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Malecón del paseo
Sábado 30 mayo, 2020

El centro del mundo

•Parí­s en los años 20
•Capital cultural

EMBARCADERO: Hacia 1920, Parí­s se volvió la ciudad más famosa del mundo... Capital cultural de Europa, un mundillo de gays y lesbianas, la mayorí­a intelectuales de prestigio, al lado de escritores, pintores, escultores, cineastas y polí­ticos... Todaví­a muchos años después, quizá veinte, más de veinte, Adolf Hitler solo tení­a la obsesión de tomarse una fotografí­a posando ante la torre Eiffel y que lograra la madrugada cuando sus tropas entraron a la ciudad y hacia las 3 de la mañana cumplió su antigua

Luis Velázquez

obsesión…

La loca pasión entre Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, los creadores del surrealismo, alcanzó la plenitud en Parí­s… También, la de Getrude Stein y su pareja homosexual… Y de Sylvia Beach, la benefactora de un montón de escritores, desde Ezra Pound hasta Ernest Hemingway, viviendo “el amor que no se atreve a pronunciar su nombre” con sus parejas lesbianas… La llamada “Generación perdida” (Hemingway, Francis Scott Fitzgerald, John Dos Pasos, William Faulkner, John Steinbeck, Arthur Miller, Henry Miller y Sinclair Lewis, entre otros) repuntó en el mundo literario desde Parí­s…

ASTILLEROS: Pablo Picasso y Modigliani competí­an por un espacio, aun cuando Picasso era el más exitoso, además del número insólito de mujeres que caminaron en su vida… Octavio Paz llegó a Parí­s deslumbrado por el surrealismo y fue amigo, entre otros, de André Bretón, pero también de John-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Albert Camus… Años después, llegarí­an el argentino Julio Cortázar, el mexicano Carlos Fuentes Mací­as, el colombiano Gabriel Garcí­a Márquez y el peruano Mario Vargas Llosa… Tres de ellos (Paz, el Gabo y Vargas Llosa), premios Nobel de Literatura…

ESCOLLERAS: Una tarde, deslumbrado con Julio Cortázar, Garcí­a Márquez encontró el café donde cada tarde llegaba el cronopio y tomarse un lechero… Y lo esperó en el rincón más arrinconado… Y cuando llegó se le quedó mirando absorto, pleno, en el éxtasis… Y Cortázar ocupó como siempre la misma mesa y la misma silla y fue atendido por el mismo mesero y le sirvió el mismo café… Y el cronopio sacó su libreta de taquigrafí­a y un lápiz y se puso a escribir sin levantar la mirada… El Gabo quedó hipnotizado, alucinado, mirándolo… Y nunca se atrevió a interrumpir aquel momento mágico…

PLAZOLETA: En Parí­s, en la azotea de un edificio donde viví­a porque la plata se le habí­a pagado para cubrir la renta, haciendo una o dos comidas, máximo al dí­a, Garcí­a Márquez escribió “El coronel no tiene quien le escriba” y que consideraba su obra maestra en la literatura… Más, mucho más allá de “Cien años de soledad” llamada la novela clásica luego de “El Quijote de la Mancha”… En Parí­s, Albert Camus fue jefe de Redacción de un periódico clandestino, Combat, cuyo solo nombre indica la filosofí­a de ser y estar y vivir y luchar del Premio Nobel de Literatura… Y en Parí­s, Sartre convirtió en amantes a sus alumnas, algunas de las cuales compartí­a con su esposa Simone de Beauvoir, pues ambos apostaban al amor libre, sin ataduras ni celos…

PALMERAS: En Parí­s, un mediodí­a, la amante de José Vasconcelos, a quien Francisco I. Madero llamaba “El súper muchacho”, Angélica Rivas Mercado, se pegó un tiro con la pistola que ocultaba en la bolsa de mano, incapaz de seguir tolerando sus celos arrebatados… En Parí­s, en el barrio latino, empezó el movimiento estudiantil del 68 y que se extendió a Checoslovaquia, Estados Unidos y México… Por eso, la leyenda aquella de que “Parí­s bien vale una misa”…


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