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Expediente 2024
Sábado 16 enero, 2021

Recrudecida la vida

La vida se ha recrudecido y más que se pondrá. COVID y recesión, juntos.
"Muchas cornadas están dando el hambre", los negocios y comercios quebrados y cerrados y el desempleo galopante.
En todos los pueblos, las familias están vendiendo comida a domicilio con sabrosa sazón hogareño.
Pero también, las promueven a través de las redes sociales.

Luis Velázquez

Y a mejor precio que en los restaurantes.
Incluso, hay personas que están vendiendo tortas y pambazos de casa en casa. Todos los días.
La medida salomónica fue iniciada con el table-dance a domicilio.
Incluso, tiempo hoy cuando el servicio sexual ha dejado de prestarse en gran proporción en las casas de cita, prostíbulos, antros, cantinas y moteles y la mitad de las trabajadoras sexuales y la otra mitad los ofrece vía Internet.
Por eso, entre otras cositas, la baja del aviso económico en la prensa escrita que antes publicaban las cortesanas. Y hasta las cortesanas VIP.
Más todavía: El cardenal Carlos Aguiar Retes lanzó convocatoria angustiante a los feligreses de la Ciudad de México y del país para que en nombre de Dios, la piedad y la misericordia cubran el diezmo pues con los templos cerrados y la baja estrepitosa en los bautizos, comuniones, quince años y bodas, su economía se tambalea y de fea forma.
En los cruceros de las avenidas, cada vez más gente extendiendo la mano al conductor con mirada de borreguito a medio morir.
A un lado, haciendo la competencia, unas parejas de chicos vestidos de jarochos bailando "El tilingo lingo" durante unos minutos y para ganar al semáforo verde luego luego paseando el sombrerito entre los conductores para depositar unos centavitos y llevar el dinerito a casa para el gasto familiar.
Ene número de hombres con cartulina diciendo que son meseros pidiendo limosna en los cruceros.
La CANACO Veracruz publicitó que en la zona conurbada con Boca del Río seis mil negocios quebraron y cerraron y dejaron 56 mil (cincuenta y seis mil) trabajadores desempleados.
Y ni modo, pero ya no pueden.
En las grandes fábricas de Veracruz siguen despidiendo personal. Incluso, bajo advertencia. "Te vas o te vas". Los liquidan, claro, pero la liquidación, por más sólida que sea, termina por agotarse tarde o temprano.
Las funerarias eran con los moteles los únicos negocios florecientes.
Pero, vaya paradoja, pronto, "antes de que el gallito cante tres veces", las funerarias tendrán problemas porque cada vez escasean los ataúdes y ni quién pueda producirlos.
Por fortuna, los moteles siguen abiertos, porque como dice el terapeuta sexual de la esquina, "el COVID está duro y rudo, pero más canija es la calentura".
Tiempo de la pandemia. Tiempo de la recesión. Tiempo de negocios quebrados y cerrados. Tiempo del desempleo galopante y creciente. Tiempo de la hambruna que vendrá.
Diez años duró la recesión de 1930 en Estados Unidos.

VIDA FRANCISCANA

Sin creación y recreación de empleos, cada vez más negocios cerrando, con la caída en el pago de impuestos el gobierno insuficiente, atado y maniatado, y más allá de los expertos, solo queda, entre otras cositas, la vida más austera y franciscana de los tiempos en todas las familias, incluso, hasta los ricos, porque también les ha llegado.
Nada de gastos suntuarios.
Nada de comiditas en el restaurante.
Nada de pachangones de los hijos el fin de semana en los antros.
Nada de viajecitos de placer.
Nada de comelitonas familiares.
Nada de comprarse vestuarios de la última moda.
Nada de lucir prendas y joyas adquiridas en la plaza comercial.
Una vida monástica de la que, incluso, los monjes y las monjas tuvieran envidia, envidia de la buena.
Por todos lados, en la izquierda, el centro y la derecha, entre los pobres y los ricos, entre los empleados y los patrones, se escuchan quejas y desesperación y angustia.
Y sin hacer terrorismo ni caer en falsas expectativas, los expertos aseguran que la vida seguirá empeorando.
Y ni modo de que el gobierno reproduzca la frase célebre de Winston Churchill de que en aquella guerra solía podía ofrecer "sangre, esfuerzo, lágrima y sudor".
Es hora, pues, de que cada familia redoble su austeridad porque nadie sabe, ni los expertos, la dimensión de los tiempos difíciles, rudos y duros que se aproximan.

GRAVES PROBLEMAS MENTALES

Días, semanas, meses difíciles. En cada pandemia en el mundo, "la muerte tiene permiso". En la novela "La peste", Albert Camus retrata un desastre epidemiológico en un pueblo donde las personas mueren en la calle.
En las horas perpetuas del COVID que caminan, en Ecuador, los seres humanos caían muertos en las calles y avenidas y luego llegaba el carro de la basura para llevarse los cadáveres.
Un anciano internado en un hospital público enfermo del coronavirus se tiró del último piso en la desesperación total y absoluta.
Otro, en un hospital del sur de Veracruz, decidió huir y murió en la banqueta.
Grave, gravísimo, entonces, cuando además de la vida franciscana que ha de llevarse, los problemas mentales (estrés, angustia, tensión cardiaca, nervios estallados, tristeza y depresión) están causando los peores estragos en la vida humana.
Y el revoltijo resulta imprevisible. Pandemia, recesión y problemas mentales con un cóctel explosivo.
En el palenque público, los expertos pontifican sobre el futuro que es presente. Cada uno predice y apuesta. Pero la realidad concreta y específica rebasa a todos.
El cóctel explosivo es imprevisible.
Más porque cada pandemia tiene características y en cada región del mundo se vive y reacciona de una forma diferente.
La realidad real, sin embargo, está en las medidas que cada familia decida y asuma, partiendo, simple y llanamente, de que luego de un año, cada vez más contagiados, más muertos, más negocios quebrados, más desempleo.
Y lo peor, más desesperación familiar y social.


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