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Sábado 14 diciembre, 2019

Justicieros en Fortí­n

•Vecinos irritados
•Detuvieron a ladrones

UNO. Los justicieros de Fortí­n

Eran una mujer y un hombre. Jóvenes. Y los dos, asaltantes. Más que carteles, cartelitos. Mejor dicho, cartelititos. Más que delincuencia organizada o común, pillitos, ladroncitos, ladronzuelos.
Y en Fortí­n de las Flores, el infierno, la tierra de nadie para la población,

Luis Velázquez

la nueva tierra fértil para los malandros.
El domingo dí­a uno de diciembre, primero, robaron a una mujer.
Y luego, y cuando huí­an, y huí­an de los vecinos de la colonia Villa Unión, pretendieron asaltar a un taxista.
Y los vecinos se les fueron encima, hartos de la inseguridad, hartos de la violencia, hartos de la impunidad.
Y los detuvieron. Y les zamparon tremenda madriza que a ella la dejaron noqueada tirada en la calle y a él lo madrearon tanto que le cerraron un ojo y los labios quedaron sangrando.
Y se hicieron justicia por mano propia.
Bien pudieron, como en Soledad Atzompa donde detuvieron, lincharon y quemaron vivos a un sexteto de asaltantes de profesores, inmolarlos en la ví­a pública.
Y llamaron a la policí­a.
Nadie sabe si la autoridad procedió contra el par de asaltantes y los sometió a proceso penal.
Pero los vecinos quedaron con la idea. Mejor dicho, con la posibilidad.

DOS. Comités vecinales para defenderse
En el siglo pasado, el gobierno enfurecí­a con los guerrilleros que también buscaban establecer el reino de la justicia en la tierra, y entonces, crearon la llamada guerra sucia.
Montón de policí­as y soldados al frente de ellos. Un grupo, comandado por Fernando Gutiérrez Barrios, el llamado Hombre-leyenda, con sus hombres de mayor confianza como Miguel Nassar Haro, Mario Arturo Acosta, el capitán Estrella y Florentino Ventura.
En el Felipismo y el Peñismo florecieron las guardias comunitarias, las autodefensas, para enfrentar a los carteles, hartos del tsunami de inseguridad, incertidumbre, zozobra e impunidad.
Ahora, una nueva forma de resistencia pací­fica en el paí­s y en Veracruz. Por ejemplo, los comités vecinales en las calles de una esquina a otra, en las colonias, en los pueblos urbanos, suburbanos y rurales.
Y como los guerrilleros en el siglo anterior y las autodefensas en los sexenios panista y priista, los comités vecinales evidencian el llamado Estado de Derecho, entonces, la autoridad se va contra ellos.
Bastarí­a recordar como en la yunidad, el secretario de Seguridad Pública viajaba a los pueblos para desbaratar las guardias comunitarias prometiendo justicia.
Y también como en el duartazgo, el secretario General de Gobierno, Érick Lagos, citaba en palacio de Xalapa a las autodefensas de Zongolica y rapidito los convencí­a para desintegrarse…

TRES. Sólo queda la lucha vecinal
Hay vecinos que se resisten a integrarse en un comité vecinal. Pero así­ como están las circunstancias, el fracaso de la seguridad pública parece el único camino.
Ninguna estrategia ha funcionado mejor como aquella cuando los vecinos de una calle, de esquina a esquina, digamos y por ejemplo, dejan el individualismo a un lado y se coaligan para la defensa común.
Ya con una red telefónica o a través del whatsapp. Ya con vigilancia rotativa dí­a y noche entre ellos. Ya con una alarma común. Ya con el pago colectivo de un velador de dí­a y otro de noche. Ya con medidas de seguridad en la casa. Ya, y como dijo aquel, con un perro bravo y furioso listo para el ataque contraofensivo.
Por eso, los vecinos de la colonia Villa Unión, de Fortí­n, lograron el objetivo y detuvieron y madrearon al par de asaltantes.
Y así­, no queda otra, la población necesita actuar en cada pueblo y cada colonia y cada zona habitacional de Veracruz.


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