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Malecón del paseo
Martes 10 diciembre, 2019

“Mi vida, poco interesante”

•El mejor poeta de su tiempo
•Un hombre humilde

EMBARCADERO: La vida de Amado Nervo, el poeta de la “Amada inmóvil”, es sorprendente por su inteligencia y talento, pero más aún por la humildad con que caminó siempre, a pesar, incluso, de ser el escritor más famoso de su tiempo, probado cuando en el dí­a de su sepelio en la Ciudad de México trescientas mil personas lo acompañaran... Escritor y diplomático en varias naciones y ciudades del mundo, deseado y codiciado por las mujeres más bellas de su época, escribí­a a su

Luis Velázquez

profesor… “Mi vida ha sido muy poco interesante… Como los pueblos felices y las mujeres honradas, yo no tengo historia”…

ROMPEOLAS: Escribió… “Soy orgullosamente un pueblerino… a quien le gusta el pipián de gallina y que cuando mamá lo cocinaba era toda una fiesta… Aprendí­ a leer en el libro de cocina de mi madre… Y en la escuela pulí­ y volví­ a pulir mi vida leyendo el Manuel de Urbanidad de Carreño y el Catecismo de Ripalda y el Juego del Silabario”…

ASTILLEROS: La historia de Nervo es revisitada en un libro de Carlos Monsiváis, “Yo te bendigo, vida, Amado Nervo, crónicas de vida y obra”, reeditado por el semanario Proceso… Igual que miles de personas, el poeta quedó huérfano antes de los 10 años y su madre debió escoger entre meterlo al ejército o al seminario… Y decidió al seminario, pues su mamá, escribió el poeta, se la pasaba orando por sus hijos mientras el padre la pasaba trabajando… Además, otra de las razones de la madre para enviarlo al Seminario era porque “los seminarios producen algunos sabios y las escuelas públicas padecen por los presupuestos raquí­ticos y la mala formación de los profesores” según escribe Monsiváis describiendo el México de la segunda mitad del siglo XVIII (como si fuera hoy, claro)…

ESCOLLERAS: Pero Nervo se sale del seminario y años después estudia en la Escuela de Leyes y en donde, oh fatalidad, se enamora de una niña de catorce años… Y fatalidad, porque hacia el final de su vida, cuando su esposa muere, el poeta se enamora de su hijastra, y con la hijastra vive la pasión más intensa y loca y desbordada de su vida, a tal grado que le confiesa su amor…

PLAZOLETA: La hijastra, sorprendida, lo toma de las manos y le dice que antes, cuando su madre viví­a le llamaba papá, y ahora, cuando Nervo le revela su amor carnal, serí­a difí­cil que le llamara “Papito”… Y con ese sencillo y simple argumento, y de peso, la hijastra lo rechaza… Y Nervo llora como un adolescente… Semanas después tomarí­a decisión canija… Encarga a su hijastra con una hermana y el poeta pide comisiones diplomáticas en América Latina y se va de agregado cultural a varias embajadas para nunca más volver a verla…

PALMERAS: Amado Nervo fue poeta, pero también se ganó la vida como reportero, cronista y editorialista y hasta encargado de traducir los cables de la información internacional que solí­an llegar en inglés y francés, idiomas que dominaba… Fue, pues, un todólogo del periodismo como se estilaba todaví­a en el siglo pasado, cuando un trabajador de la información le hací­a de todo, hasta ir por la torta, el refresco y los cigarros para los jefes… Y sin embargo, la obsesión de Nervo era escribir bien, escribir cada vez mejor, en un México donde algunos de sus contemporáneos fueron Luis G. Urbina, Luis Quintanilla, íngel de Campo (Micrós), Luis González Obregón y Manuel Gutiérrez Nájera, su héroe…


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