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8 Columnas
Miércoles 12 agosto, 2020

Pedazos de Historia de Veracruz


Los asesinatos de San Bruno en Jalapa/Gonzalo López Barradas/Parte II

Algunos obreros, dirigentes del sindicato habí­an sufrido atentados en sus domicilios por parte de grupos armados no identificados. En la fábrica se viví­a gran inquietud por esos hechos atribuidos al gobierno que de varias maneras seguí­a presionando para...

reincorporar a trabajadores que fueron despedidos.
El sindicato se fortalecí­a con la integración de comisiones: de cultura, de deportes y las agrupaciones de mujeres, "Rosa de Luxemburgo" y el "Socorro Rojo" de tendencia comunista que, entre otras actividades, se encargaban de regar propaganda en contra del gobernador Tejeda que ya sonaba como aspirante a la presidencia de la República.
Eran las nueve de la mañana del 28 de agosto de 1924, el silbato de la fábrica habí­a sonado raro, no como otras madrugadas. Los trabajadores se miraban como presintiendo que algo malo iba a pasar. Los problemas sindicales y la tirantez con el gobernador Tejeda, estaban latentes. Mujeres y hombres trabajaban como lo habí­an hecho todos los dí­as. De repente varios sujetos con pistola en mano encabezados por Cruz Arenas, Miguel íngel Alarcón y David Franzoni, identificados como matones de Marcial Montano, irrumpieron intempestivamente en la fábrica y al grito de “no se muevan cabrones, esto es un asalto”, comenzaron a tomar paquetes de telas y encañonaron a obreros, entre ellos al encargado de apellido Fernández, al secretario general del sindicato, José Hernández, al tesorero, Francisco Moreno, a Alberto Calderón, Ezequiel Alatriste, Manuel Hernández, Isauro Sánchez, Ignacio Viveros, Isidoro Avendaño y Armando Ramí­rez, todos integrantes del comité ejecutivo del sindicato. Varios operarios se escondieron en los telares, otros alcanzaron a huir y las mujeres gritaban histéricas.
Minutos antes habí­an dado muerte a Fidencio Ocaña, a tiros y puñaladas, del sindicato de Panaderos quien después de haber terminado turno se fue a su panaderí­a y regresó para repartir el producto como lo hací­a todos los dí­as en el sindicato y a los trabajadores. También fue asesinado Honorio Rodrí­guez, viejo luchador de la agrupación y quien intentó salir de la fábrica por la fuerza; dos trabajadores campesinos lograron escapar pero fueron acribillados frente a la presa de agua que estaba a un costado de la factorí­a.
Los sacaron de la fábrica y obligaron a cargar las telas, herramienta (picos y palas) y otros objetos; caminaron hacia san Andrés Tlalnehuayocan. En el trayecto, y al pasar por el lugar denominado “la bola”, un muchacho de nombre Herón Pérez, preguntó qué pasaba y reclamó el por qué se los llevaban y a él también lo enrolaron y obligaron a sumarse con los secuestrados. Se perdieron en el camino de herradura hasta llegar a un lugar conocido como “Plan de Naranjillo”. Faltaban como trescientos metros para llegar a ese lugar y el español pidió permiso para orinar y logró escapar. Llegó por la tarde-noche a la fábrica y narró lo sucedido.
Durante mucho tiempo los obreros y familiares, buscaron, preguntaron a gente de por allá y nadie sabí­a nada, nunca dieron con ellos. Pasaron los dí­as, las semanas y los meses. Un lunes por la mañana del mes de julio 1925, llegó un campesino enguarachado, de San Andrés Tlalnehuayocan llamado Adán Utrera, a la entrada del sindicato, morral al hombro, machete en la cintura, preguntando por los jefes; una secretaria le dijo que no estaban que qué querí­a, porque trabajo no habí­a. Dijo que no iba a eso que iba a otra cosa que con quién de los jefes podí­a hablar. Venga mañana, le dijeron. Salió y un trabajador alcanzó al hombre y le preguntó que si lo podí­a ayudar. Dijo que a lo mejor sí­. Pues dí­game. Adán empezó hablar y le contó que él vio todo ese dí­a en el Naranjillo, pero por miedo no querí­a hablar. El obrero llamado Isaí­as Aguilar quedó estático y amarillo el rostro. Espéreme tantito, no te vayas. Corrió desesperado hacia la fábrica que estaba pegada a las oficinas del sindicato y le gritó a un compañero: vente "apriesa" y tráete a otros, pero córrele. Salieron hacia donde estaba Adán y éste les contó todo:
“Acabé de trabajar en mi parcela y agarré camino pa´irme a mi casa allá en San Andrés, y llegando al Naranjillo vi un montón de gente, unos iban con pistolas y otros cargando cosas. Me asusté y me escondí­ en un matorral, para que no me vieran. Se pararon y a gritos y mentadas a los que iban cargando, parecí­an telas, y les dieron palas y piochas y les dijeron que escarbaran una zanja. Los hombres pedí­an clemencia y les preguntaban que qué querí­an, que por su mamacita no les fueran hacer nada porque tení­an hijos y familia. Los pistoleros gritaban que se apuraran. Terminaron el trabajo y los pusieron en la orilla del hoyo y les dispararon para que cayeran allí­; luego les tiraron encima unas telas y los taparon con tierra y pusieron muchas piedras encima y el terreno quedó como si nada y se fueron tranquilos. Yo, temblaba de miedo y casi anocheciendo corrí­ a mi casa, como alma que lleva el diablo”.
Le preguntaron si los podí­a llevar, que le iban a pagar y de inmediato juntaron a mucha gente entre familiares y compañeros trabajadores. Llegaron al lugar y efectivamente ahí­ estaba el montón de piedras. Empezaron a escarbar y comenzaron los lloridos de los familiares y las mentadas de los obreros. Sacaron los restos, los envolvieron en mantas y zarapes y en la tarde los estaban velando en el sindicato.
Fueron sepultados en el Panteón Palo Verde, ahí­ permanecieron hasta que durante una asamblea celebrada a fin de año se les declaró “Mártires del 28 de agosto” y se decidió trasladarlos al panteón Jalapeño, pasado el tiempo trabajadores y amigos pidieron a las autoridades que en la calle principal de la colonia que habitaban varios obreros se hiciera un monumento en su memoria y que sus restos fueran trasladados ahí­. Esa petición no fue concedida, sin embargo, se construyó una gran estatua portando una enorme antorcha sobre la avenida principal.
En ese mismo año, también se creó la colonia Obrero Campesina cuyas calles llevarí­an el nombre de cada uno de ellos.
El sindicato ya no fue el mismo. Los obreros estaban "aplacados" porque a partir de esa fecha sólo habí­a lí­deres que estaban alineados con el gobierno y los caciques de la región. Peor aún, fue nombrado como secretario general del sindicato, Enrique Cerón para tratar de calmar a los trabajadores porque seguí­an en rebeldí­a la cual duró hasta 1932 porque llegó como secretario general Melquiades Ruiz, quien terminó con los rebeldes y dio entrada a personajes enviados por los caciques. En 1935 el propio Ruiz junto con Roberto Celis y Ponciano Villalba manejaron el sindicato a su antojo dándole poder al cacique Isóforo Cortez para que iniciara la donación y venta de terrenos que los obreros tení­an en la avenida Jalapa, el de la Normal Veracruzana y parte donde se construyó la Unidad Magisterial. Para los obreros supervivientes ahí­ empezó el saqueo del sindicato.
Posteriormente surgieron nuevos lí­deres, pero ya la fábrica textil habí­a bajado su producción por eso el nuevo secretario general Silvestre Bustamante Martí­nez continuó con la venta de los bienes del patrimonio sindical, incluso después del cierre de la fábrica en 1990. El sindicato desapareció el 1 de mayo de l991 y se creó la Comisión Liquidadora del Patrimonio sindical a cargo del mismo Silvestre quien permaneció en ese cargo durante 23 años siendo su última venta un edificio que durante 20 años se le rentó a la Universidad Veracruzana y a la Orquesta Sinfónica de Jalapa para sus ensayos.
De todas las ventas que se realizaron no se dio nada a los agremiados, incluso se depuró una lista con el propósito de beneficiar a unos cuantos dejando fuera a extrabajadores, viudas y pensionados a pesar de que pagaban sus cuotas sindicales.
El dí­a 29 de marzo de 1956, en una gira de trabajo que hací­a a Jalapa el presidente Adolfo Ruiz Cortines acompañado por el gobernador Antonio Modesto Quirasco, fundó la colonia Obrero-Campesina, en memoria de los asesinado en la factorí­a de San Bruno. Y por acuerdo de cabildo jalapeño la calle Calzada de san Bruno, se cambió a Av. Mártires del 28 de agosto.


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