Viaje en autobús urbano
•Desagradable experiencia
•Todo, por el COVID
ESCALERAS: La señora Karla subió al autobús urbano y encontró asiento en la penúltima hilera. Iba con el cubre-bocas y hasta con la careta. A su lado, una señora de unos 45 años, excedida de peso, cara de pocos amigos, había olvidado, quizá, en casa, el tapabocas. Y de pronto, tosió. Y tosió.
Luis Velázquez
Y ni siquiera, vaya, se llevó la mano con un pañuelo a la boca ni menos, mucho menos, se puso el antebrazo en la boca.
Karla se hizo a un lado como replegándose. Pero una que otra astilla de saliva le alcanzó. Y dijo a la vecina de asiento:
--Caray, señora, trae usted una tosesita y sin cubre-bocas.
PASAMANOS: Y en nombre de la 4T, la señora se incendió en el decibel más alto.
--¡Qué chingao te importa!, le dijo.
--Me importa, reviró Karla, porque el COVID está canijo.
--Tú cuídate que yo me cuido sola.
--No, señora, usted cuídese para cuidarnos a todos.
La señora se prendió más. Y empezó por mentarle la madre. Luego, le intentó asestar un manotazo. Pero Karla detuvo la mano en aire.
Entonces, una pasajera sentada a un lado despotricó contra Karla. Y de nuevo le recordó a su señora madre con una soberana mentada que resonó de norte a sur y de este a oeste del autobús y hasta distrajo al chofer.
CORREDORES: La segunda señora alborotada tampoco llevaba tapabocas y por eso mismo, integró un frente contra Karla. Y otras señoras se unieron solidarias en contra de Karla, una de las pocas, excepcionales, que en el viaje urbano se protegían del coronavirus.
Incluso, cada quien su COVID las señoras llegaron a la amenaza. Una, por ejemplo, se levantó del asiento y fue con el chofer para exigir que se detuviera porque bajarían a Karla del autobús.
BALCONES: Un hombre de unos 50 años, y sin cubrebocas, nada más miraba. Quizá se divertía cuando vamos en el séptimo mes del confinamiento. Acaso miraba, observaba y callaba, como los monitos. Quizá como los topos escudriñaba las palabras soeces y se hundía en el anonimato.
Para entonces, Karla ya no hablaba una sola palabra.
Quiso desaparecer y bajar del autobús pero para entonces, iba lleno, repleto, con pasajeros parados y amontonados contrario a las órdenes de la secretaría de Salud de mantener la sana distancia.
PASILLOS: Más adelante, Karla bajó del autobús y también el hombre aquel de 50 años. En la calle, el hombre le dijo:
--Usted disculpe que tampoco traigo cubre-bocas. Pero estoy con usted.
--Entonces, por qué no me defendió?
El hombre dijo:
--Yo no me meto con viejas argí¼enderas.
--¿Lo dice por mí?
--No, señora, no, no. Lo dijo por ellas.
Y el hombre se perdió en el silencio de la tarde solitaria, con lluvia, pringando.
VENTANAS: Es la política del COVID cuando vamos llegando solo en Veracruz a los cuatro mil muertos y solo en el puerto jarocho ciento cuarenta (140) empresas y negocios quebrados según la Canaco.
Es el tiempo sórdido y siniestro cuando más la mitad de la población está alterada, con los nervios de punta, y cuando la mitad de los adultos mayores empiezan a sufrir problemillas mentales.
Es el peor tiempo de la historia en los últimos cien años cuando, caray, Donald Trump dice que el COVID es un invento chino para derrocar su reelección presidencial en Estados Unidos.
Desde aquel día en el autobús urbano, Karla ha enmudecido. Ve, mira, calla y aguanta vara.