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Malecón del paseo
Martes 17 marzo, 2020

Antón Chéjov era ateo

•Y usaba un escapulario
•León Tolstói lo admiraba

EMBARCADERO: 44 años fueron suficientes para que el escritor ruso, Antón Chéjov, entrara a la historia de la literatura, cierto, rusa, pero más del mundo... El 2 de julio (el mismo dí­a cuando años después Ernest Hemingway se pegara un tiro a las 6 de la mañana) de 1904 (6 años antes de que en México estallara la revolución), Chéjov murió en Moscú... Luego, fue trasladado en un vagón de ostras para la venta en los mercados populares, a Petersburgo, donde fue sepultado

Luis Velázquez

El dí­a de su sepelio unos 5 mil rusos lo acompañaron al panteón…

ROMPEOLAS: Sus cuentos están recopilados en tres libros tamaño doble ladrillo y que suman unos doscientos cincuenta, quizá, acaso, el más conocido, “La dama del perrito”, una señora que oscila entre la devoción religiosa a su esposo y la pasión desenfrenada por un amante y que todas las tardes salí­a a pasear con su perrito a la orilla del mar y en el malecón… Murió de una insuficiente cardiaca, con todo y que durante el transcurso de su corta vida padeció un terrible espantoso dolor de piernas y siempre, siempre, siempre tení­a tos…

ASTILLEROS: Y lo peor, cada vez que tosí­a arrojaba sangre… Y por eso, siempre andaba con un cucurucho en la mano derecha donde escupí­a la sangre y luego lo tiraba en una chimenea… Padecí­a tuberculosis, una de las grandes e incurables enfermedades de su tiempo… Arrastraba una debilidad y anemia insólita por tantos años enfermo… Y una de sus últimas voluntades fue tomarse una copa de champagne… Dijo, entonces, cuando el médico se la llevó: “Hace mucho que no bebo champán”… Bebió una copita hasta la última gota, se dio la vuelta en la cama y siguió acostado y horas después, falleció… El dí­a cuando muriera su amigo y protector, el escritor León Tolstói, lloró… Y lloró igual, igualito que cuando Pancho Villa en el sepelio de Francisco Ignacio Madero…

ESCOLLERAS: Nunca tuvo hijos, con todo y que viviera con dos mujeres… La última, una artista de teatro, quien solí­a llegar a casa en la madrugada luego de que la obra teatral bajaba el telón hacia las diez de la noche… Y Chéjov, paciente y prudente… En tanto, la solí­a esperar despierto acompañado siempre de un amigo generoso y solidario… Y en contraparte, Chéjov plantó flores en el jardí­n de su casa y mantení­a una escuela para niños pobres… Era ateo, y lo que entristecí­a a Tolstói, pero al mismo tiempo, lo respetaba… Y no obstante, solí­a llevar un escapulario que colgaba de su pecho obsequio de su señora madre… Incluso, en la infancia, Chéjov solí­a leer a la familia, sus padres y tres hermanos, un libro intitulado “La vida de los santos”… Y por eso mismo, su vida siempre osciló en medio de un par de preguntas… Una, si Dios existí­a, y la otra, si Dios no existí­a…

PLAZOLETA: Chéjov estudió medicina y ejerció… Incluso, cuando viajara a un campo de concentración para escribir un reportaje terminó dando consulta a los internos y sus familias… Es más, cuando le preguntaban a qué se dedicaba siempre decí­a que era doctor, nunca revelaba que era escritor y reportero… Y como médico que aplicaba autopsias a los cadáveres aseguraba que estaba cierto de la parte del cuerpo humano donde está ubicado el corazón, pero que siempre buscaba el espacio ocupado por el alma y nunca la encontraba... Muchos escritores le tení­an envidia porque Tolstói lo admiraba y respetaba y apoyaba… Incluso, Chéjov llevó a Máximo Gorki con Tolstói para que lo conociera…


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