Veracruz, exhibido
El Sistema Nacional de Seguridad Pública exhibe al gobierno de Veracruz. Y de acuerdo con la estadística de la muerte, lo taladra y perfora. Incluso, lo lapida. Mejor dicho, lo deja como un mentiroso, ¡hijos de Pinocho, aunque bien pudieran ser hijos de Augusto Pinochet!, con un Veracruz tiradero de cadáveres.
La numeralia oficial es la siguiente:
Luis Velázquez
En el año 2019, el primero de MORENA en el trono imperial y faraónico de Xalapa:
2 mil 113 homicidios.
157 feminicidios.
298 secuestros.
Veinte mil robos.
Veracruz, campeón nacional en asesinatos de mujeres y secuestros.
Y desde luego, la ola de violencia con su hermanita gemela siniestra y sórdida, la impunidad.
Y en contraparte, la dureza dogmática de la dinastía guinda y marrón de Veracruz.
A: La ola de violencia va a la baja y estamos contentos, muy contentos, según el góber jarocho de AMLO.
B: En materia de feminicidios ahí la llevamos, según el secretario General de Gobierno.
C: Los homicidios y feminicidios van a la baja según la Fiscal.
D: Si hay violencia se debe, única y exclusivamente, a Miguel Angel Yunes Linares y Javier Duarte, de acuerdo con la versión morenista.
Pero…, catorce meses y una semana después, Veracruz chorrea sangre e impunidad por todos lados y solo los hijos partidistas de AMLO lo ignoran o fingen ignorarlo, antes, mucho antes de aceptar una realidad avasallante.
Y por el contrario, siguen zambullidos en su dureza dogmática jurando y perjurando que “aquí no pasa nada”, oh Javier Duarte, y que vamos bien y el mundo es color de rosa y que si hay violencia se debe, como dijera el ex titular de la SSP, Arturo Bermúdez Zurita, “¡a los pinches periodistas!”.
Y/o como en el caso de la senadora Gloria Sánchez, porque existe una conspiración de los reporteros en contra del góber jarocho de AMLO.
En todo caso, hay una realidad incontrovertible como significa la estadística del Sistema Nacional de Seguridad Pública y que exhibe la estrategia jarocha equivocada para garantizar el Estado de Derecho.
Los barones de la droga, carteles y cartelitos, sicarios y malandros, pistoleros y rateros, dueños de la vida diaria en Veracruz.
VERACRUZ JODIDO DURANTE 27 AÑOS SEGUIDITOS
Desde luego, no hay en la vida “peor ciego que aquel que no quiere ver” ni peor necio que quien no desea escuchar.
Y es que la realidad avasallante allí está, en cada nuevo amanecer, un Veracruz adolorido.
Incluso, nadie dudaría de que con tanto tiradero de cadáveres, secuestrados y desaparecidos, y cadáveres sepultados en las fosas clandestinas, el resto de la población de Veracruz que estamos vivos somos sobrevivientes del tsunami de violencia.
Tampoco podemos cantar victoria.
Incluso, los días y las noches se miden cada 24 horas para determinar si la familia sigue viva.
Y mientras a otros ciudadanos plagian y desaparecen y matan, hay quienes se colocan de un lado del charco y se declaran inocentes y justos, en tanto satanizan a las víctimas de la violencia.
Es más, de un lado colocan a las personas buenas, y del otro lado, a los pecadores que de seguro andaban en malos pasos con pésimas compañías, y ni modo, la guillotina les alcanzó y por eso fueron secuestrados y desaparecidos y asesinados.
Pero un día también se llevan a un familiar o a un compadre o vecino, y en automático la actitud ante la vida cambia porque saben que la delincuencia organizada ya les cayó.
El gobierno de Veracruz, por ejemplo, igual que AMLO alardea tener sus números de la violencia y que son diferentes a la percepción ciudadana y a las versiones publicadas en los medios.
Pero al mismo tiempo, el Sistema Nacional de Seguridad Pública exhibe a la dinastía guinda y marrón en el poder jarocho.
Y, bueno, allá otros gobernadores con su numeralia fatídica. Aquí, de Tampico Alto, en los límites con Tamaulipas, hasta Las Choapas, en los límites con Tabasco, “la muerte sigue teniendo permiso” y nada, absolutamente nada (Fuerza Civil, policías estatales y municipales, Guardia Nacional, secretaría de Seguridad Pública y Fiscalía) alimenten la posibilidad de un Veracruz pacificado.
Por eso, habría de preguntarse como Zavalita, el reportero en la novela de “Conversación en la catedral” de Mario Vargas Llosa, las razones por las cuales Veracruz sigue jodiéndose.
Se jodió con Patricio Chirinos Calero cuando los narcos se establecieron por vez primera.
Se jodió con Miguel Alemán Velasco, cuando, incluso, el capo José Albino Quintero Meraz, Cartel de Sinaloa, tenía doce casas de seguridad en el Frac. Costa de Oro, de Boca del Río, y en una de ellas era vecino, pared con pared, de Alemán.
Se jodió con Fidel Herrera y Javier Duarte, la llamada Docena Trágica de Veracruz, tiempo cuando los carteles alcanzaron la plenitud y hasta lograron la alianza con políticos, jefes policiacos y policías para desaparecer personas.
Se jodió con Miguel íngel Yunes Linares, cuando siguieron floreciendo en tierra fértil.
Y se está jodiendo ahora.
27 años de Veracruz en el infierno, casi tres décadas de la población civil en la incertidumbre y la zozobra, la noche más larga, despiadada y cruenta de Veracruz a diferencia de “la noche tibia y callada” de Agustín Lara.