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Expediente 2024
Sábado 28 noviembre, 2020

Veracruz ensangrentado

El martes 24 de noviembre fue una jornada sangrienta en el sur de Veracruz. 4 personas asesinadas en menos de un dí­a. Entre ellas, una, con saña y barbarie. El crimen en el terrorismo más canijo de la historia. Han decapitado a mujeres. A otras las han asesinado de cuarenta puñaladas. Cadáveres colgados de los puentes. Cabezas decapitadas abandonadas en mesas de antros y bares. Cadáveres flotando en los rí­os aguas abajo descubiertos por niños y campesinos.

Luis Velázquez

En el caso, el terrorismo puro y enloquecedor, la pesadilla más atroz en la historia local, el asesinato de un pasajero en un camión de transporte público en la colonia Benito Juárez Norte de Coatzacoalcos, el peor municipio para vivir, donde, revelara el INEGI, 9 de cada diez personas se sienten inseguras en cada nuevo amanecer y anochecer.
Eran cerca de las cuatro de la tarde. De pronto, un coche cerró el paso a la unidad 58 de pasaje en la avenida Escutia, en la colonia Benito Juárez. Los malandros subieron al autobús. Y así­ nomás, dispararon, dueños del escenario, dueños de la vida, dueños de la muerte.
Se llamaba Fernando. Fernando "N". Lo andaban, claro, buscando.
Luego, y delante de los pasajeros, sobre el cadáver colocaron un narcomensaje dirigido a "los chapulines", como también conocen a los narcomenudistas que por ningún motivo se alinean a un cartel de la droga.
Los pasajeros "entraron en pánico y corrieron despavoridos, mientras los pistoleros se dieron a la fuga" describió el cronista Ignacio Carvajal.
La muerte, el asesinato, el crimen, el terror, el horror, la pesadilla, "tienen permiso".
Es la 4T. El tiempo del cambio social. El anuncio, ajá, del paraí­so socialista.
El tiempo, claro, de pedir perdón a los malandros.
Y de saludar de mano a las señoras madres de todos ellos.
Y hasta ofrecer el cabildeo diplomático ante Estados Unidos para que repatrien a los señores de la droga presos en alguna cárcel del paí­s vecino.
"Cosas veredes, mi querido Cid", exclamó el Sancho.

LOS CADíVERES SE AMONTONAN EN LOS PUEBLOS

Fue el martes 24 de noviembre jornada sangrienta.
En Chinameca, taxista asesinado.
En Cosoleacaque, baleado y ejecutado el comerciante de Biblias, David Zamora Dí­az, de 23 años.
Y en Minatitlán, tierra de masacres igual, igualito que Coatzacoalcos, un asalto fallido, por fortuna, cuando los malandros quisieron despojar a un hombre de medio millón de pesos retirados del banco y se les escapó y nada le hicieron los balazos porque viajaba en camioneta blindada.
El lunes 23, en la noche, narcomantas en diversos puntos de la ciudad de Coatzacoalcos.
Un pueblo "atrapado y sin salida" en el terror.
24 meses después del sexenio de la 4T el resultado social es el siguiente:
Más que miedo, la población vive aterrorizada.
Más que pavor, los ciudadanos tienen pánico.
Más allá del simple asesinato, la saña y la barbarie.
En el dí­a con dí­a y noche con noche, los cadáveres se van apilando en cada municipio y ninguna lucecita alumbra el largo y extenso túnel.
En el imaginario colectivo, imaginativo y real, percibido, registrado, está la certeza de que los malos van ganando la batalla y la guerra.
Unos jefes capos, claro, son detenidos, pero en la escalera del poder otros están listos y han sido capacitados y adoctrinados para el relevo.
Y como el desempleo se multiplica, entonces, la mano de obra está disponible cuando de por medio se impone la obligación de alimentar a la familia.
Por eso, incluso, los narcopolicí­as de ílamo y Paso del Macho, pues el salario resulta insuficiente para dar de comer y comprar trapitos y medicinas a los hijos, la esposa y los padres ancianos y enfermos.
Un cí­rculo vicioso que ningún sexenio ha podido destrabar.

¡QUÉ DIFíCIL VIVIR EN LA 4T!

Palabras mayores cuando en un autobús un pasajero es asesinado delante de todos.
Y los sicarios huyen tan quitados de la pena, jefe máximos, patrones.
Ningún respeto a la vida humana.
Ningún temor o miedo a la policí­a.
El Estado Fallido. El Estado Delincuencial. El Estado Malandresco.
Es el tiempo cuando toda esperanza personal, familiar y social de un cambio en los dí­as y noches huracanados se ha agotado.
Es cuando, y en la lógica de las autodefensas y las guardias comunitarias y los comités de barrio, cada familia, todos los vecinos juntos, hemos de cuidarnos y vigilar las calles y avenidas, las colonias y fraccionamientos.
Es cuando, incluso, habrí­amos de contratar a un Vengador Anónimo, tipo Charles Bronson en sus pelí­culas memorables y citables, como aquel ángel exterminador descrito en la crónica de Jan Martí­nez Ahrens, El Paí­s, cuando "mató sin titubeos a cuatro asaltantes" en autobús urbano circulando en carretera del Estado de México.
Es más, está probado y comprobado que de poco, incluso, de nada, sirve tener escoltas o guardias de seguridad dí­a y noche en casa y en el trabajo, porque de cualquier forma la muerte acecha.
¡Qué difí­cil, duro y rudo se ha vuelto vivir en Veracruz en el tiempo de la 4T!
Se dirá, claro, que el paí­s está igual, o peor.
Cierto, cierto, cierto. Pero allá cada gobernador enfrentando sus demonios y aplicando estrategia para disminuir, abatir, aniquilar, desaparecer, el oleaje de violencia y de impunidad.
Aquí­, en Veracruz, "la muerte tiene permiso".
Los jefes narcos, sembrando y multiplicando el horror y el terror en la población civil.
Caray, asesinar a un pasajero en un autobús delante de todos... como si fueran dueños de Veracruz.
¡Vaya humillación para la secretarí­a de Seguridad Pública, con un titular que va de compras a plaza comercial custodiado y blindado con policí­as disfrazados de civiles!


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