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Martes 07 enero, 2020

Galopante impunidad

•Crimen del diputado
•Asesinato de un velador
•Vidas paralelas

UNO. Impunidad galopante

El velador Ramón Pérez Altamirano y el diputado priista y lí­der de la CNC en Veracruz, Juan Carlos Molina Palacios, terminaron teniendo vidas paralelas.

Luis Velázquez

Molina fue asesinado el 9 de noviembre y el velador fue asesinado el 14 de noviembre. Cinco dí­as de diferencia.
El primero, en su rancho en Medellí­n donde fue emboscado, pues lo estaban cazando.
Y el segundo, diez, quince minutos después de terminar su turno como velador en una casa del Frac. Costa de Oro de Boca del Rí­o, 4 jóvenes, juniors al parecer, según versiones, jugando a la aventura intrépida, sórdida y siniestra, lo quisieron asaltar, se opuso y lo mataron y huyeron.
Los dos crí­menes, en la impunidad total y absoluta, con todo y que la LXV Legislatura integró una comisión para dar seguimiento al homicidio del diputado priista.
El diputado era rico con vientos favorables y el velador era pobre y dejó una familia, esposa e hijos, en el desamparo.
Del dirigente cenecista sus compañeros en el Congreso local se ocupan para, digamos, “con el tiempo y un ganchito” esclarecer el crimen, quizá, incluyendo los asesinos fí­sicos e intelectuales.
Pero el crimen del velador, “veinte y las malas” que el expediente, en caso de haber sido abierto, está archivado, guardado, extraviado por ahí­ en el laberinto burocrático.
Los dos, nacieron en Veracruz. Pero con todo e impunidad, parecieran ciudadanos de primera, de segunda, de tercera y de cuarta categorí­a.
Incluso, al diputado hasta las fiestas de la Candelaria de Tlacotalpan le dedicaron.

DOS. Gente insignificante…
La mitad de los polí­ticos y la otra mitad (de izquierda, derecha y centro) “se rasgaron las vestiduras” condenando el crimen del diputado priista.
Y en el caso del velador solo la familia llegó a la calle donde fue asesinado, rezaron un padrenuestro y dejaron una cruz con florecitas.
En el Congreso local, los cincuenta diputados se volvieron de pronto molinistas y como suele ocurrir cuando una persona muere le descubrieron decenas de virtudes, cualidades y atributos.
Y del velador, más que la familia se acordó.
Incluso, con todo y que trabajaba en una empresa de seguridad privada, tampoco ellos.
El velador Ramón Pérez Altamirano pertenece a los cientos, miles, de habitantes de Veracruz asesinados y a los 4 mil 500 desaparecidos en la última década, incluí­dos los trescientos en el primer año de MORENA en Veracruz.
Todos, pues, y como los describí­a Fiódor M. Dostoiveski en su novela “Pobres gentes”, gente insignificante.

TRES. Justicia empantanada
La justicia está empantanada en Veracruz. Por una sola razón: un crimen y un secuestrado y un desaparecido y un sepultado en la fosa clandestina… hacen olvidar el anterior y el anterior y el anterior.
Y de pronto, el mundo burocrático se viene encima y se convierte en la peor maldición de la Fiscalí­a.
Y los pendientes acumulados en cada Fiscalí­a llevan a los funcionarios públicos a la desesperación y la única resultante es la impunidad.
En tanto, la secretarí­a de Seguridad Pública “se lava las manos” y queda exculpada porque la pelota está en otra cancha.
Por eso, y entre otras cositas, resulta inverosí­mil que en la última década el número de desaparecidos llegara a 4 mil 500 como documentan las ONG.
Y más cuando, y como ahora, Veracruz ocupa el primer lugar nacional en feminicidios y secuestros, y que mes con mes en el año 2019 fue conservando, invicto, campeón de campeones.
Quisiera así­ entenderse (en ningún momento justificarse) la impunidad con los crí­menes, entre tantos otros, del velador Ramón Pérez Altamirano y el diputado priista, Juan Carlos Molina Palacios.


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