Veracruz y el viejo oeste
•El hombre decapitado
•El hombre amputado
•Hallazgo de unos niños
ESCALERAS: El par de niños intentaba pescar unos charalitos a la orilla del río Papaloapan, a la altura del poblado Las Peñitas, en el municipio de Cosamaloapan.
Era el mediodía y el sol abrillantaba el resplandor de las piedras. En el otro lado del río, una lagartija descansaba de panza al sol.
Luis Velázquez
Entonces, miraron a lo lejos, atorado en un lirio acuático, la figura de un hombre.
Pero el niño mayor, un adolescente, se detuvo porque por más y más que buscaba la silueta de un hombre le parecía raro y extraño.
Y se puso en alerta.
PASAMANOS: El niño menor miraba perplejo y atónito. A la expectativa, esperando una palabra de su amigo.
El mayor se fue acercando de pasito en pasito, sintiendo un calambre en el corazón, casi paro cardiaco.
Y cuando estuvo cerca lo miró más sorprendido.
El cadáver estaba mutilado por todos lados.
La cabeza, decapitada. Las manos, amputadas. Las piernas, amputadas.
Entonces, buscó alrededor por si ubicaba la cabeza, las manos y las piernas y por ningún lado, ni alrededor ni lejos del lirio acuático las pudo identificar.
La sorpresa fue mayúscula. A las diez y once años de edad que tienen, nunca, ni en una película de los hermanos Almada o de pánico y terror en Megacable, habían visto un cadáver así.
CORREDORES: Huyeron del río Papaloapan. Lo dejaron con sus misterios.
Era el jueves 26 de agosto del año desventurado que camina,
Avisaron a los padres y los padres a la policía.
La policía especuló. Según ellos, bien pudo tratarse del cadáver de un joven desaparecido el 16 de agosto pero en Rodríguez Clara, tirado al río y en el río anduvo flotando, ya sin cabeza, sin manos ni piernas.
BALCONES: Desde hace muchos meses, años, es el paisaje urbano y suburbano, indígena y rural de Veracruz.
De hecho y derecho, “la muerte teniendo permiso” de tal forma que todos los días pareciera Todos Santos en Veracruz que en el siglo XVIII asombrara a Alejandro de Humboldt por su belleza y riqueza natural.
En Veracruz, diría quizá Ramón López Velarde, Dios fue demasiado generoso en el reparto de los bienes y las mieles.
Ahora, el terror y el horror, el pánico y el miedo. La vida, peor que en el viejo oeste.
PASILLOS: Paisajes así trauman a los adultos. Pero en niños y adolescentes se trata de un cóctel explosivo.
En las noches tendrán la peor pesadilla de sus vidas, pues nada más terrible para un menor de edad mirar a un muerto decapitado y amputado de manos y pies y luego soñar en la madrugada, incluso, en la madrugada intensa y frenética llena de lluvia, relámpagos y truenos iluminando los árboles.
VENTANAS: La realidad es canija. Si con Patricio Chirinos Calero los carteles se establecieron aquí como en su casa y luego llegaron otros y un día “casi todos los carteles operaban” como dijera Renato Sales, el ex comisionado de Seguridad Nacional, entonces, hay chicos de 27 años de edad para atrás que en toda su vida únicamente han visto sangre, huesos y cadáveres de norte a sur y de este a oeste de Veracruz.
Los niños del río Papaloapan soñaron con tener una mañana de pesca. Y solo descubrieron la muerte. El hombre decapitado. El hombre mutilado. El hombre flotando y atorado en un lirio acuático.
A partir de entonces, los lirios acuáticos que vean en sus vidas estarán ligados al cadáver siniestro del Papaloapan.