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8 Columnas
Jueves 27 febrero, 2020

Morir de Periodismo


Por Gonzalo López Barradas/Parte I

Que me perdone Marco Aurelio Carballo (+) por tomar el tí­tulo de su libro que escribió en el 2008. Empecemos por el principio, allá por el año 1967, cuando estudiábamos periodismo. No sé qué me vieron mis compañeros para elegirme presidente de la sociedad de alumnos.


Creo que fueron mis crí­ticas hacia la facultad que parecí­a academia de corte y confección con puros estudiantes mayores, casi todos profesores egresados de la Normal. (Habí­a algunas excepciones, claro). Pedí­amos un cambio y más convivencia con otras facultades. Comenzamos con los festejos de una semana del estudiante e invitamos a compañeros de la Escuela de periodismo Carlos Septién Garcí­a del D.F. El alcalde del Puerto, Mario Vargas Saldaña, nos ayudó con los gastos de hospedaje y alimentos. Llegaron diez estudiantes entre los cuales estaban Olivia Camarillo, Ignacio Ramí­rez, Sara Lovera y Francisco Jiménez. El intercambio fue de un gran provecho. Nos enseñaron y les enseñamos. Chuparon alcohol, se bañaron en Mocambo, El maestro Alfonso Valencia, nuestro director, pagó la bailada y publicó en el Dictamen una fotografí­a de su presencia en Veracruz y comieron mariscos hasta reventar. Hicimos una gran amistad con los futuros reporteros.
Nos topamos con el 68. La Facultad, aunque el maestro Valencia no querí­a, participó activamente en el movimiento estudiantil. En cualquier salón de clases nos reuní­amos los de Medicina, Odontologí­a, Veterinaria, Ingenierí­a y Enfermerí­a. Vicente Meseguer, Bernardino Barradas, Ezequiel Méndez y otros. El general Guinart ya nos tení­a en la mira, pero no pudo atraparnos. Zanoni de la Garza, periodista valiente entre los valientes, empezaba a gestar su periódico ¡Basta! Era de Tamaulipas, pero se avecindó en el Puerto. En el 69 traí­a a raya a los funcionarios de gobierno.
Nuestra participación fue de solidaridad, con los estudiantes de la ciudad de México.
Hay muchí­simas anécdotas que contar. Llamamos a nuestra generación la del cambio en la Facultad: Alfonso Mora, Albino Moctezuma, Flora Camacho, Vicenta Castañeda, Edelmira Garcí­a, Praxedes, Héctor Lechuga, J.L Becerra (+), Othón Hernández (+) y los que iban atrás de nosotros: Cecilio Garcí­a, Manuel Rosete, Raymundo Jiménez, y otros que no recuerdo.
Habí­a que pensar en el futuro.
Hablé a Ignacio Ramí­rez para decirle que aceptaba su oferta de irme a trabajar a la revista Tiempo que dirigí­a Martí­n Luis Guzmán. Llegué a la ciudad de México con ilusiones inmensas de triunfar, sin dinero, con dos mudas de ropa, más la que llevaba puesta y un suéter. Nacho, me dio posada por unos dí­as, en su casa que estaba como la chingada de lejos. Leyó el director de la revista Tiempo, la carta de recomendación que me dio el maestro Alfonso Valencia. Comencé a trabajar, conocí­ a Luis Gutiérrez, jefe de redacción, Bernardo González, eventos especiales, ambos de Tierra Blanca y a Pedro José Alisedo. Me asignaron mi rémington. Salí­a con Nacho Ramí­rez a reportear, ya conocí­a, más o menos, el D.F. Me enseñó muchas cosas y comencé a escribir cuartillas sobre noticias que llegaban del extranjero. Poco a poco agarraba el ritmo. Todos los jueves nos reuní­a don Martí­n para enseñarnos a escribir el estilo de Tiempo. Checaba el material, seleccionaba lo más importante para la edición; la portada, las cabezas, cintillos, etc. Muy meticuloso el escritor del íguila y la Serpiente, las Memorias de Pancho Villa y las Islas Marí­as (de esta novela se hizo una pelí­cula la cual él supervisó). Fue candidato a senador. Ganó, pero no porque le cubrí­amos su campaña, sino por el voto de la gente.
Ya habí­a hecho contacto con íngel Trinidad Ferreira, reportero estrella del periódico Excélsior. Le llevé saludos de su prima Sara, amiga de mi familia polí­tica.
Habí­a mucha euforia por el próximo Campeonato Mundial de futbol que se celebrarí­a en México. Por todas partes se jugaba ese deporte de las patadas. El doctor Bolaños Cacho, tení­a un Centro de Readaptación Social y en esos campos deportivos jugaban unas chicas a las cuales los aficionados habí­an sobrepuesto los nombres de futbolistas: ”˜la Pelé”™, ”˜la Garrincha”™, y otros famosos de la época futbolera. Luis Gutiérrez nos mandó para hacer un reportaje sobre esas integrantes de la primera Selección femenil de futbol.
Dí­as antes, fui a la Lagunilla a comprarme dos sacos de vestir. Me costaron treinta pesos cada uno y tres corbatas de cuatro pesos.
Entrevistamos a las chicas. Tomamos fotografí­as y nos fuimos a la sala de redacción para escribir el reportaje que deberí­a salir en la edición del viernes…
“Toda la literatura, desde la biografí­a hasta los ensayos, pasando por la novela, los cuentos, los reportajes y las entrevistas no es más que chismorreo”: Truman Capote


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