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Jueves 04 junio, 2020

Daifas empobrecidas

Las trabajadoras sexuales es el sector poblacional donde más duro y tupido ha pegado el coronavirus. Desempleadas, 9 de cada diez cortesanas. Y las otras, reduciendo tarifas a más del cincuenta por ciento.
Una crónica de la directora de AVC Noticias, Flavia Morales, lo testimonia, concentrado el texto en la ciudad de Xalapa, la capital.

Luis Velázquez

Peor, mucho peor, entonces, en un Veracruz que ocupa el primer lugar nacional en producción y exportación de mesalinas en el interior de la república.
Y en un Veracruz donde algunos medios escritos publican de entre sesenta a setenta, ochenta, anuncios sexuales los fines de semana.
El bichito ha causado tantos estragos que ninguna de ellas escapa. Está pegando en la prostitución callejera. Pero también en el nivel más alto. Las llamadas daifas VIP. El servicio desde casas de citas y antros.
Un análisis de la BB-VA Research lo describe de la siguiente manera:
“La pandemia dejará a empresas quebradas lo que provocará un elevado nivel de desempleo, y como consecuencia un aumento de la pobreza”. (Proceso 2273)
Y si la contracción económica se dispara al 7 por ciento este año, “12 millones de mexicanos entrarí­an en situación de pobreza y doce millones 300 mil en pobreza extrema”, es decir, lo que simple y llanamente, es la miseria.
La miseria en la que y como describe León Tolstói, es la peor degradación moral para llevar el itacate y la torta a casa.
Entre ellas, las trabajadoras sexuales, y que de por sí­ duro, terrible, inverosí­mil, la venta del cuerpo para obtener unos centavitos con que alimentar a los hijos y a los padres ancianos.

VIVIR DE LA ESPERANZA
Napoleón Bonaparte contaba que una madrugada, en el insomnio, tomó un automóvil y salió a las calles en Parí­s para quitarse el sosiego.
En la esquina de una calle se topó con una cortesana. Y se detuvo. Y le preguntó qué hací­a ahí­.
--Espero clientes.
--Pero son las 3 de la mañana.
--Sí­. Y aquí­ estoy. Yo vivo de la esperanza.
Y la invitó a dar la vuelta.
Nada, sin embargo, y a primera vista, puede hacerse con las mesalinas desempleadas en el tiempo del coronavirus.
Semanas anteriores, en Veracruz y Los Cabos ofrecieron el servicio de table-dance a domicilio y se ignora si habrí­a tenido pegue, pues nunca más volvió a subastarse en las redes sociales, las más concurridas.
Durante mucho tiempo, un proxeneta que tení­a chicas VIP para la sevicia se instalaba en el antro de un hotel de 5 estrellas para esperar clientes tomando un refresco de cola.
--¿Cuánto?, le preguntó un priista al padrotito.
--Cinco mil.
--´¡Qué tiempo?
--Tres horas.
--No, hermanito, por 5 mil pesos véndeme a mí­.
Ahora, se entiende, la tarifa ha bajado, quizá, a unos mil 500 pesos, pero como los antros de los hoteles están cerrados y unos que otros hoteles, sabrá el chamán la nueva estrategia del servicio sexual VIP.
Ellas, las trabajadoras sexuales tienen todos los derechos del mundo para chambear. Pero el COVID ha cambiado la vida por completo.
Lo peor: una doctora china asegura que doce virus más están por venir y serán peores porque como en el caso de “El avispón asesino” de Estados Unidos con una sola picada o mordedura causa la muerte en inmediato sin andar sufriendo tanto como con el coronavirus y que llevara la semana anterior a un señor de la sexta década a tirarse desde el quinto piso del Hospital Regional de Orizaba.

EL SEXO MUEVE EL MUNDO…
Con tanto desempleo, subempleo y salarios insultantes debido a la errática polí­tica económica, el servicio social se ha multiplicado. Está por todos lados. Incluye a mujeres y hombres. Grande es la competencia.
En la historia urbana de cada ciudad, por ejemplo, quedaron grandes epopeyas. En la ciudad de Veracruz, por citar una referencia, desde “La escondida”, el mejor prostí­bulo en la historia local, hasta “El patio” y las casas de Idalia, Margarita y Rosita.
Un cliente decí­a: “Yo tengo toda mi inversión en la casita de Rosita. Soy cliente VIP”.
Famosas en el siglo pasado en su momento fueron cerrando una por una. “La escondida”, por ejemplo, fue clausurada para siempre cuando un marinero solitario llegó al antro, pidió una botella de licor, sacó de la bolsa de su camisa una foto de Jacqueline Kennedy de la que viví­a enamorado, durante media botella la estuvo mirando y luego, sacó su pistola y cuando las chicas bailaban con sus galanes se pegó un tiro.
Las otras casas de cita fueron rebasadas por otras más que las sustituyeron en una cadena sucesiva, ininterrumpida, hasta este siglo XXI, donde hay cortesanas menores de veinte años de edad.
Pero el coronavirus, ni modo, las ha estremecido. Y como los epidemiólogos vislumbran que durará hasta fin de año mientras otros aseguran que llegó para quedarse igual que el Sida, entonces, se ignora su destino.
En todo caso, en el relato bí­blico siempre se ha dicho que se trata del oficio más viejo del mundo y por tanto vida eterna tendrá, con o sin pandemias, acaso copiando la filosofí­a de Sigmund Freud de que el sexo mueve, agita, convulsiona y estremece el mundo.


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