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Expediente 2024
Lunes 08 marzo, 2021

La muerte de la esperanza

Se cumple el primer año del primer muerto en Veracruz por el COVID. A todos, sin excepción, la vida ha cambiado. Contagiados, sí, y ni modo. Muertos, sí, y el destino. Desesperación social, claro, y más que vendrá. Negocios quebrados, desde luego. Desempleo creciente, imparable, desorbitado, peor que será.
Encima de los estragos más inverosímiles, lo peor entre lo peor es la muerte de la esperanza.

Luis Velázquez

Desde la mañanera y desde el púlpito público, las tribus políticas riñen entre sí debatiendo sobre, y por ejemplo, el regreso a clases presenciales.
Y para entonces, ajá, el coronavirus habrá volado al cielo, o al infierno, como Remedios la bella en la novelística de Gabriel García Márquez cuando tendiendo ropa lavada y limpia en la cuerda en el patio de la casa de un árbol a otro desapareció como si fuera querubín.
La realidad es una sola: ningún epidemiólogo, ni de la Organización Mundial de la Salud, más allá del rock star, Hugo López, tiene bolita de cristal enfrente para precisar con hechos documentados, posibles, ciertos, el fin de la pandemia.
Todavía por delante quedarán más, mucho, más contagiados. Y más muertos. Y más hogares destrozados. Y más niños huérfanos. Y más parejas viudas. Y más hijos sin padres ni abuelos.
Y los camposantos seguirán creciendo. Y las funerarias tendrán jolgorio económico cremando cadáveres. Y los medios seguirán llenándose de esquelas.
Y los niños seguirán en clases digitales. Y las madres de los niños continuarán viviendo el peor infierno del mundo orientando, hasta donde puedan, a los hijos con las clases inteligibles por Internet.
Y la mitad del mundo y una parte de la otra mitad seguirá confinada. En las cuatro paredes de sus casas. Y nadie saldrá a calle. Menos, mucho menos, las personas de la sexta, séptima y octava década, anexos y conexos.
El primer muerto por el COVID cumplió un año. La gripa española duró dos años y medio. Sabrá el chamán la duración del COVID.
Más con el rebrote. Más, con nueva cepa. Más, con otras variedades.
Y porfis, que desde las mañaneras se dejen de cuentos y chorizos.

LOS HIJOS DEL COVID

Más de dos millones de niños en México son los hijos del COVID. Todos ellos nacieron el año anterior, 2020.
Todavía falta conocer el dato concreto, específico y macizo. Pero si vamos hacia el año 2019, el número de niños nacidos fue de dos millones 92 mil 214.
Y de la década del 2010 al 2019, el número de niños nacidos fue de veintitrés mil 800 mil niños.
Es decir, una tasa aproximada de más de dos millones.
Dos millones, pues, de hijos del coronavirus y que algún día, cuando estudien, digamos, la secundaria o el bachillerato, podrán festinar el tiempo histórico, legendario y mítico en que habrán nacido.
Más cuando la tendencia poblacional es que el país será una nación habitada por viejitos hacia el año 2030 y tiempo cuando la vida llegará a los extremos.
Por un lado, niños. Y por el otro, ancianos. El resto, de los 20 a los 60 años, aprox., la generación sándwich que será.
Claro, falta conocer año con año el desenlace geriátrico, pues los viejitos están más expuestos a la muerte por el coronavirus, dadas, y sobre todo, las enfermedades congénitas propias de la edad.
Pero, bueno, mientras el censo del año anterior queda terminado, la vida es así.

CLUB DE SOBREVIVIENTES

Un año después del desastre epidemiológico y que ha empeorado así “digan misa en la 4T” (México, uno de los países más erráticos), y con más de ocho mil muertos de norte a sur y de este a oeste de Veracruz, cada vez se reciben más solicitudes para integrar el Club de Sobrevivientes.
Y es que además de festinar que luego de doce meses estamos vivos, también conviene registrar la historia de los días y las noches cardiacas, cuando, y por ejemplo, los hábitos, costumbres y usos han sido modificados más allá de 180 grados.
Y, por ejemplo, los muertos están falleciendo en la peor soledad, en la soledad más triste de la vida y el mundo.
Sin decir adiós a los familiares.
Sin desahogarse de penas atravesadas y contrariadas.
Sin dar la bendición a los hijos y los nietos.
Y lo peor, sin ser sepultados en el panteón, pues en automático son cremados y entregadas las cenizas en urnas a los familiares.
Entonces, el Club de Sobrevivientes necesita tomar las precauciones necesarias para que como sucedía con los heraldos en los orígenes de la humanidad seguir contando la historia de los días y los años sombríos y adversos.
Sin ir muy lejos, leer el libro de cuentos, “El llano en llamas”, de Juan Rulfo, donde los muertos platican en las noches en el panteón y chismean y conspiran y organizan comelitonas y bailongos los viernes y sábados en la noche como en la kermés del pueblo.
Incluso, hasta adoptando la frase célebre de la presidenta municipal de Xico cuando anunciara el festín religioso con frase memorable y citable: “De cualquier forma, les dijo, se van a morir”.
En el Club de Sobrevivientes se tiene claro que tarde o temprano se morirá, pero antes, bien vale la pena escribir la historia del día con día.
Y, bueno, si el lector quiere formar parte de este club, envíe correo electrónico al partido político de su preferencia para anotarse, quizá, en un descuido hasta serviría para que sus candidatos ganen una presidencia municipal y una curul.
De ser así, nada mejor que afiliarse al Movimiento Ciudadano de Dante Delgado ahora cuando tiene a Paquita la del barrio como candidata a diputada local por el distrito de Misantla.
La vida con “Rata de dos patas”, “Me estás oyendo, inútil” y “Tres veces te engañé”… es, será, más llevadera y nadie correrá el riesgo de aburrirse.
Nada como vivir pitorreándose de la vida.


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