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Jueves 12 diciembre, 2019

El priista honesto

•Experto polí­tico
•Sereno y mesurado

UNO. El priista honesto

Pocos, excepcionales polí­ticos pueden pasear su honestidad en la vida y en la cancha pública como Edmundo Martí­nez Zaleta.
En su biografí­a social fue presidente municipal de Papantla, diputado federal, director de Tránsito y presidente del CDE del PRI con Agustí­n

Luis Velázquez

Acosta Lagunes, y aun cuando estuvo en cargos públicos donde bien pudo “ordeñar la vaca” y “meter la mano al cajón”, nunca, jamás, fue tentado por el billete fácil.
Tampoco traficó influencias ni cayó en conflictos de intereses.
Nunca, por ejemplo, encaramó a un familiar, pariente cercano o lejano, en un puesto oficial.
Ni menos, mucho menos, dejó escándalos pasionales en la cancha pública.
Además, y lo que resulta raro y extraño, con una honradez “a prueba de bomba”, porque muchos años después sigue viviendo “con la medianí­a de su salario”, y acaso, con muchas premuras para terminar la quincena.
Más allá de ismos como priismo, panismo, perredismo, morenismo, etcétera, su integridad perfila a un hombre limpio, respetado y admirado, respetable y admirable.
Su experiencia polí­tica que jugó al frente, en medio y en la retaguardia de la cancha resulta ejemplar.

DOS. Reposado, sereno y prudente
Es un polí­tico reposado, sereno y prudente, siempre privilegiando la amistad, lejos de las pasiones revolcadas y truculentas en que suelen caer las elites partidistas.
Siempre lo mostró en el ejercicio del poder y, por ejemplo, para haber trabajado con Acosta Lagunes era para salir canonizado.
Alcalde y lí­der priista que fue, nunca quedó atrapado y sin salida en la rebatinga por el presupuesto oficial a diferencia de muchos otros de su tiempo que terminaron en el penal de Pacho Viejo, o en todo caso, desacreditados en el abismo sin fin.
Alguna vez, el góber de su tiempo le quiso endulzar el oí­do diciéndole que se alistara porque estaba predestinado a la candidatura priista a jefe del Poder Ejecutivo Estatal en un tiempo cuando los partidos de oposición ningún peligro representaban para el tricolor.
Mesurado y calmado, nunca escuchó el canto de las sirenas, y por el contrario, prudente solo escuchaba a su jefe superior y le echaba el cabezazo con frialdad cerebral haciéndole creer que le creí­a.
Y tal solo puede darse en corazones y neuronas maduros, con los pies en la tierra y en la realidad.
Y más cuando en el oficio polí­tico, “la tomadura de pelo” es un deporte nacional.

TRES. Huitzilopochtil sigue gobernando
Muchos polí­ticos apenas, apenitas, llegan a la presidencia municipal y es el cargo público más alto en su vida.
Luego de la alcaldí­a de Papantla, su tierra, Martí­nez Zaleta escaló otros espacios y durante muchos años, además de la diputación federal y la dirección de Tránsito y el CDE del PRI, se desempeñó en tareas federales.
En la polí­tica, como en las artes, ningún polí­tico ha de jubilarse. Y más, cuando de por medio tiene una biografí­a singular, donde la honestidad y la experiencia se conjugan.
Pero una cosita es el legí­timo sueño y otra la realidad avasallante en un oficio, una profesión, que como decí­a Juan Maldonado Pereda, “es un tragadero de hombres”.
Y en el peor de los casos, hay polí­ticos sexenales, y en el mejor de los casos, transexenales, porque, y por lo regular, cada nuevo jefe encumbrado tiene su equipo polí­tico y sus leales y sus seguidores y sus fans y sus vasallos y sus barbies, y los antecesores son desechables.
La vida es así­, y ni hablar, pero en la polí­tica, como también en tantas otras actividades, Huitzilopochtli sigue gobernando.


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