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Barandal
Miércoles 13 enero, 2021

Dos niños huérfanos

•Madre asesinada
•Vecinos violentos

ESCALERAS: El 5 de diciembre del año 2020 desapareció en Cosoleacaque. Se llamaba Adriana Beatriz López Rodríguez, de 27 años. Ella vivía en el Frac. “Las Olas” y tenía unos vecinos, digamos, violentos. Mejor dicho, ladrones, rateros, pillos.

Luis Velázquez

El 15 de febrero del año anterior (9 meses y 3 semanas antes de su plagio y desaparición), Adriana Beatriz interpuso una denuncia en contra de sus vecinos, Édgar Adonay y su madre Nereyda, por el delito robo.
Le habían vaciado su casa. Fueron detenidos y luego de cumplir la condena, se vengaron.

PASAMANOS: Entonces, quizá la habrían invitado “a fumar la pipa de la paz” y Adriana Beatriz creyó.
Y fue a la casa de ellos. Fue la última vez que la vieron con vida.
Según versiones, en la misma casa la asfixiaron. Luego, tasajearon el cuerpo y metieron en una maleta.
Después, tiraron la maleta en un predio ubicado cerca de la bomba de la Comisión Municipal del Agua.
Allí, fue descubierta por unos vecinos y avisaron a la policía.
Su señora madre, Isabel, escribió en las redes sociales: ”Exactamente un mes después volverás a casa, pero sin vida”.
Adriana Beatriz dejó dos hijos, menores de edad, en la orfandad.
Una más en la lista de los feminicidios.

CORREDORES: Punto número uno: el rencor, el odio y la venganza, fermentando en el secuestro, desaparición y asesinato de Adriana Beatriz.
Punto número dos: los particulares cobrando venganza. Nadie diría que haciéndose justicia por su propia mano. En todo caso, su justicia.
Punto número tres: la moraleja, la desdicha de tener vecinos así.
Punto número cuatro: Edgar Adonay, y su madre Nereyda, están detenidos. Los vecinos de Cosoleacaque esperan justicia pronta, rápida y expedita, pues a mayor impunidad, los delincuentes “crecen al castigo”.

BALCONES: Punto número cinco: “la muerte sigue teniendo permiso” en Veracruz.
Se dirá, quizá, y desde la mirada sociológica y sicológica, que con una población de 8 millones y medio de habitantes, “la violencia, ni modo, es inevitable”.
Y que en la lucha por la vida, “el pez grande se come al chico”.
Y que en toda relación humana suelen existir diferencias, rispideces, envidias, intrigas, complots y venganzas.
Caray, ¡lamentable que el sueño utópico de la convivencia humana sea así!

PASILLOS: Punto número seis: con todo, si en Veracruz existiera un gobernador como Fernando López Arias y Fernando Gutiérrez Barrios, quienes además de respetados, eran temidos, muy temidos, entonces, se le estaría dando la razón a Maquiavelo.
Y a Maquiavelo, cuando aseguraba que el Príncipe ha de ser temido para garantizar el llamado Estado de Derecho.
En el caso, insólito, hasta las señoras de la manualidad, la pastelera y la zumba pitorrean del góber machetero.
En tanto, el secretario de Seguridad Pública se redujo a sí mismo al jefe Matute y la Fiscal General a la Gatúbela del siglo XXI en Veracruz.

VENTANAS: Punto número siete: la población ha de sabedlo, luego de 25 meses de estar viviendo en el infierno, ninguna lucecita alumbra el largo y extenso y espinoso túnel de la inseguridad y la impunidad.
Y más allá de la oferta ridícula de que la violencia va a la baja, la violencia continuará originando peores estragos.
Nadie está seguro. Nadie puede gritonear y festinar que ya la libró, así tenga escoltas y guardaespaldas. A la vuelta de la esquina, y entre vecinos, el secuestro, la desaparición y el asesinato tienen más salud que “Don Gato y su pandilla”.


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