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Malecón del paseo
Jueves 06 agosto, 2020

Literatos heroicos

•Escribí­an a mano
•Y con una veladora

EMBARCADERO: Los escritores del siglo XIX para atrás fueron héroes de la palabra escrita... Escribí­an a mano, página por página, tiempo cuando la máquina mecánica de escribir estaba lejos de inventarse... Las pelí­culas sobre muchos de ellos dejan perplejo y atónito el corazón humano y las neuronas... Un caso simbólico es, entre tantos otros, de Honorato de Balzac, por ejemplo, quien solí­a escribir hasta quince horas diarias, a mano, con lápiz, hoja tras hoja, y terminaba agotado tanto de la mano

Luis Velázquez

como del cerebro y se tiraba en la cama para dormir en la pocilga donde viví­a…

ROMPEOLAS: Una pelí­cula sobre la vida de sor Juana Inés de Asbaje la muestra encerrada en su cuarto en el convento como escribiendo a destajo, a mano, con una pluma de ganso que a cada rato metí­a en el frasco con tinta para seguir escribiendo… Suetonio, el autor del libro “Los doce Césares”, de Roma, aparece en un documental en una aldea lejos de la vida polí­tica y pública escribiendo a mano dí­a y noche, alumbrándose con una veladorcita, pues entonces en aquel pueblo rural nadie conocí­a la luz eléctrica…

ASTILLEROS: Gabriel Garcí­a Márquez escribió y publicó más de veinte libros… Todos, en máquina mecánica… Incluso, en una máquina portátil que cargaba de un extremo a otro del planeta… Es más, tení­a la máquina sobre una mesita de madera de esas que venden los indí­genas de pueblo en pueblo… Y el dí­a cuando las computadoras llegaron y las utilizó dijo que si en su tiempo habrí­a existido tendrí­a escritos el doble de libros… Ya podrá, entonces, imaginarse el caso de Balzac quien escribió unos cuatrocientos libros, la mitad por encargo, llenos de pasiones revolcadas, como estrategia segura para ganar el billete fácil, que le urgí­a, pues su familia, sobre todo, su señora madre, lo desconoció porque era feí­to…

ESCOLLERAS: Por lo regular, los filmes sobre escritores del siglo XIX para atrás giran alrededor de un cuentista, un novelista, un poeta, un dramaturgo escribiendo textos a mano y con una veladora… Y en una pobreza impresionante… Garcí­a Márquez, por ejemplo, viviendo en Parí­s en la azotea de un edificio donde le cobraban menos, llegó a dejar una de sus novelas en garantí­a al administrador para que le diera crédito y seguir habitando la buhardilla…

PLAZOLETA: Antón Chéjov, el escritor admirado por León Tolstói, también escribí­a a mano y con una veladora, tiempo aquel cuando también estudiaba medicina y estaba seguro que su vocación era la literatura… Su caso fue peor, porque padecí­a tuberculosis y siempre andaba con un cucurucho en la mano donde escupí­a la sangre y luego lo arrojaba a la chimenea más cercana para evitar el contagio a los demás… Con todo, enfermo, se fue a los campos de concentración de los zares para escribir el reportaje sobre las cárceles rusas donde estaban concentrados los malos, pero también, los contestatarios, los inconformes, los activistas y los crí­ticos…

PALMERAS: La leyenda dice que Benito Juárez aprendió a leer a los doce años de edad y en las noches alumbrándose con una veladora… Y como en todos los casos de escritores de aquellos tiempos se necesitaba insólita fuerza de voluntad, como la de Honorato de Balzac, para cumplir su designio vocacional… Por eso resultan más admirables si se compara con la computadora usada por los escribidores y por lo general desde el cuarto de estudio con aire acondicionado y una asistente doméstica sirviendo el cafecito caliente, ¡vaya escritorazos!...



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