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8 Columnas
Viernes 10 abril, 2020

La imperiosa necedad-necesidad de salir en cuarentena


Por Noé Zavaleta/Tomado de Crónica de Xalapa

A unos cuantos dí­as de que la Fase Tres por la contingencia del COVID-19 sea decretada a nivel nacional, miles de xalapeños ya se resguardaron en sus casas, otros miles continúan haciendo sus,...

actividades normales (laborales y comerciales) otros cientos continúan haciendo vida normal en las calles. Crónica de Xalapa hizo un recorrido por la Atenas Veracruzana para contártelo.
Vació parece un tablero de ajedrez. Mesas con manteles amarillos perfectamente acomodadas y cuatro sillas cafés con bordes metálicos en cada uno de ellas. Cinco mosaicos de tonos claros separan cada mesa. Es el viejo Café de la Parroquia de la calle Zamora. Totalmente vací­a. Faltan minutos para que se cumpla el medio dí­a. Su cartera de clientes: señores jubilados, burócratas rondando las 5 y 6 décadas, señoras de clase alta que invocan la nostalgia, son del considerado factor de riesgo para contraer COVID-19 y complicar su salud, se encuentran acuarteladas en sus casas, desde hace más de dos semanas.
Al fondo del café. Un mesero que ronda el 1.80 de estatura, dibuja una sonrisa debajo del cubrebocas como invitando al mirón a tomar un café lechero con canilla. A la vuelta de Zamora, sobre la avenida Enrí­quez, el café Bola de Oro tiene mucho más bullicio. Hay parejas de jóvenes, Godí­nez del Palacio de Gobierno en horas del almuerzo, señores de tres décadas con riguroso traje sastre, toman cafés frí­os con crema batida y almuerzan baguettes y croissants. La pandemia sanitarí­a y económica -al menos aquí­- no ha pegado tanto. No aún.
Entre el trayecto de un café y otro, varias boutiques y locales comerciales ya bajaron sus puertas “hasta nuevo aviso”. A dí­as de que el Gobierno Federal decrete la Fase 3 por la pandemia del Coronavirus, Xalapa sigue siendo una selva de concreto de altas contradicciones: Parques públicos e iglesias cerradas. íreas verdes con cintas amarillas y canchas de fútbol atrincheradas con candado.
En contraste, las sucursales bancarias continúan “semillenas” ”“término que habrá que desglosar en tiempos de pandemia, el 35 por ciento de las cajas funcionando y de tres a 4 personas por cada pasillo de ví­veres. Los Chedraui y Walmart continúan teniendo flujo constante para abasto de alimentos y bebidas, incluyendo la cerveza, antes que nos ataquen con la ley seca. Y en el tema restaurantes, aunque la mitad de centros gastronómicos ya bajaron sus puertas y ahora enví­an a domicilio. La otra mitad, continúa tratando ”“sí­ tratando- de operar de manera normal. ¿Quién lo iba a pensar?. Ya no solo comida rápida llegando a la puerta de tu casa: hotdogs, pizzas, hamburguesas y tortas. Ahora con la pandemia del coronavirus, se pueden pedir cazuelas de mariscos, pescado empapelado, carne asada, cócteles de camarón, espadas brasileñas y arroz a la tumbada a la puerta de tu hogar.

Hace calor, en está mañana de miércoles, la avenida Manuel ívila Camacho luce solitaria. El congestionamiento vehicular provocado por la Escuela Secundaria Técnica 3, los trabajadores del INE y el ejército burocrático del centro histórico, hoy tan ausentes todos ellos. Afuera de catedral, como suplicando “liquidez financiera”, una veintena de personas ”“algunos con cubrebocas, otros con paraguas- hacen fila afuera del BBVA, se acerca la semana mayor y habrá cierre de bancos.
En Banamex sucede lo mismo. El fin de quincena se acerca y clientes hacen fila para sus últimos depósitos en efectivo, sus últimos retiros de dinero con su respectivo interés. El pago de la tarjeta de crédito, antes que el interés moratorio “se coma” tu lí­nea de crédito.
Algo noto raro en ívila Camacho. El Parque Bicentenario está cerrado, incluso con guarda policiaca; en contraste, el consorcio económico Elektra ”“de la familia Salinas Pliego- logró mantener abierta su tienda para vender televisores, minicomponentes y consolas de video juegos como “artí­culos de primera necesidad”. Que raros son los estándares de la globalización.
Librerí­as de Xalapeños Ilustres cerradas. Una lástima, pienso. Las novedades editoriales de esté 2020 se han ido al carajo. La capacidad de recuperación económica de los libreros veracruzanos tendrá la velocidad de una tortuga desovando en la playa, lamento.
Afuera del Chedraui hay hileras de taxistas de lado y lado de la banqueta. Se les ve tan amables, tan serviciales, ayudan a las señoras a subir la mercancí­a de los carritos de mandado a la cajuela. Sonrí­en, les cierran cortés la puerta. Fuera de ese radio que abarca la avenida Lucio. Los demás taxistas van pitando su claxon a la menor provocación, conducen despacio, como no queriendo gastar gasolina, espejeando de lado y lado, buscando esa mano salvadora que les haga la parada. Que alguien aborde la unidad.
En el Barrio del Xallitic no pasa mucho. Explanada casi desierta. Dos, tres jóvenes despistados caminan por ahí­, bajo un sol agresivo. Se les nota despreocupados, sonrí­en, hablan en voz alta. Dicen una groserí­a cada tres frases, reconforta esa alegrí­a cuando la tempestad se acerca.


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