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Miércoles 06 enero, 2021

El tlatoani mayor

•Fidel, en la gloria
•El político que fue y es

UNO. El tlatoani mayor

Muchos años después, quizá unos diez, once, Héctor Fuentes miró la foto de Fidel Herrera Beltrán, “en la plenitud del pinche poder”, como a sí mismo se describía.
La miró en el semanario Proceso 2305, en la página 33, a propósito

Luis Velázquez

de un reportaje sobre el asesinato de la indígena Ernestina Ascencio Rosario, de 73 años, en la sierra de Zongolica, cometida, siempre ha creído así la familia y la población, por soldados rasos.

DOS. Torero en tarde de luces

Fidel camina sobre una banqueta. Viste un traje color negro, desabotonado, con una gigantesca corbata roja con puntitos blancos y azules. En la mano izquierda, un folder. La mano derecha, tendida al aire en la mañana que parece tibia y fresca.
Bien rasuradito, en el corte de pelo se advierten las canas ganando espacio. La frente amplia, con par de arrugas. Y aun cuando sonríe, sonrisa del hombre exitoso, triunfador, chingón, fregón, el ceño fruncido.
Camina rápido, a paso veloz. Y sobre el brazo izquierdo aparece la mano de una mujer en reposo que lo mira con la boca cerrada.
A lo lejos, un hombre con chamarra café lo mira desconcertado, digamos, como se miran y admiran a los príncipes, los reyes, los tlatoanis.
Atrás de Fidel, un muchacho joven, con lentes negros, lo sigue, como a la defensiva y contraofensiva.

TRES. El mundo era chiquito

Es Fidel coronado como gobernador. El más alto cargo público con que cerró su vida política. Varias veces diputado federal, senador de la república, fue el segundo de su generación en llegar al poder. El primero, Dante Delgado Rannauro. El tercero, Miguel Ángel Yunes Linares.
Es un Fidel lleno de vida, vigor, fuerza, sueños, ilusiones, utopías. El mundo le quedaba chiquito. Incluso, hasta soñó con la candidatura presidencial luchando en la contienda interna con Enrique Peña Nieto.

CUATRO. Vivir para el poder

Nadie como Fidel gozó tanto el ejercicio del poder público.
La fama pública, por ejemplo, de que acostumbró el cuerpo y las neuronas a dormir poco para tener más tiempo para el ejercicio del poder.
Dormía, por ejemplo, por ratitos. Incluso, sentado en el sillón, en una silla, en la camioneta cuando viajaba. Y dormía unos quince minutos, máximo, y despertaba. Y otra vez, al disfrute del poder con el pie metido en el acelerador a todo lo que daba.

CINCO. Las noches eran días

En las madrugadas despertaba. Y era como si fuera mediodía. Y marcaba el celular de uno que otro miembro del gabinete legal y ampliado para expedir órdenes.
Incluso, les preguntaba si ya habían leído tal o cual noticia para el revire inmediato. “Pero, Fidel, le decían, son las 4 de la mañana y los periódicos todavía no salen”. “Pero hay Internet”, les reviraba.
Y continuaba dando órdenes.

SEIS. El político que fue y es

Héctor Fuentes miró la foto de Fidel y se acordó de los días que vive hoy. En casa, en la Ciudad de México. Enfermo. Recuperándose, quizá, poco a poco, pian pianito. Y en silla de ruedas de acuerdo con las versiones.
El político que fue y el político que es. De los años dorados a los años oscuros. De los años activos a los años en reposo.
La historia de la naturaleza humana.
Su discípulo amado, Javier Duarte, preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, sentenciado a 9 años de cárcel. El priista que le ganó la candidatura presidencial, Enrique Peña Nieto, disfrazado de hippie, en el exilio interior y exterior.


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