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Expediente 2024
Martes 11 febrero, 2020

Un mundo aterrorizado

Tantas mujeres son asesinadas en Veracruz que más bien sus historias parecieran de terror y espantos.
Mujeres asesinadas y decapitadas. Chicas secuestradas.
Estudiantes a quienes la madre o el padre llevaron a la escuela y nunca, jamás, regresaron a casa.
Maestras de aerobics asesinadas en sus camas y delante de sus dos hijos menores, todaví­a de ñapa, sembrarle un cigarro de marihuana, ¡vaya perversidad!

Luis Velázquez

Señoras secuestradas, desaparecidas, quizá ultrajadas, asesinadas, decapitadas y tirado su cadáver en un lado y a varios metros la cabeza.
Y todaví­a, una narco/cartulina.
Jóvenes señoras plagiadas, pagado el rescate por la familia, y sin embargo, asesinadas, nomás para mostrar el puño y el músculo con toda la ruindad de la vida.
Lo más miserable: hasta uno que otro sacerdote de la iglesia católica asegurando que las mujeres son culpables de su propia muerte por la forma provocativa con que se visten.
El machismo en su más alto decibel, la diputada federal de MORENA, Lorena Villavicencio, advierte que más que un feminicidio, se trata de un genocidio.
Y más, porque la autoridad se “lava las manos” y en el dogmatismo dice que la mayor parte de los crí­menes son por la violencia intrafamiliar y así­, según ellos, quedan en paz con su conciencia social…, si es la que tienen en un mundo de machos.
La ruleta rusa del feminicidio ha llegado en Veracruz, por ejemplo, al homicidio de niñas.
La niña de 12 años, por ejemplo, ejecutada en Santa Ana Atzacan, junto con sus padres.
La niña migrante guatemalteca asesinada en Las Choapas, apenas, apenitas entrando en Veracruz luego de su paso por Tabasco.
Y lo peor, la impunidad total y absoluta, y de postre, la Fiscal asegurando que los feminicidios van a la baja, en caí­da libre, a tono con su mundo color de rosa creado y recreado a imagen y semejanza, y respaldado por su hacedor, el secretario General de Gobierno.
Un cuarteto de mundos, pues, en conjunción.
Uno. La inseguridad pública, tarea de la secretarí­a de Seguridad Pública.
Dos. La impunidad, tarea de la Fiscal.
Tres. La fiscala, jurando y perjurando que los crí­menes de mujeres van a la baja.
Y cuatro. Las activistas denunciando el caos, la inseguridad y la impunidad, al grado de que con firmeza ventilan en el tendedero público que se trata de un genocidio.

HUIZILOPOCHTLI EN EL TIEMPO DE CUITLíHUAC
Tantas mujeres han asesinado en Veracruz, primer lugar nacional, que bien pudiera considerarse un martirilogio. Mujeres sacrificadas en el altar patrio. La nueva versión de Huitzilopochtli en el tiempo de Cuitláhuac.
Y, bueno, seguir hablando de la violencia intrafamiliar significa y expresa la incapacidad policiaca para garantizar la seguridad de las mujeres.
Y continuar hablando del machismo resulta insólito en el siglo XXI, incluso, 500 años después de que Moctezuma II enviara veinte doncellas, todas ví­rgenes, a Hernán Cortés recién desembarcado en las playas de Chalchihuecan para el consumo sexual de los generales españoles.
Y decir que el club de Tobi sigue ganando las batallas a La Pequeña Lulú, anexas y conexas, significa evadirse por la tangente.
Y pretender, como la Fiscalí­a General de la República, desaparecer el delito de feminicidio que para un nuevo clausulado jurí­dico donde los asesinos de mujeres tendrán setenta años de cárcel equivale a una versión actualizada del machismo puro.
De nada, sin embargo, han servido las protestas y marchas y resistencias pací­ficas y declaraciones mediáticas de las ongs integradas con mujeres y madres y hermanas de las ví­ctimas para hacer justicia.
Pero más aún, para frenar la ola feminicida en un Veracruz donde el machismo alcanza su decibel más alto, como por ejemplo, de los 78 gobernadores que han ocupado el trono imperial y faraónico todos han sido hombres.
Y de todos los procuradores de Justicia, ahora llamados Fiscales, por vez primera está ocupado por una mujer para quien los crí­menes de mujeres van a la baja en tanto todos los dí­as las páginas policiacas rinden cuenta de un homicidio más.
Y como cada ejecución hace olvidar la anterior y la anterior y la anterior, de pronto, la impunidad floreciendo en tierra fértil del surco.

MíRTIRES JAROCHAS DE MORENA
Con tantas mujeres asesinadas decenas, cientos quizá, de niños huérfanos y padres viudos.
Cada vez, los panteones más llenos de cruces de mujeres fallecidas con violencia.
Cada vez más hogares enlutados y más familiares reclamando justicia.
Cada vez más mujeres secuestradas, Veracruz, campeón nacional.
Más que un cuento de espantos, relatos de terror y miedo, pues bastarí­a imaginar los últimos momentos de vida de una mujer asesinada, de ñapa, ultrajadas sin duda, golpeadas y torturadas, resistiendo las vejaciones y los agravios.
Y lo peor, desde el gobierno de Veracruz y hasta de una que otra elite eclesiástica, satanizadas.
Ellas son las mártires jarochas de MORENA. La polí­tica de abracitos y besitos arrasando con la vida femenina. El sermón de la Cartilla Moral revolcándose en la violencia inacabable.
Inverosí­mil: en Soledad de Doblado, un padre llevó a su hija a la escuela técnica y ella nunca regresó a casa.
Cada dí­a, la incapacidad oficial en la ruleta rusa. Desorbitada. Fuera de control, así­ el gobierno de Veracruz predique un mundo de amor y paz.
El sable ganando las batallas, en vez del espí­ritu.
La saña y la barbarie, en vez de la eficacia de la Fuerza Civil y la Guardia Nacional.
Los cartelitos y cartelitos marcando la agenda setting, replicados por una polí­tica reactiva de Seguridad Pública que, desconcertada y atónica, los va siguiendo “con palos de ciego”.
Las mujeres de Veracruz, expuestas a la violencia masculina.


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