Sangriento Veracruz
•Crímenes de odio
•Fiscalía, exhibida
ESCALERAS: Un crimen más de odio en Veracruz. Un trans, Rodolfo Carvallo Ramírez, alias Gretell, fue asesinado el sábado 3 de octubre. Colonia Insurgentes Norte, en Minatitlán.
Al momento, unos cuarenta miembros de la comunidad sexual, ejecutados. Ninguno, absolutamente ningún crimen, esclarecido. Todos, en la impunidad.
Igual, igualito que el tiradero de cadáveres (niños, mujeres, ancianos, políticos, líderes, activistas, taxistas, reporteros, etcétera).
La impunidad, reinando en el estado de Veracruz, aquí donde gobierna el político más honesto y leal de todos los tiempos al presidente de la república.
PASAMANOS: Rodolfo Carvallo fue ejecutado a balazos. Su cuerpo quedó boca/arriba en la calle Emiliano Zapata.
Los vecinos dijeron que escucharon unos seis disparos. Luego, el ruido de una motoneta que se alejaba. Parece, dos tripulantes en la estampida.
Tenía 34 años. Su señora madre, María, lo identificó. Y como siempre, la policía ministerial está investigando. Sigue pistas. Y que ya tenían rastros. Incluso, hasta de los asesinos intelectuales, ¡vaya maravilla!
De hecho y derecho, la venta burda y vana de esperanzas, como aquella de que el índice de violencia, incertidumbre y zozobra va pa”™abajo, en caída libre al sótano, el fondo del precipicio.
CORREDORES: La comunidad lésbica ha convocado a la resistencia pacífica clamando la procuración de justicia.
Marchas, discursos, plantones ante el edificio de la Fiscalía General, declaraciones, integran el rosario de protesta, pero sin ningún resultado.
Se ignora si los asesinos físicos e intelectuales de los gays volaron al cielo como Remedios, la bella, en la novelística de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, y ni pista dejaron.
Se ignora si la Fiscalía llegó al principio de Peter y las circunstancias la rebasaron.
Se ignora si ninguna voluntad política y social existe para investigar los asesinatos.
Se ignora, incluso, si tantos crímenes sofocaron su capacidad para cumplir con el Estado de Derecho.
Mientras, más y más crímenes de odio siguen registrándose “en la noche tibia y callada” de Agustín Lara.
BALCONES: Toda vida humana es invaluable. Y el asesinato, además impune, de cualquier habitante de Veracruz exhibe a la autoridad.
Sabia enseñanza, imborrable, memorable y citable: tanto Miguel íngel Yunes Linares como Javier Duarte fueron derrotados en las urnas con sus candidatos a gobernador porque el oleaje de inseguridad era descomunal, suficiente para cambiar la tendencia del voto en las urnas.
Una población electoral harta de tanta sangre y tanta impunidad.
PASILLOS: Protesta la grey sexual. Protestan las ONG. Protestan los académicos, clamando la tranquilidad perdida.
En el otro lado del charco, la única respuesta es el silencio.
Y al mismo tiempo, y desde hace mucho tiempo, digamos unos diez años, el oleaje de inseguridad se ha convertido en un tsunami avasallante.
El proverbio máximo predicado desde la mañanera en el Palacio Nacional de “amar a tu prójimo como a ti mismo”, en el limbo.
La prensa, escurriendo sangre, huesos y cadáveres de la comunidad sexual.
VENTANAS: Hay días como ahora cuando el ciudadano se pregunta si hay razones de peso y con peso para que los medios sigan publicando los crímenes de cada día en Veracruz.
Y si tiene sentido… porque, y por ejemplo, los asesinados continúan como si aquella política de “aquí no pasa nada” fuera vigente y si como los homicidios sucedieran en el planeta más lejano del sistema solar.
Incluso, mientras en la prensa nacional publican la extensa y larga numeralia de la muerte en otras entidades federativas, rara, extraordinaria ocasión se ocupan del Veracruz sangriento y fatídico que vivimos y padecemos.