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8 Columnas
Jueves 04 junio, 2020

Historias Memorables


Gran maestro
•Siempre generoso
•Francisco Gutiérrez González


Héctor Fuentes

Francisco Gutiérrez González es un maestro imborrable.
Primero, un profesor extraordinario.
Segundo, insólitamente generoso y solidario.
Tercero, maestro de primaria derivó en académico...

de la Universidad Veracruzana, U.V., y fue director de la antigua facultad de Periodismo.
Cuarto, trabajador de la información, secretario de Redacción en el periódico El Dictamen.
Y cinco, entre otras cualidades y atributos, un gran sentido del humor, testimonio de su inteligencia y talento. Unos decí­an humor negro, pero humor al fin.
En el salón de clases impartí­a la materia de Estilo, el estilo periodí­stico. No hablaba, con frecuencia la pasión magisterial le ganaba y gritaba. En todo caso, subí­a y bajaba el tono de voz, como si actuara. Y mantení­a el interés por la clase tan versátil y documentada, actualizada en el dí­a con dí­a.
Siempre cargaba un maletí­n color café. Y a veces, el maletí­n estaba vací­o. Quizá, apenas, apenitas, las llaves de su automóvil, un coche que parecí­a el arca de Noé. Más viejo, monumento histórico, como el auto que siempre manejó don Alfonso Valencia Rí­os, su contemporáneo junto con el profe Antonio Salazar Páez.
Nunca fue reportero. Tampoco cronista. En el periódico diagramaba las páginas interiores de la primera sección. Titulares lacónicos y lapidarios. Diseño ágil y dinámico que todos los dí­as creaba y recreaba.
Un hombre callado. Llegaba al periódico y trabajaba en silencio, sin andar en chismes de quinto patio ni armando grillerí­a por ahí­ ni conspirando ni echando tijera.
Se levantaba de la silla del escritorio quizá solo al baño. Tampoco perdí­a el tiempo contestando el teléfono.
Y en la facultad de Periodismo entraba al salón de clases dos minutos antes de la hora y salí­a cinco minutos después de la hora.
Y viví­a sus dí­as con disciplina militar, programada en el dí­a.
Con frecuencia, invitaba un café en La Parroquia con una canillita. Y se interesaba por la vida del interlocutor y si estaba en sus manos era un activista buscando salidas a un pendiente, un proyecto, un programa, una inquietud.

SIEMPRE ABRíA PUERTAS...

Fue director de la facultad de Periodismo cuando el doctor en Economí­a, Roberto Bravo Garzón, era rector de la U.V.
Siempre pendiente del desarrollo humano de los alumnos a quienes miraba con posibilidades.
Se desviví­a por abrirles puertas profesionales.
Incluso, hubo estudiantes a quienes por aquí­ habí­an terminado la carrera y presentado su tesis profesional los invitaba a impartir clases, seguro de las aptitudes y cualidades magisteriales de ellos.
Más aún, era un hombre tenaz para convencer al prospecto magisterial y solo alcanzaba la paz y la dicha cuando el egresado aquel formaba parte de su equipo académico.
Bajo su instancia, varios alumnos fueron enviados al Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, CIESPAL, con sede en Quito, Ecuador. Otros, a Cuba, solo porque deseaban escribir unas crónicas.
Se desviví­a, pues, generoso y solidario, alentando la inteligencia y el talento, las ganas de ser y estar, de los discí­pulos.
Y lo hací­a, siempre, con bajo perfil, sin alardear ni aparecer en los titulares.
Bravo Garzón era su amigo, lo respetaba, y siempre le apoyaba en las gestiones. Más, tratándose del desarrollo académico de los alumnos.
Vive en el recuerdo.


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