Historias Memorables
•Gran maestro
•Siempre generoso
•Francisco Gutiérrez González
Héctor Fuentes
Francisco Gutiérrez González es un maestro imborrable.
Primero, un profesor extraordinario.
Segundo, insólitamente generoso y solidario.
Tercero, maestro de primaria derivó en académico...
de la Universidad Veracruzana, U.V., y fue director de la antigua facultad de Periodismo.
Cuarto, trabajador de la información, secretario de Redacción en el periódico El Dictamen.
Y cinco, entre otras cualidades y atributos, un gran sentido del humor, testimonio de su inteligencia y talento. Unos decían humor negro, pero humor al fin.
En el salón de clases impartía la materia de Estilo, el estilo periodístico. No hablaba, con frecuencia la pasión magisterial le ganaba y gritaba. En todo caso, subía y bajaba el tono de voz, como si actuara. Y mantenía el interés por la clase tan versátil y documentada, actualizada en el día con día.
Siempre cargaba un maletín color café. Y a veces, el maletín estaba vacío. Quizá, apenas, apenitas, las llaves de su automóvil, un coche que parecía el arca de Noé. Más viejo, monumento histórico, como el auto que siempre manejó don Alfonso Valencia Ríos, su contemporáneo junto con el profe Antonio Salazar Páez.
Nunca fue reportero. Tampoco cronista. En el periódico diagramaba las páginas interiores de la primera sección. Titulares lacónicos y lapidarios. Diseño ágil y dinámico que todos los días creaba y recreaba.
Un hombre callado. Llegaba al periódico y trabajaba en silencio, sin andar en chismes de quinto patio ni armando grillería por ahí ni conspirando ni echando tijera.
Se levantaba de la silla del escritorio quizá solo al baño. Tampoco perdía el tiempo contestando el teléfono.
Y en la facultad de Periodismo entraba al salón de clases dos minutos antes de la hora y salía cinco minutos después de la hora.
Y vivía sus días con disciplina militar, programada en el día.
Con frecuencia, invitaba un café en La Parroquia con una canillita. Y se interesaba por la vida del interlocutor y si estaba en sus manos era un activista buscando salidas a un pendiente, un proyecto, un programa, una inquietud.
SIEMPRE ABRíA PUERTAS...
Fue director de la facultad de Periodismo cuando el doctor en Economía, Roberto Bravo Garzón, era rector de la U.V.
Siempre pendiente del desarrollo humano de los alumnos a quienes miraba con posibilidades.
Se desvivía por abrirles puertas profesionales.
Incluso, hubo estudiantes a quienes por aquí habían terminado la carrera y presentado su tesis profesional los invitaba a impartir clases, seguro de las aptitudes y cualidades magisteriales de ellos.
Más aún, era un hombre tenaz para convencer al prospecto magisterial y solo alcanzaba la paz y la dicha cuando el egresado aquel formaba parte de su equipo académico.
Bajo su instancia, varios alumnos fueron enviados al Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, CIESPAL, con sede en Quito, Ecuador. Otros, a Cuba, solo porque deseaban escribir unas crónicas.
Se desvivía, pues, generoso y solidario, alentando la inteligencia y el talento, las ganas de ser y estar, de los discípulos.
Y lo hacía, siempre, con bajo perfil, sin alardear ni aparecer en los titulares.
Bravo Garzón era su amigo, lo respetaba, y siempre le apoyaba en las gestiones. Más, tratándose del desarrollo académico de los alumnos.
Vive en el recuerdo.