Tiroteo en bar de Coatzacoalcos: dos muertos
•Celebraban reapertura de El Arrecife, que estuvo cerrado varios meses por la pandemia del COVID-19
IGNACIO CARVAJAL
La parranda que anoche iban a correr los parroquianos que asistieron a "El Arrecife", uno de los bares más populares de la zona marginal de Coatzacoalcos, sería memorable.
Después de varios meses fuera de operación, tratando de sobrevivir ante la competencia por la venta de cerveza clandestina y con muchos trabajadores desempleados, el lugar se sumó a la lista de negocios que de a poco han ido abriendo sus puertas en Coatzacoalcos para superar la crisis dejada por el COVID-19.
Había música viva, promociones en cervezas, incluso bellas edecanes que contoneaban sus cuerpos para alentar el consumo de cerveza entre los parroquianos.
La noche era joven, el lugar lucía a reventar y ni sus luces de las autoridades de comercio municipal que se supone deben sancionar este tipo de negocios no esenciales operando en una ciudad como Coatzacoalcos, que aún está en niveles elevados de contagios y muertes por la pandemia del siglo.
Poco antes de las 9:00 P.M. de ayer lunes, pistoleros ingresaron al negocio, asentado a unas dos cuadras de la central de autobuses, y abrieron fuego en numerosas ocasiones contra el encargado y la joven mesera que le acompañaba.
Varios de los parroquianos alcanzaron a escapar por una salida de emergencia y otros más se fueron a esconder en los baños, cocina y una bodega contigua.
Cuando llegó la Policía, alertados por los disparos, unos minutos después de que escaparon los sicarios, encontraron a unas 10 personas escondidas en el negocio y que sufrían crisis nerviosa.
Poco a poco, familiares de algunos de los parranderos comenzaron a llegar a la avenida Osorio, a las afueras del negocio, para pedir razones sobre los suyos, pero estos eran interrogados por la policía, y no les permitían salir.
Luego de entrevistarlos los dejaron marcharse, pero durante los casi 90 minutos que duró el interrogatorio, después de que la zona quedó asegurada, los familiares comenzaron a mostrarse más contentos al ver que sus seres amados cruzaban la entrada principal del bar rumbo a la calle.
Así se dieron muchos abrazos, bendiciones, se lanzaron oraciones al cielo y agradecimientos al ser Magnífico que da y quita la vida.
El más reclamado era el tecladista que amenizaba el relanzamiento del tugurio, quien había sido contratado para esta ocasión especial y cuyo hermano, durante unas dos horas, desgastó las suelas dando vueltas, preguntando a policías, evidenciando su zozobra por no saber del ser amado.
Al abrirse la puerta y notar que su carnal iba en su dirección, completamente desorientado, el hombre que cuestionaba a la Policía por su desaparecido brincó de alegría, le dio un gran abrazo, un beso en la frente y lo trepó a un taxi.
--Bendito Dios que estás bien y no eres tú el muerto.
--¿A quién mataron? le preguntó otro grupo de personas.
-A Miguel Bahorona, el encargado, y a una chava que estaba ahí siempre con él, la flaca o Alexa le decían.
En ese mismo momento en que el sobreviviente se marchaba, un grupo de mujeres dio un un grito fantasmagórico, era la familia del encargado del negocio, uno de los dos muertos de esta noche, quienes no daban crédito a lo que pasaba.
A cada mesero que salía del lugar le preguntaban lo mismo, y la respuesta no cambiaba, se trataba de Miguel Barohona, cuyo cadáver quedó tendido entre las mesas del negocio. Vestía short, playera a rayas y sandalias.
La noche que se tornaba alegre y festiva se tiñó del color Coatzacoalcos, el de la sangre y la tragedia que desde hace unos años ubican a esta ciudad como una de las más inseguras del país, pues esto ocurre a unos días de que se cumpla la tragedia del bar El Caballo Blanco, donde murieron 30 personas, entre hombres y bailarinas, presuntamente por una represalia en el cobro de piso.
Hasta ahora se desconoce el móvil del nuevo ataque al bar en Coatzacoalcos en pleno festejo, las autoridades delinean posible participación de la delincuencia organizada.