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8 Columnas
Viernes 05 marzo, 2021

El Tendajón


Un hombre solitario...
•Vs ejército policiaco
•El gran escape

Jorge Arias


Un hombre solitario, viejo, de 62 años de edad, dueño de una modesta y sencilla tortillería en la colonia popular El Coyol, estremeció el miércoles 3 de marzo a sus vecinos. Pero más aún, movilizó a los policías municipales, estatales y navales.

Y a la Fuerza Civil de la secretaría de Seguridad Pública.
Y a los Policías Ministeriales y elementos de Servicios Periciales.
Y hasta a la Guardia Nacional.
En la comandancia policiaca sonó el teléfono. Una voz de mujer avisaba que un hombre golpeaba a una mujer.
Y estaba peligrosamente armado.
Entonces, en el tiempo del acoso y el abuso sexual y los ultrajes, la policía le echó montón frente a su casa cuando Vicente Dorante Miranda apenas, apenitas, tenía una pistolita.
Pero además, en ningún momento agarraba a trancazos a una mujer, porque en aquel local estaba solo, encerrado con sus demonios que en los Idus de Marzo andan sueltos.
Incluso, cuando desde la tortillería donde se parapetaba miró por una rendija el montón de policías enfrente de su changarro que lo desafiaban, el hombre quiso escapar por la azotea.
Pero se vio, sintió copado.
Fue cuando desde otra rendija miró a varios policías trepando a los techos de las casas de los vecinos de tal manera que lo circundaron desde el lado norte y sur del changarro como desde el lado este y oeste.
Todos armados.
Peor aún: de pronto, armados con unos marros los policías empezaron a forzar la puerta de la tortillería a madrazo limpio.
Y conforme fue escuchando y mirando la forma lenta y firme con que la puerta iba cediendo a los marrazos, Vicente Dorante supo que estaba perdido.
Blindado por todos lados, el hombre fue detenido por unos policías.
Y otros, dado que parecía un ejército de policías y navales, buscaban en la casa a la mujer a quien según la llamada telefónica anónima, el hombre golpeaba como el prototipo del macho.
A nadie encontraron.
El hombre estaba solo.
En la foto publicada el hombre es alto y corpulento. Fuerte. Musculoso.
Incluso, más alto que el par de policías que lo custodian de lado y lado.
En el lado izquierdo, todo indica, un policía naval.
En el lado izquierdo, un miembro de la Fuerza Civl, escopeta o rifle en mano.
Atrás, otro miembro de la Fuerza Civil.
El hombre, minimizado y reducido con una playerita blanca, vieja y destartalada y con un short azul descolorido y en unas chanclitas compradas en Chedraui.
Y en ningún momento se le mira en estado alcohólico.
Al contrario, a la expectativa mirando con curiosidad al montón de policías y vecinos que rodearon la tortillería donde trabaja.
Fue en la calle 5, entre Laguna del Rosario y la calle 4.
La tortillería se llama Neribeth.
El resto del día, la tortillería quedó cerrada. Y las tortillas ahí se quedaron.
Según las versiones, un policía naval, José Clemente R., de 40 años de edad, salió herido en la refriega.
La vida, como una película.
La realidad, derrotando a la imaginación.
Los hechos, como una ficción, una novela, un cuento insólito y fantástico.
Todo... por un chismecito.
Tantos policías... contra un pobre hombre solitario enclaustrado en casa y su changarro, una tortillería, con sus demonios.

EL GRAN ESCAPE

Otra película policiaca también se dio en los caminos polvorientos de Tlalixcoyan.
Un policía, Coloriando Mínguez, acompañado de un copiloto, manejaba una patrullando de pronto, ¡zas!, se topó con un conductor en una camioneta Chevrolet color azul claro.
Y le hizo el alto.
Pero el chofer aceleró y sobre el camino de terracería empezó sabrosa y deliciosa persecución policiaca.
Muchos metros más adelante, quizá kilómetros, nunca el policía lo pudo alcanzar.
Incluso, el hombre aquel tuvo el tiempo suficiente para llegar a una laguna donde un hombre lo esperaba trepado en una lancha con el motor encendido.
Entonces, dejó la camioneta que dejaba y salió corriendo a la lancha y ambos huyeron en la laguna y se perdieron en el horizonte.
Los polis únicamente quedaron atónitos, perplejos, mirando la lancha que poco a poco se volvía un puntito en la lejanía, de panza al sol anunciando la primavera que viene.
El par de elementos tuvieron, cuando menos, una satisfacción. Se llevaron la camioneta a las oficinas centrales...


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