adentro, el candidato debió seguir en la campaña. Bien pudo retirarse. Pero tampoco estaba bien colgar los guantes y plantar al partido político.
Quizá de antemano habría estado derrotado. Pero continuó empujando la carreta, aunque quizá destartalada.
Todavía ahora cuando lo recuerda, cicatrices eternas, las lágrimas le ganan y deja de platicar y se refocila por dentro.
“Ella me enseñó a trabajar. Desde niño me puso a vender huevo. Yo vendía huevo de casa en casa, tocando a la puerta.
Primero, los vendía a pie, caminando. Luego, con mis ganancias compré una bicicleta. Y en bicicleta.
Mi madre me enseñó a ahorrar. Y fui ahorrando. Y hasta compré un local en el mercado Unidad Veracruzana. Y ahí puse la venta de huevos.
Desde entonces, el apodo con que me conocen. ‘El huevo’”.

MIÉRCOLES
Luchar sin tregua vs la soledad

El ingeniero Heberto Castillo, el gran líder moral del movimiento estudiantil del 68, feroz persecución política de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez, fue candidato de la izquierda a gobernador de Veracruz.
El coordinador de su campaña fue un joven fogoso del trópico llamado Andrés Manuel López Obrador.
Quizá, de antemano, los dos estaban conscientes de que jugando ante el salinista Patricio Chirinos Calero se trataba de una derrota anunciada.
Pero Heberto Castillo estaba hecho para la lucha social y política, soñando con la tierra prometida, el paraíso perdido.
Y estaría consciente de su derrota. Pero en su caso, un triunfo por añadidura, pues la esencia de su vida era luchar y luchar y seguir luchando, sin pensar nunca en la derrota.
Era su riqueza emocional, espiritual, sicológica, neurológica, social.
Además, en la filosofía de la izquierda, toda derrota es un triunfo que modela y remodela el alma colectiva.

JUEVES
Un joven en la soledad

Luis Arturo Ugalde Álvarez fue lumbrera en el Ilustre Instituto Veracruzano. Su fama era doble. La más alta calificación, siempre, digamos, en el cuadro de honor. Y segundo, un galán. Gustaba a las chicas.
Fue el tiempo aquel cuando la sucesión de gobernador de Rafael Murillo Vidal. Entonces, en 72 horas, al candidato de Luis Echeverría Álvarez, Manuel Carbonell de la Hoz, subsecretario General de Gobierno, se le cayó la nominación.
Y las tribus políticas se movieron. Aspiraron, entre otros, Rafael Hernández Ochoa, César Uscanga, Mario Vargas Saldaña y Arturo Llorente González.
Luis Arturo Ugalde se la jugó como dirigente estudiantil por don Arturo.
Fue tanta su pasión volcánica que atiborró a Veracruz de volantes donde montón de organizaciones lo destapaban como el favorito.
El zócalo de la Ciudad de Veracruz quedó tapizado. Ugalde Álvarez haciendo proselitismo con toda la fuerza física, intelectual, emocional, espiritual y partidista de su juventud.
Hernández Ochoa fue elegido. Y Don Arturo, ex presidente municipal de Veracruz, ex rector de la Universidad Veracruzana, subsecretario de Trabajo y Previsión Social, quedó en la antesala.
Aquella fue la primera derrota de Luis Arturo Ugalde quien tan pronto conocía la soledad política.
El peor viaje de un hombre al precipicio.

VIERNES
A madrazo limpio

Fidel Herrera Beltrán siempre habló de su adolescencia sombría, dura, ruda, adversa.
Y sin embargo, nunca, parece, abrió la puerta a la soledad interna, la peor, porque carcome la vida en pedacitos.
Por ejemplo, cuando de chico debía vender longaniza y tamales en Nopaltepec y en Cosamaloapan, la cabecera municipal, para ayudar con el itacate en casa.
El día cuando pasó a chambear con un boxeador que caminaba de pueblo en pueblo en la Cuenca del Papaloapan y le ayudaba hasta, incluso, cargando la cubeta con agua para remojar la toalla y pasársela en la cabeza entre round y round.
El día cuando ahorró unos centavitos y pudo comprarse unos zapatos negros, marca Canadá, y que eran su obsesión, y se fue a Tlacotalpan a estrenarlos y el río Papaloapan se desbordó y todos corriendo perdió un zapato cuando las aguas entraban al pueblo y debió elegir entre nadar atrás del zapato o treparse a un árbol para sobrevivir.
El día cuando decidió estudiar en Xalapa y su madre le dio la bendición y le dijo que nada tenía para darle, pero le daba el siguiente consejo:
“Nunca te pelees con una mujer porque es como pelearse con doscientos hombres al mismo tiempo”.
Los días fueron adversos, pero Fidel cerró la puerta a la soledad. Nunca una tregua a la desventura y el infortunio.
“Yo me agarré con la vida a madrazo limpio” escribió el cronista y escritor Ricardo Garibay.


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