Trabajadora doméstica luchona
•Labora de casa en casa
•Los sábados pone su tianguis
UNO. Administrar la pobreza familiar
Con tanto desempleo y subempleo y salarios de hambre, una trabajadora doméstica, señora de unos 25, 28 años, divorciada, con un hijo, ha encontrado una salida digna porque en la casa donde laboraba fue despedida porque el jefe de familia quedó desempleado.
Luis Velázquez
Entonces, tocó otras puertas y en todas le exigían recomendaciones de personas conocidas, pero ninguna tenía.
Entonces, se fue ofreciendo de casa en casa para trabajar por un día y así, para fortuna, milagro de Dios, logró contratarse en seis casas.
Y el lunes labora en una y el martes en otra y el miércoles en otra y así cada día de la semana.
Inicia a las 7 de la mañana y termina hacia las 4, 5 de la tarde, luego de que la familia comió y ella ha lavado los trastes y dejado impecable la cocina.
Y le pagan por día y por día va administrando su pobreza familiar y el dinerito le alcanza para cubrir los gastos de ella y su hijo, a quien cuida su señora madre.
Hay casas donde le pagan trescientos pesos diarios. Y en otras, 350, y a veces, la señora de la casa le da hasta para su taxi pues vive en un pueblo cercano.
DOS. Vivir de la caridad humana
Luego de varias semanas de conocerla y conocer su carácter y discreción, callada y dispuestita para todas las tareas del hogar, una patrona le ofreció trabajo permanente pero también le pidió quedarse a dormir con ellos en el cuartito de servicio.
La señora de 25, 28 años, dio las gracias y explicó que tenía un hijo y que necesitaba cuidarlo en la tarde y en la noche, pues tiene 5 años.
Y la patrona fue comprensiva. Entendió su situación y ahí sigue.
Y es que la vida de Cecilia solo gira alrededor de su hijo, pues el padre las abandonó por otra y nunca ha vuelto a ocuparse de ellos, ni siquiera, vaya, está pendiente de su hijo para verlo de vez en vez y menos para su manutención.
En unas casas, las patronas son tan buenas, digamos, caridad cristiana, apostólica y romana, que como tienen niños de 4, 5 y 6 años, le regalan la ropita que van dejando y así está vistiendo a su hijo.
TRES. Tianguis en su casa
Otras veces, Cecilia guarda la ropita de niños que le obsequian las patronas y el sábado en la tarde o el domingo pone un tianguis en la puerta de su casa y la vende al mejor postor.
Así, va sacando un dinerito extra y que le ha servido en emergencias, por ejemplo, cuando el niño o su señora madre han enfermado y aun cuando los lleva a la Cruz Roja también cobran una cuota, además de la compra de medicinas.
En otras ocasiones, las patronas son tan generosas que cuando sobra la comida del mediodía se la dan para que se la lleve a su casa en Medellín y entonces, se ahorra la comida del día siguiente para el niño y su señora madre.
El único oasis en el desierto de su vida son los domingos cuando con el niño y su madre van a misa temprano y luego se van a plaza comercial para andar mirando a la gente pasar y mirar por ahí la vitrina de algún comercio y soñar con que algún día comprarán un juguetito para el niño o un vestidito para ellas.
Con todo, su pobreza es llevadera.