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8 Columnas
Lunes 27 enero, 2020

Veracruz es una fiesta


La mesa de los médicos
•Cada quien paga su café
•La doctora alta y delgadita


Luis Velázquez

Hay en el café una mesa conocida, no como “la mesa que más aplaude”, sino como “La mesa de los doctores”, de igual manera como a un ladito está la mesa de los ingenieros y más adelante...

la mesa de los profes y más adelante la mesa de ”˜los pájaros de altos vuelos”™, etcétera.
Meses anteriores la mesa era de una sola y asistí­an 4 médicos. Pero de pronto, los meseros acomodaron en fila india cinco mesas y cada jueves en la tarde, ya pardeando el dí­a, llega un aproximado de unos quince doctores, unos 7, 8 hombres y el resto mujeres.
Y entre las mujeres hay una doctora que sobresale y llama la atención y resulta un pecado mortal hacerse el tonto sin voltear a mirarla y admirarla, como dice un capitán de meseros.
Ella es alta y delgada, delgadita. Y siempre llega con un vestido pegadito, pegadito, que recuerda a Marí­a Victoria en el teatro defeño y con unas zapatillas donde al caminar solo va quejando el sonido del taconeo.
Morena, morenita, su sonrisa eterna se multiplica con la cabellera negra que le cae sobre la espalda y en los hombros y más cuando va saludando a cada médico de mano y de besito tronado al aire.
Y luego cuando busca sentarse resultan insólitas las manos de los médicos ofreciendo una silla que jalan sabrá el chamán de qué lado y que de seguro tienen por ahí­ lista para el ataque.
Incluso, es tan atenta y amable y cortés que si después de ella un poco atrasada para la cita llega otra persona es la primera en levantarse para salir al paso del saludo, la mano extendida, la sonrisa más grande que la sandí­a pintada por Diego Rivera.
En la mesa de los doctores de seguro han de platicar sus recuerdos de cuando eran estudiantes porque las dos horas que están juntos se la pasan sonriendo y pitorreándose de los presentes y de los ausentes.
A veces, en una mesa tan larga y extensa, se forman diálogos de tres y cuatro, los más cercanos, pues los que están sentados en el extremo ignoran por completo la plática de sus colegas del otro lado.
La doctora alta y delgadita es la más cordial, pues un ratito está sentada al lado de unos y al rato de otros y así­ se la pasa circulando desparramando miel.
Hay veces cuando por ejemplo, suena el celular de alguno de ellos, se pone de pie, contesta caminando alrededor de la mesa y de pronto, pide una disculpa y se retira, quizá porque le han llamado de su consultorio, y ni modo, deja el café a medias aun cuando se da tiempo para pagar al mesero.
En la mesa de los doctores hay tanto espí­ritu y voluntad democrática que el acuerdo unánime es que cada quien paga su café y su canilla o garibaldi o tamalito de masa o de elote que suelen vender en las tardes en el restaurante.
Hay ocasiones, sin embargo, cuando la doctora alta y delgadita paga el café de las mujeres en un acto solidario, de seguro, y ojalá, porque le va bien en el consultorio, o en todo caso, sabe administrarse.
Se percibe que todos fueron compañeros en el salón de clases durante los 5 años de estudios en la facultad de Medicina porque parecen de la misma edad, contemporáneos, aun cuando, y como es natural, están más conservados unos que otros.
Pero, bueno, la mesa de los doctores se salva y llama poderosamente la atención por la doctora alta y delgadita que de seguro curará en automático a sus pacientes con la sonrisa cálida con que saludará a cada uno.
Y más en un mundo con tanta soledad mortificando el alma y haciendo depresivo el espí­ritu.




1 comentario(s)

28 Ene, 2020 - 09:13
exelente narativa mi querido hermanito

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