Historias Memorables
•Amor eterno, ajá
•3 años sin el marido
•Migrante en E.U.
Héctor Fuentes
3 años después de que su pareja se fue de migrante sin papeles a Estados Unidos y sin una visita en fin de año, Ruth ignora si todavía son pareja. Sabe de su marido porque cada mes, puntualito, envía su dinerito...
para ella y el par de hijas, una de 5 años y la otra de 6, lista para ingresar a la escuela primaria en el próximo ciclo.
Le causa escozor y picazón que nunca procura hablar con ella ni por el celular ni tampoco envía correítos electrónicos ni la tiene en el whatsapp.
Su primera sospecha como mujer es que Alejandro ya tiene pareja en el otro lado. Incluso, pareja con un hijo, y como en las noches dormirá tranquilo, el amor desenfrenado en reposo, el reposo de los cuerpos complacidos, entonces, ni se ocupa ni se preocupa.
Ella sigue creyendo en el llamado "amor eterno" de Juan Gabriel. Pero como la imaginación es la loca desenfrenada de la casa, entonces vive con la corazonada.
Y cuando el corazón está dislocado, entonces, todo puede ocurrir pues apuesta al peor de los escenarios.
Alejandro se fue luego de quedar desempleado. Era albañil. El patrón lo despidió en un reajuste laboral. Tocó puertas por todos lados y la chamba en caída libre.
Fue cuando se agregó con unos paisanos del pueblo y se fueron "en bolita" cinco compañeros al otro lado. Desde entonces, ninguno ha regresado.
Es el riesgo, dice. Sigue enviando el dinerito mensual porque tiene dos niñas que cada vez está creciendo.
Y está consciente de que la única razón poderosa y fuerte para que un hombre olvide a una mujer por lo regular es otra mujer.
El día cuando partió, Alejandro juró y perjuró que enviaría por ellos a la primera oportunidad que se pudiera.
3 años después ya perdió la esperanza.
Más porque el marido siempre fue "ojo alegre" y le era difícil estar solo.
Y ni modo que si aquí, en Veracruz, era así, en Estados Unidos haya cambiado.
EL MARIDO SE AYUNTÓ CON OTRA
En un principio, Ruth le escribía correos electrónicos. Enviaba corazoncitos a través del celular. A veces, la excepción, contestaba con monosílabos. Otras ocasiones, un simple Ok. Hasta que cortó la comunicación. 3 años ha.
Su madre es categórica: "¡Ya déjalo!".
El padre es mesurado: "Espera, hija, espera".
Los hermanos están irritados. Lo quieren linchar.
Las tías abonan la ira en tierra fértil. "Cámbialo ya".
La suegra la resigna: "Ya ves, Alejandro es así".
El suegro le dice: "Lo que diga la mamá".
El presbítero del pueblo le pide tener prudencia y paciencia y esperar y esperar.
Así, ella está "hecha pelotas", pues nadie en casa le ofrece ayuda económica para en todo caso, dar el siguiente paso y avisarle a través de los suegros de la separación.
En las madrugadas, en el insomnio, la pasa mirando el techo de la casa imaginando el peor de los mundos, mejor dicho, el único: Alejandro se ayuntó con otra.
En su "jaula de oro", la casa donde vive, y vive bien, está encerrada, deseando dejar a las niñas con sus padres y agarrar sus chivas y viajar a Estados Unidos para caerle de sorpresa.
"Soy demasiada mujer para que otra me lo baje" se dice.