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Diario de un reportero
Sábado 02 mayo, 2020

“Viaje a la oscuridad”

Genes depresivos
•Escritores suicidas



DOMINGO
“Viaje a la oscuridad”



La depresión es una de las peores enfermedades. Primero, porque se corre el riesgo de caer en una vida vegetativa. Digamos, la actitud contemplativa del místico. Todo alrededor se vuelve indiferente. Muerto en vida, diría un geriatra.
Y al mismo tiempo, y de acuerdo con la intensidad del llamado “viaje a la oscuridad”, el riesgo del suicidio. Escapar, como se afirma, “por la puerta falsa”.Muchos años, Ernest Hemingway aseguraba a su pareja que nunca se quitaría la vida. Y un día, la esposa, el médico y un amigo creyeron. Y una mañana tibia, a las 6 horas, se levantó de su alcoba, se fue al sótano donde guardaba las pistolas y escopetas para cazar leones y tigres en áfrica, y se pegó un escopetazo. Era el 2 de julio de 1961.
Unos geriatras dicen que la depresión es genética. Se hereda. Pero también depende de la manera con que cada corazón y neurona mira y confronta la realidad.

Luis Velázquez

Otros males también llevan al suicidio. El cáncer, por ejemplo. Una decepción amorosa, la más frecuente, por ejemplo, en los hombres.

LUNES
Genes depresivos

Uno de los casos asombrosos de la depresión fue con Hemingway. El, se quitó la vida. Pero también su padre, un tí­o y una sobrina.
Hay quienes aseguran que la depre es inverosí­mil cuando, y por ejemplo, la persona tiene todo. Empleo seguro. Buen salario. Bonita familia. Esposa, hijos, tí­os, primos, amigos, que lo quieren y respetan.
Hemingway, por ejemplo, hacia los 62 años habí­a publicado unos veinte libros. Era premio Pulitzer en Estados Unidos y Premio Nobel de Literatura. Habí­a recorrido el mundo en tareas periodí­sticas. Fue soldado en la Primera y la Segunda Guerra Mundial y activista en la guerra civil española.
Habí­a contraí­do matrimonio en cuatro ocasiones. Las mujeres más bonitas de su tiempo lo esperaban desnudas en la alberca de su casa en Cuba, mientras él terminaba de escribir las mil palabras diarias como cuota.
Era el escritor más envidiado de la llamada Generación Perdida, a la que pertenecieron, entre otros, William Faulkner, John Dos Passos y Francis Scott Fitzgerald.
Y sin embargo, y habitando el paraí­so terrenal, sus genes depresivos lo hundieron, con todo y montón de sicólogos y neurólogos a su lado.

MARTES
El poeta suicida

Todo lo tení­a Manuel Acuña. Poeta, a los 23 años era reconocido como escritor, entre otros, por Manuel Marí­a Flores, Ignacio Ramí­rez, Ignacio Manuel Altamirano, Francisco Zarco, Justo Sierra, Vicente Riva Palacio, Juan de Dios Peza, Manuel José Othón, Luis G. Urbina y José Martí­.
Todos, enamorados de una chica de 19 años de edad, Rosario de la Peña, 1871/1924.
Sus padres, ricos, ella de una cultura impresionante, todas las noches tertulias en su casa y en donde asistí­an de manera religiosa unos quince escritores.
Los quince, enamorados de ella.
Ella prefirió a Manuel Marí­a Flores, también poeta. Once años duró el noviazgo, y luego, enfermo de un mal sexual de la época, murió.
Pero cuando ella decidió por Manuel Marí­a Flores, Manuel Acuña le escribió el famoso poema de “Nocturno a Rosario”.
Y luego, en su casa, tomó una botella completita de cianuro y se acostó a dormir, esperando la muerte.
Era depresivo. Varias de sus hermanas también se quitaron la vida.

MIÉRCOLES
Club de escritores suicidas

Hay un club de escritores suicidas. En ningún momento porque ellos o un familiar los integrara, sino porque, digamos, lo formaron sus devotos.
Entre ellos, Virginia Wolf (ahogada), Horacio Quiroga, Alfonsina Storni (cáncer de mama) Silvia Plath, el caso más dramático.
A los treinta años de edad, se divorció. Enferma, sin ingresos, el once de febrero de 1963, encerró a sus hijos en sus recámaras, abrió las llaves del gas y metió la cabeza en el horno de la estufa.
Otro escritor, quizá el más conocido en su tiempo, también se suicidó. Stefan Zweig.
Fue en 1942, en Brasil, donde viví­a exiliado, huyendo del nazismo y de Adolf Hitler.
Alemán, unos veinticinco libros publicados. Muy bien escritos y mejor documentados. Ensayos, biografí­as de famosos, novelas, relatos. Huyendo, anduvo en varios paí­ses. Terminó en América Latina.
Se suicidó junto con su esposa, igual, igualito que Hitler quien primero pegó un tiro a Eva Braun, por cierto recién casados, y luego se quitó la vida.

JUEVES
“Es hora de marcharse”

Demócrito, anciano, se suicidó por problemas de salud. Demóstenes, Sócrates y Séneca, se suicidaron.
El escritor Hunter S. Thompson, vida explosiva, se quitó la vida de un escopetazo.
“No puedo más. Es hora de marcharse” escribió el comediante norteamericano, Robin Williams, como recado póstumo, asfixiado por ahorcamiento, luego de una enfermedad parecida al Parkinson y el Alzheimer.
El escritor japonés, Yukio Mishima, demoró un año planeando su muerte, hacia noviembre de 1970, de un kamikaze.
Nerón, el emperador romano, se mató a puñadas en la garganta, cuando el Senado se habí­a puesto en contra.
Cleopatra, todo tení­a. Reina de Egipto. Amante de los emperadores Julio César y Marco Antonio. Romas a sus pies.
Entonces, derrotado su ejército por el ejército de Octavio en Alejandrí­a, se refugió en su palacio frente al mar y tomo una mezcla de venenos que le quitaron la vida para evitar ser exhibida como un trofeo de guerra.
Acorralado por la corrupción polí­tica que habí­a dejado como presidente de la república en Perú Alan Garcí­a se suicidó.

VIERNES
“La llama doble”

La semana anterior, hacia mediana mañana, un chico de 26 años de edad, Juan Carlos N, originario de San Andrés Tuxtla, y en un viaje depresivo, se enredó un cable largo en el cuello y se colgó de una viga en su casa.
Un familiar lo descubrió horas después, el cuerpo ya sin vida.
A cada rato la prensa local publica notas sobre jóvenes, en su mayor parte, suicidas, por un desencanto amoroso, el corazón asestando los peores estremecimientos de la vida, creyendo que luego de la decepción con la pareja, nada existe, más que la muerte.
Desencanto amoroso de Antonieta Rivas Mercado, 1900/1931.
En 31 años de vida, actriz, mecenas, escritora, promotora cultura, defensora de los derechos humanos de la mujer, activista polí­tica, traductora y polí­glota.
Casada con un hombre rico, en 1929 conoció a José Vasconcelos, candidato presidencial independiente a la elite de Plutarco Elí­as Calles.
Y se le unió con entrega total y absoluta, desde el financiamiento a su campaña hasta el amor, la pasión y el deseo.
Perdió Vasconcelos. Ella se refugió, primero, en Nueva York, y luego en Parí­s. Allí­ se encontraron. Pero Vasconcelos, fiel a su apellido, Vascon/celos, la abandonó en las peores horas de soledad para ella.
Entonces, metió en su bolsa una pistola que le habí­a regalado a Vasconcelos para su defensa, por si las dudas, en la fallida campaña electoral, fue a la iglesia de Notre Dame y se pegó un tiro en el corazón, avasallada por el desencanto y la depresión. La depresión, hija del desamor.
Octavio Paz lo decí­a así­ en su libro “La llama doble”: en una pareja, solo uno ama. El otro, está por interés y conveniencia… y placer.


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