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8 Columnas
Viernes 21 febrero, 2020

Nomás las cruces quedaron


Gonzalo López Barradas/Parte XII

La zona alrededor de Huatusco y tierra baja hasta Puente Nacional, Paso de Ovejas y Soledad de Doblado, es flagelada por el abigeato. Don Estanislao Arroyo Zapata y Pino Domí­nguez Colorado, respetados agricultores en la región de Mata Obscura, cerca de Huatusco y de Mata...

de Jobo del municipio de Paso de Ovejas, no hace mucho recibieron una potranca prestada por un individuo que apenas conocen, dos meses después el animal murió de una extraña enfermedad, le avisaron al sujeto y no les creyó. Este problema lo aprovechó Cirilo Palmeros, pistolero en Puente Nacional de Crispí­n Aguilar para acusarlos de robo. Mandó a 30 matones para que los detuvieran y fueran llevados a la hacienda de Almolonga pero tení­an que pasar primero por Actopan en donde vive Crispí­n quien este dí­a celebra una fiesta de quince años de la cual es padrino, a las orillas del rí­o, rodeado de 40 hombres armados. Hasta ahí­ llegaron los detenidos.
-Hombre, Crispí­n, ¿de qué se trata esto?, dijo don Estanislao.
-Pues el patrón ya está hasta la madre de los robavacas y caballos, contestó medio borracho.
-Pero si nosotros no hemos robado nada, ¿o de qué se nos culpa?
-Mira, ”˜Tanislao”™, yo sólo cumplo órdenes. ¿O quieres que aquí­ mismo te partan la madre?
-Te van a llevar a Almolonga y allí­ habla con el jefe…
Es casi de noche, los empleados y trabajadores del Ingenio habí­an terminado su jornada. Le avisaron a Parra de la llegada de los detenidos pero no quiso recibirlos a esa hora. Amarrados de las manos los tiraron en los macheros para que ahí­ durmieran. No habí­an comido ni bebido agua durante el dí­a.
Parra ya habí­a acordado con los pistoleros que tiene a su disposición en la Hacienda que cuando platicara con las personas que manda a traer se pasearí­a en el patio con ellos, que mientras se pegara con el fuete en las polainas, no habrí­a problemas, inclusive les pondrí­a el brazo en el hombro y los llevarí­a a su oficina. Pero cuando dejara de hacerlo y se colocara el fuete en el hombro, entonces el desgraciado sujeto serí­a asesinado y tirado su cuerpo a la profunda cueva del cerro El Congo, en la cual ya habí­an sido arrojados decenas de cadáveres.
Don Estanislao y Pino pasaron una terrible noche. Sin dormir, hambrientos y sedientos. Sus familiares estaban afuera del ingenio esperando hablar con ellos.
Son las nueve de la mañana. Parra hace su aparición, bien bañado, limpia su ropa y sus polainas y pistola escuadra al cinto. Le gusta mucho la limpieza. La Hacienda luce limpia. Tiene personal encargado para esa tarea.
Gritó a uno de sus ayudantes:
-¡Traigan a los detenidos!
Los llevaron todaví­a amarrados.
-Suéltenlos y denles algo de beber, dijo Parra.
-Don Manuel, ¿qué ya no se acuerda usted de nosotros?, dijo Pino.
Con el más descarado de los cinismos, gritó:
-¡Válgame Dios, si eres Estanislao y tú, Pino!, pero, ¿quién demonios los trajo así­?
Volvió a gritar a uno de sus pistoleros:
-¡Cleto!, ¿quién ”˜chingaos”™ ordenó que trajeran a mis amigos así­, amarrados, ¡Qué poca madre!, a ver pregunta quién los trajo?
-Pino, Estanislao, disculpen estas pendejadas, por favor…
Empezaron a caminar y a platicar. Parra se golpea las polainas con el fuete.
-Sé que por su rumbo están sucediendo muchas cosas que no me gustan. Que se pierde bastante ganado y hay quejas de mis amigos los ganaderos, dijo Parra.
Habla don Estanislao:
-Es cierto, don Manuel, con esta división que hay de la Liga Agraria, muchos campesinos no tienen qué comer y pues agarran lo que encuentran.
-¿Tú qué me dices, Pino?, preguntó Parra.
-Lo mismo don Manuel, la cosa está cabrona por esa región. Cándido ha dado muchos escarmientos pero ni así­. No paran.
-Quiero pedirles un favor, como amigos que somos y por lo que ustedes representan en sus regiones: háganse cargo de hablar con los campesinos que sepan que yo no voy a permitir eso. Ustedes me los van a sosegar para que ya no haya tantos muertos. Les voy a dar algunas gentes para que crean esos pendejos que lo que digo es cierto. ”˜Orita”™ mismo dí­ganme si puedo contar con ustedes, preguntó el cacique.
Los dos agricultores que fueron jefes de guerrilla en Mata de Jobo y Mata Obscura con el general Heriberto Jara, se miraron pensativos, oyendo y viendo de reojo los golpes que Parra le da a sus polainas con el fuete, no demoraron mucho en hablar.
-Está bien, don Manuel. Dí­ganos qué tenemos qué hacer.
”˜El hombre de Almolonga”™ dejó de golpear sus polainas y los abrazó. Se los llevó al comedor; se repusieron de la chinga que habí­an llevado ayer y en la noche, luego se metieron a la oficina y ahí­ fueron instruidos por el cacique. De pronto, entró Cleto a informar quién habí­a sido el causante de la detención de don Pino y don Estanislao y por qué.
-Dile a Candelario que ya sabe lo que tiene qué hacer con ese hijo de la chingada y con los demás que vinieron con él porque a mis amigos no se les trata así­, ordenó Parra.
Luego se dirigió a Pino y a don Estanislao:
-Afuera está una camioneta para que los regrese a su casa, también se llevan a su familia que ahí­ los están esperando. Pasan por Actopan a ver a Crispí­n para que se disculpe con ustedes y se ponga a sus órdenes. En un ratito más le voy hablar por teléfono. Tú, Pino, le entregas esta carta a Cándido Pérez (terrible asesino que tiene Parra allá en la hacienda La Ternera) ”˜orita”™ que llegues a Paso de Ovejas. Le doy instrucciones para que también se ponga a las órdenes de ustedes con la gente que sea necesaria. Aquí­ les doy este presente que espero les guste., sonrió Parra.
-Gracias, don Manuel, dijeron al uní­sono
Son dos pequeñas cajas que contienen cada una un fajo de billetes con diez mil pesos y una pistola escuadra calibre .038 reglamentaria, nuevas con dos cargadores y varias cajas llenas de municiones…


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